2 Sangre y Pasado

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No es que Sebastian fuera aburrido. No para la Reina; ella siempre tuvo fascinación por los Cazadores de sombras, no es que Sebastian fuera uno, no totalmente. Él tenía en sus venas la misma mezcla que ella: sangre de ángel y de demonio; solo que la de él estaba ligeramente ligada con la sangre humana. La sangre llama a la sangre. Ella siempre pensó eso.

-No entiendo nada de esto -dijo Sebastian restregándose la cara con las manos. La Reina se volvió hacia él.

-¿Qué no entiendes? -preguntó ella mirando sobre el hombro desnudo del chico.

-Podemos atacar Institutos -respondió él-, es un muy buen plan. No puedo estar metiéndome en Alacante por más soldados. Los que crecen en Idris casi nunca saben combatir realmente bien. Necesito gente excelente, no menos. Pero mi ejército es muy pequeño por ahora.

-Ese es el detalle, por ahora. -Ella caminó para ponerse frente a él. Sebastian tenía el cabello blanco todo revuelto, y la Reina estaba más que satisfecha de decir que era por su culpa-. Sabes que mis caballeros están a tu disposición cuando quieras.

Sebastian sonrió y fijó su mirada en la de la Reina.

-¿Qué he hecho para merecer tal honor? -dijo él. La Reina Seelie soltó una carcajada.

-Bueno, hasta ahora han sido muchas cosas -susurró ella-. Hace unos veinte minutos también...

Ella dejó la frase en el aire y Sebastian sonrió recordando el momento.

-Bueno -dijo él atrayéndola hacia si; la Reina se dejó-, en ese caso. Estoy dispuesto a hacerlo de nuevo.

-Me alegra -respondió la Reina besando los labios de él. Sebastian la hizo sentar a horcajadas sobre su regazo y la Reina sonrió.

-Creo que tendremos que dejar esto para después -dijo la Reina Seelie cuando Sebastian empezó a desatar el nudo de la bata de ella. Ella lo besó en el hombro y Sebastian soltó un gemido.

-¿Por qué?

-Tengo un compromiso y debo salir de mis tierras por esta tarde -respondió ella, y se puso en pie antes de que Sebastian pudiera tentarla de nuevo con sus labios. Sebastian se dejó caer de espaldas en la cama. Luego se le ocurrió una idea.

-¿Podría acompañarla, mi hermosa? -preguntó él educadamente. La Reina Seelie sonrió mientras tomaba un vestido azul hielo y lo dejaba sobre un gancho frente a un espejo rodeado de rosas con espinas.

-Sabes que no es necesario que me llames así, Sebastian -dijo la Reina. Aunque una parte de su ser, que ella nunca admitiría tener, amaba que Sebastian la llamara: mi hermosa. Sus cortesanos normalmente la llamaban: "señora", no es que ella se quejara de esto tampoco-. ¿En serio quieres acompañarme?

Sebastian asintió.

-Contigo iría a cualquier parte -respondió él-. Literalmente al infierno.

La reina le dio una amplia sonrisa y no pudo resistir el impulso de inclinarse de nuevo para besarlo.

-Entonces te sugiero que te vistas -dijo ella dejando caer su bata blanca al suelo y cubriéndose rápidamente con el vestido azul hielo-. Quiero ser la única que vea ese hermoso cuerpo desnudo.

Sebastian se puso en pie rápidamente colocándose el uniforme rojo, y él mismo se extrañó con sus ganas de acompañar a la Reina. Una vez empezó a abrocharse el cinturón de armas se volvió hacia la Reina y la vio de espaldas a él. El vestido dejaba al descubierto una gran parte de la espalda pálida e inmaculada de la Reina, lo que era increíblemente seductor para Sebastian. La Reina se dejó el cabello rojo suelto y luego de unos detalles más se volvió a Sebastian y lo vio contemplándola.

Sebastian & SeelieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora