Capítulo 15:

629 21 0
                                    

Dewin dejó de dar vueltas y se quedó quieto, procesando la noticia lentamente. Giró hacia mí, su rostro serio, desprovisto de cualquier ánimo de burla o chiste, hasta que finalmente soltó una risa fingida entre dientes.

Negó con lentitud. — No, no me la cuelas. — Volvió a reír, esta vez más forzado—. Mejor detente, estás perdiendo el tiempo. No hay posibilidad de que lo que dices sea cierto, incluso si nos acostamos una vez. — Caminó hacia mí, deteniéndose a una distancia prudente, con los brazos cruzados.

—¿Pero de qué estás hablando? ¿Vas en serio, Dewin? —Empecé a moverme inquieta, sintiendo una creciente ansiedad por todo el embrollo—. ¿Crees que perdería mi tiempo viniendo hasta aquí por puro lujo?

—Es posible que tenga algo que ver con tu novio, ¿cómo se llama? ¿Erick? —Frunció el ceño, haciendo un gesto dramático al sacar su móvil y sostenerlo frente a mí—. ¿Quieres que le pregunte?

—Pensé que solo sabías mi nombre, no que me investigabas. —Crucé los brazos, mirando al techo sin moverme de donde estaba, cerca de la puerta de salida—. Llámalo si quieres. —Lo desafié—. Fuiste el primero con quien me acosté; nunca antes había estado sexualmente involucrada con nadie, y Erick no es una excepción. Fue solo contigo, así que no me tomes por tonta. —Nuestras miradas se encontraron.

—Te haré una pregunta. —Se acercó un paso, dejando el móvil a un lado, manteniendo una postura rígida, su expresión una mezcla de desconcierto e inconformidad—. ¿Realmente crees que en una noche tan miserable como para casarme contigo recordaría detalles específicos sobre nuestra relación sexual y que era tu primera vez? ¿De verdad? —Su voz cargaba molestia, como si estuviera regañando a una niña—. Es patético.

—Estoy de acuerdo contigo en que es importante pedir una prueba de paternidad para confirmar la verdad. Sería lo más justo y objetivo en esta situación. Sé que estás confundido, pero no estás actuando bien.

—No me digas eso, Ein —rechistó entre dientes—. Es patético que quieras que te crea de inmediato, acusándome de haberte embarazado en tu primera vez, cuando apenas recuerdo algo de ti más allá de tu cara en un bar. —Se frotó el rostro, nervioso.

Era el colmo. No entendía por qué seguía allí, con la esperanza de calmar la situación. Era obvio que él no entraría en razón, y mi tiempo se estaba agotando. Peiné mi cabello hacia atrás y me moví inquieta. Si estuviera en su lugar, tal vez tampoco lo creería, pero no actuaría como si fuera el fin del mundo. Las cosas siempre podían discutirse de manera madura y racional.

—Debemos...

—No puedo creer que te ofendas por dudar de ti en esta situación —continuó, moviéndose de un lado a otro con irritación—. No... Simplemente no puedes estar hablando en serio.

—Dewin, por favor, cálmate —traté de tranquilizarlo—. Deja de darle vueltas al asunto. Estoy embarazada, y es tuyo.

Intentaba mantener la calma, pero tanto drama no resolvería nada. Dewin estaba claramente confundido y nervioso, consumido por la intranquilidad y la furia. No podía seguir actuando de la misma manera. Por un momento, pensé en cómo sería si en lugar de Dewin estuviera frente a Erick. ¿Reaccionaría igual? Probablemente sí. Con los hombres, especialmente con Erick, todo era posible.

—Esto... esto no... —Su rostro reflejaba dolorosos recuerdos, mientras daba vueltas con el cuerpo tenso. Me miró enojado, como si debatiera entre asesinarme ahí mismo o actuar de forma más racional—. ¿Vienes a anunciarlo sin más? ¿Sin pensar si me interesaba oír siquiera una noticia tuya? ¿Querías otra decepción? No quiero ni imaginar que andes diciendo por ahí que cargas un hijo mío porque te "violé". —Marcó comillas con los dedos, mostrando su desdén.

Sentí que cualquier cosa que dijera solo prolongaría el drama, y ya no daba para más. Estaba harta de todo y lo único que quería era poder comer algo antes de desmayarme.

—Un último consejo —dijo tras unos segundos de reflexión—. Deshazte de él.

Conté hasta veinte, esperando algún indicio de que era una broma, pero no obtuve nada.

—¿Es una broma?

—No soy comediante.

Reí sin ganas. —Lo diré una sola vez, así que escucha bien. —Me acerqué, dejando solo unos centímetros entre nosotros—. Te permito decir lo que quieras de mí, y hacer lo que quieras en mi contra, pero no tienes el derecho de decirme qué hacer ni de imponer tus estúpidos caprichos. —Le apunté el pecho con mi dedo índice, sosteniéndole la mirada.

—¿Me estás retando?

—Tómalo como quieras.

—Maldita sea ese crucero. —Se despeinó el cabello con frustración y, sin previo aviso, me agarró fuertemente del brazo—. Maldita seas tú.

—Me... me lastimas —jadeé de dolor.

Cada palabra que salía de su boca, cada mirada de desprecio, dolían tanto como su apretón. Pero lo que más me dolía era su absurda sugerencia.

—Nos deshacemos de lo que llevas dentro, y punto —ordenó, alterado.

—¡Maldita sea, Dewin, me lastimas! —Miré las marcas que su agarre dejaba en mi brazo, hasta que finalmente me soltó, desconcertado.

Me froté el brazo, retrocediendo. Pero a pesar de la distancia, nuestras miradas no se rompían.

—Te cuesta aceptarlo, pero los únicos culpables somos tú y yo, no el fruto de lo que hicimos —le dije—. No voy a abortar, Dewin. No lo haré.

Todo esto era una estupidez. Quizás estaba siendo irracional; podría librarme de alguien como él y cumplir su petición. Pero no podía. No solo porque lo consideraba un acto repugnante, sino porque sentía un extraño impulso de proteger a ese bebé. Tal vez era el instinto maternal, o simplemente miedo.

Me miró intensamente, y por un momento, nuestras miradas libraron una batalla. Finalmente, rompí el contacto visual, pero mi decisión seguía siendo firme.

—Quiero usar el baño —anuncié, queriendo escapar de su vista.

Dewin dejó salir un suspiro, visiblemente agotado. Dio unos pasos hacia mí y me tomó del brazo nuevamente, pero esta vez con menos fuerza, guiándome al cuarto de baño. Antes de soltarme, me atrajo hacia él, murmurando cerca de mi oído: —Sigo sin creerte, pero no dejaré que mi buen nombre sea manchado por un hijo no deseado. Haré las pruebas necesarias, y si resulta ser verdad, discutiremos la custodia compartida. Pero si resulta mentira... te enfrentarás a una demanda que te dejará a ti y a ese bebé muriendo de hambre hasta en la otra vida.

Soltó mi mano y cerró la puerta, mirándome con desprecio.

La problemática llegada del amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora