Todo lo hago por ti

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Ahí estaba otra vez, ese sonido que no me deja dormir tranquila. Nadie me cree. Piensan que se trata de algo típico de los niños: sentir ruidos extraños, ver monstruos en la oscuridad, pero no es así. Yo sé que algo está pasando en el sótano, ¡y lo tengo que averiguar!
Me levanto, tomo la linterna que guardo bajo la cama, y camino hasta la puerta. Coloco mi mano en la manilla y suspiro. Estoy nerviosa, asustada, dudo en seguir... Finalmente me armo de valor y abro la puerta del dormitorio.

Inspecciono por toda la casa y no encuentro nada fuera de lo normal. Tal vez mamá esté en lo correcto y los ruidos sean solo producto de mi imaginación, aunque todavía no he revisado aquel lugar al que tengo prohibido ir...

Desde pequeña mamá me advirtió que jamás bajara al sótano. La estoy desobedeciendo, pero tengo que hacerlo. No me importa si me castiga, ¡tengo que averiguar que está pasando!

Abro la puerta que da al sótano y bajo lenta y cuidadosamente por la escalera, pero aun así un peldaño cruje como si fuese a ceder ante mi peso. "Debo tener cuidado al subir de vuelta", me digo a mí misma.

El sótano es mucho más oscuro de lo que imaginaba, con mi linterna apenas consigo alumbrar cajas cubiertas por sábanas y algo que llama mi atención: una cortina de un color que no logro distinguir, en una pared al final del sótano. Voy hacia ella para ver qué hay detrás y cuando estoy enfrente vacilo un poco, pero igualmente hago la cortina a un lado.

No doy crédito a lo que mis ojos ven. Tras la cortina hay un hombre atado a cadenas, muy delgado, con ropas ajadas y rotas. Al parecer, lleva mucho tiempo en esas condiciones, y lo peor de todo es que está muerto. Me pongo a llorar, pensando en que los ruidos que yo sentía, esos que mamá decía que me los imaginaba, eran los intentos desesperados por pedir ayuda de este pobre señor.

Oigo pasos en la escalera, por lo que me escondo tras una caja mientras intento calmarme para no delatar mi presencia. Demasiado tarde, mi madre sabe que estoy en el sótano.

— ¡Ay, hija mía, te lo advertí! — exclama ella — No bajes jamás al sótano, pero no me hiciste caso. Si hubieses sido una niña obediente no tendría que castigarte...
No puede ser. No, no mamá. ¿Ella asesinó a ese hombre? ¿Habrá matado a más gente? Toda mi vida he estado con una asesina... ¡No! Mamá no puede haber hecho esto. Ella es buena, dulce, cariñosa... Ella es...

— ¡Eres una mentirosa! — le gritó y huyo en dirección a las escaleras.

— ¿A dónde crees que vas? — pregunta mamá —, no hemos terminado de hablar todavía...

— ¡Cállate! — le grito corriendo escalera arriba, pero el peldaño flojo cede y mi pierna pasa de largo, dejándome atrapada.

—¿Por qué haces esto, hija? — pregunta mamá —. Después de todo lo que he hecho por ti... Te salvé de este desgraciado que solo las maltrataba a ti y a tu madre. A ella la maté rápidamente, para que dejara de sufrir, pero a él le preparé un destino peor, lo borré de tu memoria y lo mantuve con vida aquí abajo, para que así pagara por todo lo que hizo. Hace un par de días atrás lo encontré son vida y estaba planeando como deshacerme del cuerpo. Supongo que no lo alimenté lo suficiente, mi prioridad después de todo era tu bienestar.

— ¿Ese hombre era mi padre? — pregunto sin dar crédito a lo que oigo. Ella asiente —. Y tú... ¿Tú que eres?

— Soy tu madre, mi amor — responde subiendo lentamente por los peldaños mientras adopta su verdadera forma —. Todo lo que hice fue por ti, no puedo entender por qué me desobedeciste, si lo hice todo por ti...

Ya está encima de mí.Cierro los ojos y aquella cosa horrible me envuelve en su maternal abrazo.

Donde habitan los fantasmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora