II: El Ladrón De Buñuelos

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(10 años después)

Una figura, no muy alta, cubierta por una capucha verde, se movía por las oscuras calles del pueblo, sigilosa y siniestra como un fantasma. Ya casi salía el sol y cuando vio como los primeros rayos iluminaron las tejas más altas de la casa Madrigal y fue como si se le acabase el tiempo, simplemente desapareció corriendo entre las callejuelas hacia el bosque, antes de que nadie despertase.

Poco a poco, a medida que la luz inundaba las calles, estas se llenaban de gente que iba y venía de un lado a otro y comenzaron sus actividades cotidianas como cada mañana, con total normalidad, con mucha alegría y buenos ánimos.

Como cada día, los Madrigal se lanzaron a la calle a ayudar al pueblo, cada uno como podía, usando sus dones mágicos. Allí había en una pared pintado un dibujo de toda la familia al completo; incluido Bruno, cuya imagen se veía emborronada y arañada, como en un intento de quitarlo de allí; y una pequeña Mirabel de cinco años, y bajo el cual se encontraban las gafas que una vez pertenecieron a la pequeña, flores que Isabela se aseguraba de renovar a menudo y mantener frescas y una pequeña vela que Julieta y Luisa habían hecho imitando a la de la abuela, como si fuese su propio pequeño milagro y que cada año en el cumpleaños de Mira la encendía y al gastarse, ponían una nueva.

Julieta llegó con una cesta y varios boles llenos de comida, acarició las flores que Isa acababa de dejar junto a las gafitas verdes de Mirabel y luego se detuvo en mitad de la plaza, donde la gente comenzó a hacer cola para tomar sus remedios. Uno tras otro los iba curando; huesos rotos, articulaciones dislocadas, hematomas, resfriados, reacciones alérgicas,... como si nunca hubiesen sucedido, con solo probar un bocado de su comida mágica. La gente esperaba pacientemente en la cola sabiendo que siempre había cura para todos, pero había alguien que no podía esperar más, se le acababa el tiempo.

La misma figura encapuchada que había estado husmeando por las calles toda la noche, había regresado y observaba ahora la escena desde las sombras de un callejón. En cuanto Julieta se despistó un segundo, corrió, agarró de la mesa un puñado de lo primero que pilló y en el proceso tropezó torpemente y tiró algunas de las cosas en la mesa, aparte de que empujó a Julieta que cayó al suelo confundida. El golpe había sido obviamente sin querer, pero no sé detuvo a pedir disculpas, no tenía tiempo, siguió corriendo, esquivando a la gente para tratar de escabullirse hacia el bosque de donde había salido.

-¡Yo me encargo! - gritó Camilo desde el otro lado de la plaza y a Julieta no le dio tiempo a detenerle.

Mientras echaba a correr se convirtió en un hombre adulto y bastante más atlético que él, para poder correr más rápido que el fugitivo. La gente se apartaba a su paso sorprendidos por la persecución y por un momento, entre las calles del pueblo, Camilo estuvo a punto de atraparlo y hacerse el héroe, pero no lo pilló a tiempo.

En cuanto alcanzaron el bosque, se dio cuenta de que había quedado en desventaja, su oponente parecía conocer mejor el terreno, como quién camina por su propia casa, más el joven Madrigal no se dejó amedrentar, siguió cambiando de forma según le convenía y saltando entre los árboles y arbustos, tratando de atrapar a su objetivo.

Por un momento estuvo a punto de alcanzarlo de nuevo, solo le faltaban unos centímetros para agarrarlo por la capucha, trató de estirarse más, pero en el momento en que sus dedos rozaron la tela verde, algo golpeó su rostro haciéndole tropezar y caer al suelo.

Confundido, se llevó la mano a la mejilla y notó que tenía un pequeño arañazo y estaba sangrando, entonces descubrió al responsable del ataque, una rata. Esta se sacudió y luego se alejó de él. Al levantar la cabeza para seguirla con la vista, descubrió al ladrón detenerse a cierta distancia y agacharse para que el animal trepara por su ropa hasta pararse en su hombro y luego siguió corriendo.

Camilo se levantó de nuevo, con la intención de seguirlo persiguiendo y volvió a comenzar a transformarse según necesitaba para avanzar por el bosque. El ladrón ya le había sacado suficiente ventaja y le costaba alcanzarlo pero no se dio por vencido hasta que pisó donde no debió y casi se mata.

Fue cuando llegaron a lo que parecía un gran acantilado. El encapuchado se agarró de una rama, saltó a una roca,... Y en un parpadeo estaba al otro lado, pero Camilo no se fijó bien, no vio cuáles eran los puntos seguros para pisar antes de saltar al otro lado, resbaló y calló. Logró agarrarse a una rama, aunque no a la adecuada, esta se estaba partiendo por el peso y transformarse en su hermanito Antonio, que es más chiquito, no bastó para evitar que esta se quebrarse más, aún así no calló, pues alguien agarró su mano.

-¡No te sueltes! - dijo una voz sobre él, una voz femenina y dulce.

Al levantar la cabeza vio confundido al encapuchado, con dos grandes orbes brillantes bajo la capucha, los cuales probablemente eran sólo unas gafas, pero en aquel momento le pareció aterrador y perdió momentáneamente el control de su don transformándose en varias personas aleatorias, lo que hizo que se le escurriese la mano y calló.

La altura no fue tanta como parecía, nada letal, pero fue una muy mala caída y sintió su pierna doler más de lo que le había dolido nunca, lo más probable es que estuviera rota, estaba mareado, veía algo borroso y le dolía la cabeza. No pudo transformarse, manejar heridas graves en el cuerpo de otro era peligroso, y sólo pudo incorporarse algo aturdido y tratar de arrastrarse o algo, debía volver con tía Julieta para que le curarse, pero ya no sabía ni en qué parte del Encanto se encontraba y su mente estaba rayando la inconsciencia. Estaba perdido.

El sonido de pasos a su espalda y la sombra de alguien sobre él lo hizo estremecer, estaba seguro de que era el encapuchado ¿y si estaba furioso? ¿Y si trataba de matarle? ¿Y si era Bruno? Cerró los ojos con fuerza y se cubrió con un brazo esperando lo peor.

Mas solo sintió una mano sobre su hombro, suave y protectora, y oyó de nuevo esa voz femenina:

-Lo siento, no quería que te hicieras daño, solo...

No oyó más, solo dejó que sus ojos se cerrasen y...

...y lo siguiente que recuerda es despertar aún en el bosque, pero en otra zona distinta, al abrir los ojos vio a lo lejos, entre los árboles, el pueblo. Aún estaba demasiado aturdido para levantarse y no sabía si podría caminar, pero intentó incorporarse y al hacerlo descubrió a su lado, en una servilleta, dos buñuelos, debían ser de los que la chica misteriosa robó a su tía. Cogió uno algo confundido y se dispuso a comerlo cuando:

-¡Oh, dios! ¡Camilo! - oyó a su prima Luisa gritar desde lejos y la vio acercarse - ¿Estás bien? - exclamó al verlo de cerca y Julieta no tardó en llegar tras ella.

-Sí, estoy bien. - dijo él, se comió uno de los buñuelos y en cuanto se sintió mejor se puso en pie, con ayuda de Luisa ya que no la pudo rechazar.

-¿Y qué hay del ladrón? - preguntó Julieta sorprendida al ver la comida que había recuperado y ahora devoraba él - ¿Lo atrapaste?

-Lo perdí en el bosque - respondió encogiéndose de hombros como si no fuese nada - era demasiado grande y fuerte.

-Sabías que no debías ir tras él ¿verdad? - le reprochó Julieta - Tengo más comida, sólo se llevó tres buñuelos de nada, no es para tanto. Podrías haberte matado, no me digas que no porque acabo de verte con la pierna rota y sangre en la cabeza. Menos mal que te encontramos Luisa y yo y no tu madre.

Camilo se rió.

-De acuerdo, tendré más cuidado la próxima.

-No habrá una próxima, debemos andarnos con ojo - habló la abuela acercándose a ellos y pillandolos por sorpresa - robar y atacar a uno de los nuestros es algo bastante serio, - Camilo trató de interrumpir para corregirla ya que en verdad no le atacó, pero Alma no le dejó - no podemos permitir que esto se repita y menos que trate de ir más lejos, pone en riesgo nuestra comunidad.

Con ello, zanjó la conversación y se marchó llevándose a Luisa y Julieta para que siguieran con su trabajo. Pero Camilo no se quedó del todo a gusto con la situación. ¿Robaba, huía y luego le ayudaba? ¿Por qué la gente no puede ser simplemente buena o mala? ¿Por qué debe ser tan confuso? No dejaba de pensar en que solo se había llevado tres buñuelos y dos se lo dejó a él, pero ella no parecía enferma o herida, entonces... ¿el otro para quién era?

Demasiadas preguntas y muy pocas respuestas, pero sabía la persona perfecta para ayudarle a descubrir un par de cosas.

Dolores.

Esperando un MilagroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora