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Las semanas siguientes pasaron amenas, entre risas sobre el húmedo cristal y cortas anécdotas, convirtiendo a ésos 20 minutos en los más cálidos y cortos de todo ése viaje en tren.
Geno poco a poco empezaba a darse cuenta de que no necesitaba vivir con sus hermanos y pese a ser familia, no merecían estar en su vida.

Lástima que su reacción no fué realmente la mejor.

Un martes en la mañana, el líquido carmesí surcaba su labio inferior y la quijada poco a poco adquiría un color azuloso, hinchada, la disputa familiar había terminado de la peor forma y pese a lo evidente que era, reaper no comentó nada al respecto, de alguna forma, le gustaba el prudente espacio que siempre dejaba entre ambos, sin hacer preguntas demasiado comprometedoras, hasta que él diera un primer paso y ésta vez, sí buscó darlo.

"Tú, ¿tienes alguien que te espera en casa?"

Reaper sonrió, lo sabía, había alguien a quién le entregaba esa sonrisa cada vez que volvía de su extenuante jornada y por lo que todo su trabajo parecía valerlo totalmente.

[Mi hermano menor]

El de bufanda rojiza se quedó un largo trecho mirando el cristal, haciendo una mueca entristecida, tal vez, sentía algo de envidia por el trato que tenían ésos hermanos, en algún momento también trabajó y se esmeró por los suyos, cuándo aún se encontraban en la tierna infancia y eran ellos quiénes dependían de él, suspiró, con un repentino impulso por sincerarse.

"Mis hermanos jamás harían algo por mí"

La amargura cruzó su mirada y el de la otra ventana lo comprendió inmediatamente.

"¿Qué pasó?"

Preguntó el enfermero en lenguaje de señas, quién para ése momento había aprendido con bastante fluidez, Geno apretó los labios, dandole una respuesta sobre el cristal, tal vez para convencerse a sí mismo de su propia decisión.

[Volveré a la ciudad]

Desde el otro vagón [Afterdeath]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora