Capítulo 4: Las dos caras de una carta

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Eran el segundo lugar. Sin duda el truco que usaban era bueno, pero no era mejor que el del dueño del casino. Ya iban en la tercera ronda y todos estaban en silencio. Todos comenzaron a pensarse mucho más sus movimientos, tomándose su tiempo, excepto Reese, que tan pronto tenía su turno, lo usaba sin demora. De alguna manera esto molestaba al pato más joven. Goldie compartió su sentimiento susurrando maldiciones de vez en cuando.

Ninguno de los dos sabía qué hacía que pudiera encontrar tan buenas cartas. Él siempre conseguía al menos un comodín y, como si se riera de todos, siempre usaba las cartas con más puntos en contra para hacer sus escalas y tríos y finalmente ganar.

Louie sabía que era común que algunas personas usaran cartas rasgadas, ralladas y/o arrugadas mientras jugaban porque esas podían identificarlas y saber cuáles eran desde atrás para hacer trampas así, por lo que se fijó en este detalle, pero no podía ser eso. Estaban todas en perfecto estado. Su reverso era completamente rojo con el nombre del casino escrito en blanco. No se veía nada que las diferenciara unas de otras desde ahí.

¿Entonces qué otra cosa podía ser? Saco una carta y la puso junto con las demás que tenía en su mano y observo a Reese. El hombre estaba mirando hacia atrás de él con una sonrisa. No era la primera vez que lo hacía. Louie botó una carta y el turno paso a otra persona.

¿Tal vez no era el único que estaba recibiendo ayuda de una segunda persona? El chita estaba justo atrás suyo y tenía de frente al ciervo. ¿Sería esa la trampa que estaba haciendo? El de verde espero a que fuera su turno nuevamente para comprobarlo. Esta vez apenas levanto la carta miro a quien estaba frente suyo. Sus ojos se encontraron.

Louie giro su cabeza hacia atrás y observo también al felino. Este le mostró sus colmillos. El chico volvió a acomodarse en su lugar y termino su turno.

— Entonces, ¿tu amigo va mirando mis cartas o solo vigila que nadie entre y salga? –aun en su bajo tono su voz fue completamente audible por todos los presentes debido a que fue casi lo único que paso cortando el silencio que reinaba en el cuarto.

Los participantes levantaron las miradas de sus cartas y observaron a Louie para después seguir la trayectoria de sus ojos entrecerrados hacia Reese que le devolvía la mirada con una expresión fría.

— Es curioso, tu abuela dijo algo similar una vez. Parece que llevan la desconfianza en la sangre. Hans, –él miro al guardia. –ve a buscarnos algunos tragos. –Le hizo una seña y luego volvió a encorvarse en la silla y apoyarse de la mesa. –Puedes tomarte tu tiempo. Parece que alguien no te quiere aquí de todas formas.

El felino rio de manera ronca, observando la espalda de Louie. –Sí, jefe. –se dio la vuelta y salió del cuarto. El joven sintió su amenazante mirada justo antes de lo último.

— ¿Satisfecho? Podemos jugar un rato sin que te moleste que te peguen el ojo. –el de cuernos se acomodó en su asiento y siguió jugando sin esperar una respuesta.

Louie miro sin entender a quién tenía frente suyo. ¿Entonces no tenía ninguna relación el tal Hans con la trampa? Él volvió a mirar sus cartas, pero su cabeza seguía dando vueltas en el problema principal. ¿Qué estaba haciendo el dueño del casino para seguir ganando? Los adultos del cuarto comenzaron a hablar de lo bueno que sería tener algo para beber mientras seguían haciendo sus turnos.

— Chico, no creo que haga ningún cambio esto en la partida. –Goldie admitió con un tono de todo menos alegre. –Sí, también creí que llevaba esa trampa una vez, pero créeme, es otra cosa. No sé qué hace, pero es como si supiera cuales son todas las cartas sin tener que verlas.

El de verde se centró en esa aseveración. ¿Qué podía hacer que eso fuera posible? Tal vez tenía un artefacto que le ayudaba a ver que era cada carta. Al pensar en eso, pareció que había llegado a una idea con sentido, pero su tren de pensamientos fue interrumpido.

Problemas de identidad | DucktalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora