carne

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Okuyasu regresaba de su trabajo en una pequeña oficina, acomodaba papeles, sellaba, leía. Siempre que su turno acababa regresaba a su casa sin detenerse en cualquier lugar.
Tenía una novia. Una novia que lo esperaba en casa. No estaban casados, solamente vivían juntos en una casa pequeña que le había regalado su padre por su madurez y por terminar la universidad.
A ella la conoció ahí, era una chica linda, Okuyasu todavía no podía creer que se fijara en él y que en un futuro estarían viviendo juntos. Él sabe que ella lo ama y viceversa.
Ese día fue diferente. Tenía que entregar un reporte para el día siguiente y no quería distraerse mucho. Sabía que si llegaba a casa, era solo para descansar, relajarse y pasarla bien al lado de su chica.
Decidió que una cafetería sería lo ideal, tal vez también quería un poco de azúcar. Se sentó en una mesa de afuera y comenzó a trabajar; papeles, papeles y más papeles, no odiaba su trabajo, odiaba que todos los días tuviera que acomodar papeles y que no se le perdiera ninguno, su vida estaría acabada si así fuere.
Traía consigo una camisa de manga larga blanca remangada y una corbata azul con un pequeño pin de dólar, su cabello era nuevamente negro, elegante y rapado, ya había dejado eso de pintarlo de plata para verse rudo ante los demás cuando era adolescente, ahora era un hombre de casi treinta al que le gustaba la música jazz, los sándwiches e ir al gimnasio casi siempre que podía. Tenía una casa bonita, una chica fantástica, amigos del alma ¿qué más podía desear? Su vida ahora era perfecta y nada podía arruinarla salvo por los papeles que trabajaba todos los días.
Empezó a sentir calor y jaló un poco la corbata, era como si los rayos del sol solamente existieran para él puesto que comenzó a sudar más de normal. No dejaba de mirar los papeles y levantó por un momento la vista, en la mesa de frente se hallaba un hombre tal vez de la misma edad quien lo miraba fijamente, Okuyasu no le dio importancia y regresó a lo suyo, sin embargo, la mirada era penetrante, tanto así que no podía concentrarse en su trabajo, le ponía nervioso que alguien más lo mirara cuando estaba realizando cualquier tipo de actividad, miró otra vez ahora rápidamente y ahí seguía.
Ahora estaba entrando en pánico.
Luego lo volvió a mirar.
Sus ojos eran azules, su piel blanca, su cabello era corto peinado hacia atrás, traía una camisa de diseñador blanca transparente con adornos florales y encima un saco amarillo canario. Las facciones de su rostro eran muy delicadas y definidas, Okuyasu miró sus labios y luego relamió los suyos.
Grave error.
El otro se levantó de la mesa en donde estaba y comenzó a caminar en su dirección sin dejar de mirarlo, Okuyasu ahora estaba temblando, lo estaban seduciendo esos ojos en donde revoloteaban grandes pestañas. Se inmovilizó y el otro se sentó en su mesa, recargó los brazos y puso sus manos en su rostro, de cerca era más hermoso.

"¿Cómo estás?".

Su voz. Su voz era tierna y masculina al mismo tiempo. Qué estaba pasando.

Regresó en sí, movió la cabeza y cerró los ojos.

"¿Quién eres?". Le dijo.

"Oh, disculpa mis modales. Josuke Higashikata".

Okuyasu era carmesí.

"Okuyasu".

Josuke río.

"Bueno, ahora sí. ¿Cómo estás?".

Okuyasu se estaba impacientando, no dejaba de mirarlo, sus ojos brillaban y le tiraba miradas coquetas.

"Ehh, estoy bien. Ehh, ahorita estoy un poco ocupado así que... ¡oye no toques eso!". Josuke le arrebató un papel de la mano y lo empezó a leer.

"¿Trabajas en una oficina o algo por el estilo?".

La arrebató de vuelta.

"Ve al grano ¿por qué estás aquí y por qué me miras de esa forma?".

tobacco sunburst | josuyasuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora