CAPÍTULO 11. DESAFÍO Y DESCONTROL

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Sally empuja la puerta con cautela, y el rechinido de las bisagras oxidadas rompe el pesado silencio. El aire enrarecido del gimnasio abandonado la envuelve de inmediato, cargado con el olor metálico del polvo y el eco fantasmal de un lugar que alguna vez estuvo lleno de vida. Sus ojos recorren el espacio en penumbras: frente a ella, un saco de boxeo cuelga inmóvil, como un soldado caído en el olvido, acompañado de tres máquinas de peso cubiertas de herrumbre. Un espejo al fondo, milagrosamente intacto, refleja su figura con un matiz distorsionado, casi como si no le perteneciera.

A su derecha, cuatro cintas de correr descansan bajo una gruesa capa de polvo, condenadas al inmovilismo. A su izquierda, diez dianas grafiteadas decoran la pared de cemento. Cada rincón del gimnasio le grita historias de esfuerzo, sudor y disciplina que ahora solo son sombras de un pasado extinto.

Pero nada de eso logra atrapar realmente su atención. Su mente está atrapada en un recuerdo que se clava como un puñal: Patrick, tendido en la alfombra, inmóvil, sin vida. La imagen la golpea con tanta crudeza que un escalofrío le recorre la espalda. Preferiría mil veces seguir atrapada en la amnesia que cargar con el peso de esa escena, con la certeza de que él jamás abrirá los ojos. Su corazón tambalea, errático, como si cada latido fuera un esfuerzo desgarrador.

Sus piernas se sienten pesadas, ancladas al suelo. Se queda petrificada en la puerta, atrapada entre el presente y el pasado, sin escuchar ni una sola palabra de lo que Drew intenta explicarle.

—¿Lo has entendido? —Drew señala una mochila negra que Sally no recuerda haber visto antes.

—¿Qué? —Parpadea, sacudiendo la cabeza, aún con la mente dispersa.

Drew suspira con impaciencia y sus ojos la atraviesan con una mirada fija y desafiante.

—No pienso repetírtelo.

Avanza hacia ella con paso firme, sin darle espacio para reaccionar. La diferencia de altura se hace evidente cuando Sally retrocede instintivamente, pero pronto su espalda choca contra una de las máquinas de peso. Está atrapada, y la tensión crece entre ellos, palpable, casi como si pudiera cortarse con un cuchillo

—¿Qué quieres? —su voz suena más baja de lo que pretendía.

Drew se inclina un poco, acercando su rostro al de ella, tanto que su aliento choca contra su piel.

—Pégame.

Sally frunce el ceño.

—¿Disculpa?

—Quiero saber lo fuerte que eres —responde, su tono bajo y desafiante—. Y para eso, tienes que pegarme.

Sally cruza los brazos y ladea la cabeza con burla, tratando de ignorar la forma en que su cercanía la hace sentir.

—Te recuerdo que te rompí la nariz.

Drew esboza una sonrisa lenta y peligrosa, como si no le importara.

—Tendrás que hacer algo mejor que confiar en la suerte. No volverá a pasar.

Su mirada la enciende de una forma que no quiere admitir. La cercanía de Drew la desconcierta, pero la rabia también burbujea en su interior. Cada palabra de él la desafía, y esa incomodidad la empuja a actuar. Sin dudarlo, cierra el puño y lanza un golpe directo a su rostro, pero Drew lo bloquea con una facilidad irritante. Antes de que pueda reaccionar, siente el impacto del puño de él en su abdomen. Su cuerpo cede y cae al suelo de espaldas, soltando un jadeo.

—¡Eso duele! —protesta, con la respiración entrecortada.

—Has intentado pegarme y yo me he defendido. —Drew le ofrece la mano, pero ella la ignora y se incorpora sola.

LA NUEVA ERA   #PGP2025Donde viven las historias. Descúbrelo ahora