Capítulo 2.

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 Una tormenta se había desatado esa noche. Waverly no podía quitar su rostro de la ventana. Adoraba la lluvia. Su madre e Ingrid habían salido antes dejándole a cargo la tienda. Ya estaba a punto de cerrar cuando alguien toca a la puerta.

 Waverly se quedó un momento extrañada… la tienda estaba abierta. ¿Por qué no simplemente abrían la puerta? No tenía un buen presentimiento.

 Sin embargo, había alguien ahí afuera en la lluvia. Se vio obligada a abrir.

 Casi se va para atrás cuando se encuentra con el sirviente de esa tarde. La condesa. Dionne Van Klausing. Tal vez venía a reclamarle que hizo un mal trabajo.

 Pero antes de que Waverly pudiera decir palabra, el joven entro de golpe. Estaba empapado y respiraba hondo, como si le faltara el aliento.

-          ¡Señor, dios mío! ¡¿Qué pasa?!

-          Señorita, Brice… – articuló el joven una vez que recuperó un poco de su compostura.

-          ¿Quién demonios es ustedes?

 Tal vez no fue la forma más adecuada para preguntar por su nombre. Pero esto era un escándalo. Tenía los vellos de punta.

-          Mi nombre es Dorian Crawley, señorita Waverly. Vengo a pedir su ayuda.

-          ¿Pero qué pasa? ¿Dónde está la condesa Dionne?

 Dorian bajó la mirada y se armó de valor para hablar de nuevo.

-          Mi señora – se aclara la garganta –. Nos atacaron en el camino… no-no pude salvarla… está muerta.

 Siento como si su piel se pusiera fría.

-          ¿Cómo? – preguntó con un hilo de voz.

-          ¡Estoy desesperado!

 Sí. Lo estaba. Se notaba. Tenía las pupilas dilatadas, su pecho ascendía y descendía carecientes de aire, estaba rojo, mojado y friolento. Se notaba que había estado llorando, por su tono de voz, se la había pasado gritando.

 Podía ver la escena perfectamente. El joven con la condesa en sus brazos inmóvil, gritando, intentando despertarla, llorando y pidiendo ayuda.

-          ¡¿Y qué puedo hacer yo, señor?! ¡Solo soy una costurera!

 Dorian se acercó a ella con paso decidido. Waverly dio unos pasos hacia atrás.

-          Una costurera bastante parecida a la condesa de Inverness.

-          ¡Yo no tengo nada que ver con-!

-          No la estoy acusando de nada. Como le he dicho, solo he venido aquí a suplicarle por ayuda.

-          ¿Qué puedo hacer? Ya está muerta…

-          No… no sobre, la vida de la señorita Van Klausing… - una sombra se formó sobre sus ojos, pero pronto se volvieron a encontrar con los de ella –. Había un trato. Nos estábamos encaminando a conocer a su prometido… Harrison Bonvillian. Necesito que regrese conmigo asiendo pasar por mi señora, Dionne Van Klausing.

 Waverly abrió mucho los ojos y casi suelta una risa histérica.

-          ¡Eso es ridículo! ¡Salga de aquí ahora mismo!

-          ¡No, por favor! No entiende… ¡Fortuna! ¡Una fortuna caerá sobre su familia y el resto de su linaje si hace esto!

-          ¡He dicho que salga ya!

-          ¡Por favor señorita Brice, vengo a usted de rodillas! ¡Salvaría a toda su familia!

-          ¡Si me llegaran a descubrir me cortaran la cabeza! ¡A usted y a mí! ¡Es de locos!

-          Waverly – Dorian le había tomado de los hombros y había pronunciado su nombre como nadie nunca lo había hecho. Fue tanta la intensidad en su voz que logró paralizarla y hacer que su corazón latiese con fuerza. – Le suplico… que me haga este favor… será una excelente condesa. El señor Harrison es amable. Lo arreglaremos. Hágalo por la señorita Dionne.

 Recordó a la condesa. Que amable había sido con ella a pesar de que ella era plebeya y ella de la nobleza. No la conocía en nada, y sin embargo, se sentía atada a ella de alguna forma. Le entristecía el pensamiento de que estuviera muerta.

 Waverly bajo la mirada un momento y se relajó.

-          ¿Qué dice? – pregunto Dorian con un tono más amble.

 Alzo la mirada y abrió la boca para responder. 

Lady MaybeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora