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Runaway
Ni en sus fantasías más dementes Levi Ackerman y Hange Zoë llegaron a imaginarse que un día se encontrarían en una situación como la suya, digna de una película o serie de jóvenes rebeldes y enamorados. Pero ahí estaban en pleno día de San Valentín, a muchos kilómetros lejos de su hogar en el Distrito Sina con un viejo, pero veloz automóvil que él pelinegro había tomado sin permiso de su tío Kenny. Al final lo más importante es que estaban juntos uno al lado del otro mientras sus corazones latieran al unísono boom-boom todo estaría bien.
En sus cortas vidas el amor había llegado arrasando con toda resistencia y con toda su cordura. Lo mejor es que este era correspondido más no entendido, especialmente por los adultos, en específico por los padres de la joven.
Seguramente a esa hora todo el mundo los estaría buscando, dos alumnos ausentes del prestigioso y exclusivo Instituto Titán, el bachillerato número uno en Paradis, en definitiva, era de hacerse notar, máxime cuando la joven en cuestión era hija del importante congresista Edmound Zoë. Quizás sus rostros ya estaban en todos los noticieros y era cuestión de unas cuantas horas para que los encontraran.
Aunque el pánico, la culpa y el arrepentimiento pudieran invadir sus corazones nada de eso sucedió. Solo bastó con un simple cruce de miradas, el tiempo deteniéndose en un segundo infinito, los ojos avellanos y acerados colándose en lo más profundo de sus almas transmitiendo todo el amor profundo y puro que cada uno sentía por el otro. Aquello era el recordatorio del porque valía la pena hacer lo que estaban haciendo: huir sin rumbo fijo, ser fugitivos. Era su forma de protesta ante las negativas de no dejarlos vivir su relación en libertad bajo excusas absurdas como las diferencias sociales.
Levi y Hange pese a su corta edad, sabían que los sentimientos que experimentaban no se trataban de una aventura juvenil ni algo vano, efímero ni sustituible, nada de eso. Esto era profundo y eterno, como si siempre hubiesen estado destinados para eso, se pertenecían desde siempre, desde otros tiempos, pasado o futuro, quizá en otro universo o en una realidad paralela.
Ackerman y Zoë se amaban y sus acciones llevaban el estandarte del nombre del amor, podían reírse de ellos, juzgarlos, pero al final quien no ha cometido las mayores locuras cuando ama no lo entendería.
Ambos jóvenes se sentían como verdaderos millonarios teniendo lo que otros aun en sus largas vidas jamás conocieron, solo Hange, solo Levi, juntos siempre, en un auto veloz y con Just Like Heaven sonando a todo volumen.
