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La lenta fila y el intenso frío consumía poco a poco la paciencia del chico de roja bufanda, pese a ser las 7 a.m. las filas para tomar un boleto siempre eran espantosamente largas.

Hace dos semanas que había regresado nuevamente al punto de inicio, luego de "fracasar" (como sus hermanos le decían) en la gran ciudad se vió obligado a volver al hogar familiar, un lugar rural, de duchas frías, exóticos insectos, aroma a leña y sudor animal, sin embargo los únicos animales que no soportaba eran a sus dos hermanos, que luego de una "cálida bienvenida" le cobraron hasta el alma para que lograra quedarse allí, obligando al chico, sin ahorros, a tener que salir a buscar un trabajo temporal.

(Tómate un descanso para superar tú accidente... Descanso mi trasero.)

Gruñó geno para sus adentros, mientras ingresaba al único transporte constante en todo ése maldito pueblo, el tren. Aquella vieja maquinaria cruzaba todo el campesinado y sus alrededores, enviando mercancía del campo a la ciudad y también, un puñado de pasajeros.

Se acomodó en un asiento cubierto de desteñido terciopelo, siempre en el mismo lugar, en el vagón más alejado del conductor, dónde el estruendo de las cajas de frutas y verduras siendo cargadas lograra reventarle los oídos, así saber, que cuando el silencio reinaba era que por fin se decidirían a marchar.

Porque ésa era otra cosa, tanta era la cantidad de carga y tan pesada, que se demoraban mínimo 20 minutos en llenar completamente todos los vagones. Los primeros días geno miraba por la ventana a los trenes aledaños para distenderse, pero luego el frío se volvió tan intenso que empañaba los enormes cristales, impidiéndole ver correctamente sin tener que estar limpiando de forma constante

Totalmente aburrido, esperó, apoyando su rostro en una de sus manos, mientras la otra limpiaba insistentemente la ventana, con intención de ver, por lo menos un poco.

Hasta el momento no había notado que otro tren, en dirección opuesta, se había instalado frente a él, una vez terminó de limpiar, sus ojos chocaron con la figura de alguien que al parecer, estaba haciendo el mismo trabajoso labor, al terminar de limpiar la figura se hizo  totalmente clara, sin poder evitarlo, se miraron fijamente por un par de segundos, el chico del otro lado llevaba una negra capucha y un café entre sus manos, sus cansados ojos de trabajador no parecían querer apartarse de él, un pequeño gesto de saludo fue el único regalo del desconocido para geno, quién rápidamente desvío la mirada, ¿Acaso no conocía lo grosero que era mirar tan intensamente a otra persona?.

(Rarito... Espero no volverme a encontrar con él)

Pensó, sin embargo, como si quisiera probarse a sí mismo y probarle al del otro tren que no le temía, volvió a tomar el mismo último asiento frente a la ventana del último vagón. Un estremecimiento lo recorrió al notar que el mismo tren se detenía a un lado y ahí estaba el chico, sorbiendo un nuevo café con oscuras marcas bajo sus ojos, luchando con la dura mañana, hasta que notó la presencia del de bufanda.

Como si quisiera burlarse de él, una sonrisa ladina se formó en sus labios, la cuál hizo avergonzar inexplicablemente a geno, rápidamente pensó en excusas para haber tomado ése asiento otra vez, cualesquiera que fueran, pero pronto resolvió en que todo sería en vano si siquiera podían comunicarse.

Aunque éso al contrario no parecía molestarle, pues su confiado semblante sólo le entregó un coqueto guiño al de la otra ventana, quién se estremeció violentamente, cerrando la cortina con brusquedad, no podía escucharlo, ni tampoco verlo, pero estaba seguro, aquél extraño tipo debía estar riéndose de él en éste momento.

Al día siguiente, geno trajo un libro consigo, obligándose a no ver por la ventana. Pero claro, éso no sería impedimento para su curiosidad, cada cierto tiempo, su vista se despegaba de las letras y daba una mirada de soslayo a la ventana, la cual esta vez no se molestó en limpiar.

Hasta que la figura oscura del de capucha volvió a aparecer, sabía que era él, aunque no pudiese verlo nitidamente, su mirada se concentro en el libro, sonriendo satisfecho, con la intención de ignorar su presencia con orgullosa felicidad.

10 minutos pasaron y desvío la mirada, sólo un poco, grande fue su sorpresa al notar que aquella figura no estaba ahí. ¿Acaso se había bajado? Imposible, aquella estación para ésa dirección era sólo de carga... Entonces, ¿Se habrá aburrido ya de su estúpido juego?. Rápidamente se emocionó ante la idea, limpiando con velocidad abismal la ventana para así, eliminar sus dudas.

Y claro, aquél cansado chico del café mañanero no estaba, suspiró, extrañado al no saber si lo que sentía en su pecho era alivio o decepción, hasta que un movimiento llamó su atención, desde el asiento de en frente, ahí estaba, escondido tras el respaldo de desteñido rojizo, su sonrisa burlona no se hizo esperar, atrapando a geno en el acto, quién colapsado en vergüenza se levantó con brusquedad, quería insultarlo, encararlo, cualquier cosa, pensó rápidamente en una forma para canalizar su molestia, con uno de sus dedos, trazó sobre la zona del vidrio que aún se encontraba empañada.

[¿Qué quieres?]

Decía en el amplio cristal, con impresionante precisión y bonita caligrafía. El chico de la ventana contigua se vió sorprendido, pero luego sonrió, adoptando el mismo tipo de comunicación que su acompañante.

[Conocerte]

Al no ser tan experimentado, tardó un poco más en terminar la segunda frase

[Soy reaper ¿Tú?]

Y así geno se dió cuenta de su error, había levantado la barrera de comunicación, dándole la posibilidad a ése extraño de enviarle mensajes, ¿Éso no lo volvería un acosador?, La idea le daba escalofríos.

[Lárgate]

Fue lo único en respuesta para el nombrado Reaper, antes de que el tren retomara por fin en marcha.

Desde el otro vagón [Afterdeath]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora