Capítulo 9

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El día nueve, justo al despertar, descubrí que Natasha ya no estaba a mi lado. No me preocupó, pues pensé que había ido a buscar el desayuno o algo así.

Fui al baño dando pasos cortos y no me molesté siquiera en cambiarme la ropa.

Iba a morir, así que no pensé que vestir lo mismo dos días seguidos no era algo por lo que debiera preocuparme.

Recuerdo haber salido de la habitación con el profundo temor de que Natasha me lanzara comida a la cara, pero eso no sucedió.

Ella no estaba allí.

No me preocupé en ir a buscarla.

Tal vez estaba con Laura o Wanda. Tal vez estaba en la habitación libre.

No pensé que nada malo le hubiera sucedido.

Entré a la habitación que Yelena y yo compartíamos pocos segundos después. Quería darle un abrazo, besarle la mejilla, asegurarme de que siguiera respirando y sentir a mi corazón palpitar cuando me dijera que me amaba.

Ahora que lo pienso, no debí haber esperado nada de eso.

La encontré durmiendo bajo una montaña de sabanas y abrazando una almohada. La cama lucía demasiado grande para ella, y supe de inmediato que yo faltaba a su lado.

Jamás me arrepentí de haber pasado esa noche con Natasha, pero me habría gustado que ella no durmiera sola.

Me recosté a su lado y me abracé a su cintura con cierta lentitud. El miedo se había apoderado de mi ser.

Suspiré al sentirla respirar bajo mis brazos, y una sonrisa se formó en mis labios.

Yelena Belova estaba viva, y la tendría a mi lado un poco más.

— Despierta, amor —Susurré mientras dejaba un beso en su pálido cuello.

Ella no se movió, así que la besé de nuevo.

— Vamos, Yel. Despierta... Por favor.

La sentí removerse entre mis brazos y dejar escapar un suspiro antes de acercarse más a mi cuerpo.

— Te extrañé en mi cama —Susurró con voz ronca.

— Yo te extrañé en mis brazos —Le contesté.

Creo que estuvimos abrazadas durante unos veinte minutos, pero no lo recuerdo bien.

Sé que hablamos animadamente sobre el hecho de que mi visitante comenzaba a marcharse, y también sobre nuestros deseos de llegar vivas al día de Navidad.

Faltaban solo quince días para eso.

Me gustaría describir esa charla, pues fue una de las mejores que tuvimos en los días que pasamos allí, pero no la recuerdo muy bien.

He olvidado tantas cosas que no debería...

— Creo que deberíamos salir —Me dijo mientras entrelazaba nuestras manos. Estaba sonriendo. Mi corazón lo sentía—. Laura vendrá a llamarnos pronto.

— No me importa. Quiero abrazarte un poco más.

Ella no se negó.

— ¡Katelena! ¡A desayunar! —Nos llamó Natasha luego de unos minutos.

Yelena y yo dejamos escapar un quejido al mismo tiempo antes de levantarnos de la cama.

Cuando salimos mi novia envolvía mi cintura y dejaba besos en mi cuello, lo cual me encantaba.

Amaba sentir que ella me amaba.

Fue entonces cuando noté que Laura no estaba allí, y también recordé que no había sido su voz la que nos había llamado para que fuéramos a desayunar

Virus Letal | KatelenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora