Capítulo 3

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A 1.137,96 km de Barcelona

La sensación de un destello en mi rostro provoca que deba cerrar los ojos con fuerza. Un dolor que antes era invisible comienza a apoderarse en mis costillas.Giro mi cuerpo para evitar esa luz que tanto incordio me genera.

Llevo mi rostro hacia la almohada estableciendo un poco de paz en mi interior. Pero esa paz desaparece cuando noto unas manos por la espalda. Suelto un gruñido porque lo que menos necesito yo ahora es aguantar esto.

El dolor en las costillas es persistente pero no en la misma medida que en mi cabeza, pues esta me da vueltas una y otra vez. Las manos no dejan de subir y bajar por mi extensa y musculada espalda, a pesar de que todo mi cuerpo se encuentra en tensión la persona sigue tocándome.

Impulsándome con mis manos apoyadas sobre el colchón, me incorporo, dándome de nuevo la vuelta y apoyando mi espalda sobre el cabecero de la cama. Debo de pestañear varias veces pues la luz me ciega.

Cuando por fin, consigo que mi mente comience a activarse y a registrar la habitación observo a una mujer la cual no recuerdo haber traído. Está sentada cual perro esperando a que su amo le de indicaciones.

Se encuentra a mi lado con manos sobre sus rodillas, su trasero apoyado sobre las plantas de sus pies y sus ojos completamente centrados en mi. El hecho que no lleve ni una sola prenda me permite poder verla al completo, como dios la trajo a este mundo.

—Buenos días cariño— comenzamos la mañana peor de lo que me imaginé.

No pensé que lo primero que haría al levantarme es tener que echar a un perro.

— Lárgate— la digo mirando a esos ojos tan castaños en los cuales puedo identificar el destello de lujuria y deseo que habita en ellos.

En cualquier otro momento si que me hubiese dejado llevar por esa mirada que podría comerme, pero no hoy.

—Ayer estabas insaciable Alexander...

—Lárgate Estefany, no me voy a repetir más.

Su mirada cambia al completo, ahora toda esa sed que corría por sus venas veo y siento cómo se transforma en un desagrado hacia mi persona. Pero me da absolutamente igual lo que opine cualquier mediocre en mi vida.

Yo soy mejor que ella, no me voy a bajar por una simple puta que lo único que necesita es que alguien le haga caso. Yo no soy un objeto el cual pueden usar cuando quieran.

Estoy arriba de la cadena alimenticia, soy el puto rey y no me voy a dejar mandar por simples plebeyos. Se hace lo que yo ordene porque ellos están a mi disposición.

La observo por el rabillo del ojo recoger sus cosas, poniéndose un vestido sin ninguna ropa interior, coge su bolso y con los zapatos en mano sale por mi habitación.

Al salir pega un portazo aposta para demostrar su nivel de molestia, pero ya aprenderá la lección de que los comportamientos de niña pequeña se los guarde para alguien de su estatus. Porque yo en mi casa no voy a permitir nada de eso.

No puedo disfrutar de ni un solo minuto de paz, pues la puerta de mi habitación se vuelve a abrir. Cierro los ojos y alzo mi cabeza al techo, centrándome en esos pasos aligerados que vienen hasta los pies de mi cama.

Abro un ojo y veo una figura masculina, lo que me faltaba ahora.

Me obligo a mi mismo a activarme, tanto física como psicológicamente. Giro mi cuerpo a la izquierda y muevo mis piernas hasta que la planta de mis pies llega hasta el cálido suelo de mi hogar.

—¿En qué coño estabas pensando?— esas palabras provocan que me enerve aún más.

Mi rostro se mueve hasta conectar con unos ojos verdes oscuros.

Deseo OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora