Capítulo 17:

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Finalmente, Dewin se giró hacia mí. Echó una rápida mirada a mi vientre y murmuró algo inaudible antes de volver a subir la vista a mis ojos.

— ¿De verdad no quieres reconsiderarlo? —preguntó, claramente sin terminar de asimilar lo que estaba sucediendo.

Afirmé con un asentimiento de cabeza. Dewin asintió también, pero su gesto denotaba decepción, como alguien que acepta su derrota. Estaba tan inquieto que no dejaba de lanzar miradas furtivas a mi barriga cada tanto.

— Puedes disponer de lo que necesites, pero siempre con mi permiso. Si tienes algún requerimiento básico durante el día, házselo saber a cualquiera que esté de servicio. César se encargará de ti mientras yo esté fuera. No invites a nadie, no hables con nadie y no comprometas a nadie de esta casa hasta que solucionemos todo. Tendrás que quedarte aquí bajo mi total supervisión, y sobra decirte por qué. Si tienes algún problema con tu trabajo, hablaré personalmente con ellos por ti.

— ¿Me estás proponiendo volver a la adolescencia? Con padres estrictos y sin vida social. — Negué con la cabeza, frustrada.

Dewin giró sobre su hombro y les indicó a todos que se marcharan, excepto César, quien permaneció en su lugar, calmado y sereno. Una vez estuvimos solos, Dewin volvió a girarse lentamente hacia mí. Se inclinó un poco, sin levantarse del sofá, y murmuró con calma:

— Viendo que por ahora no te desharás de él tan fácilmente, así serán las cosas. Si realmente es verdad lo que aseguras, y no tienes duda de ello, harás todo lo que se te diga. A partir de ahora me haré cargo de ti.

Lanzó una última mirada a mi vientre antes de alejarse una distancia considerable.

— ¿Qué pasa si me niego? —pregunté con dudas—. No lo sé, pero no me convence nada de esto. Tenías derecho a saberlo, y yo a tener tu apoyo, pero nunca pretendí estar bajo tu cuidado. De hecho, no es necesario que me tengas aquí. No hace falta que estemos cerca para que lo hagamos juntos.

Prefería esta faceta más controlada de él que la de minutos antes en su habitación, pero no era lo que quería. Vine aquí para hablar de todo y encontrar una solución que no me esclavizara ni cambiara mi vida de manera tan drástica.

— No puedes negarte —sentenció.

— Eso es lo que estoy haciendo, Dewin.

Él rodó los ojos. — Si de verdad aprecias a esa criatura que llevas dentro, lo mejor que puedes hacer es callarte y adaptarte a mi ritmo. — Se lamió el labio y continuó—: Así que, Ein, dejémonos de tonterías.

— Pero también necesito una vida propia, privacidad y una vida social —reclamé.

— Nadie te está quitando la vida. Sigue siendo tuya. No voy a instalar cámaras en tu dormitorio, así que tu privacidad está intacta. Además, hay suficientes empleados aquí como para que tengas algo parecido a una vida social.

— Te odio.

— El sentimiento es mutuo —dijo con frialdad.

— ¿No puedes reconsiderarlo? — Ya había imaginado lo que venía, y no me gustaba. Necesitaba al menos tener algo de libertad. Aunque no tuviera muchas amistades, no me atraía la idea de vivir bajo una dictadura.

— Tenemos algo en común: la reconsideración no es lo nuestro.

— Es importante que me presente en mi trabajo, no puedo hacerlo desde aquí. Además, solo pido ir a mi apartamento a buscar mis cosas. No quiero que me mantengas. Haz lo que debas por tu hijo, pero no por mí. Eso está claro...

Dewin movió la cabeza, evitando escuchar más explicaciones. Se levantó, tomando distancia, y puso una mano en su cadera, con una expresión malhumorada.

— ¿Quién ha dicho que esto será beneficioso para ti? Te recuerdo que aún no has ganado mi confianza, y todavía debes demostrarme que ese hijo es mío —respondió con enfado—. Te permito ir por tus cosas, pero trabajarás desde aquí, o lo olvidamos.

— ¡¿Cómo puedes ser así?! ¿Sabes cuánto me afecta todo esto?

— Tu embarazo también afecta mi vida —replicó con dureza—. No soy el único idiota en esta situación.

— Eres un...

— Ya basta de discusiones —cortó. Se dirigió hacia César, quien había estado escuchando sin mostrar emoción alguna—. Llévala a su departamento para que recoja lo que necesite, ayúdala y sé discreto. Le diré a Tania que prepare su habitación —me lanzó una última mirada distante y salió de la sala.

La problemática llegada del amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora