Aún recuerda las muecas de asco que realizó la matriarca Senju. Recordaba a la perfección la ácida risa del patriarca Senju. Su mente todavía vislumbraba las muecas de asco de los menores Senju.
Sabía que estuvo bien que la pequeña hoz de jardinería pusiera final a la vida de la mayoría de esos Senju.
Una y otra vez el recuerdo del semblante triste de Hashirama se mostraba en su mente. En como el primogénito del matrimonio Senju rogaba que él no tocara por nada en el mundo a Tobirama.—¡Madara! —escuchó que su primo Hikaku lo llamaba—. Últimamente, te veo muy distraído. —dijo el menor con un semblante de preocupación.
El mayor de los Uchiha lentamente fue abriendo sus ojos para olvidar el fatídico recuerdo que él mismo creó.
—Solo... Pienso en algo. —admitió Madara.
—Por cierto, escuché que un noble arregló un matrimonio con el chico maldecido, ¿puedes creerlo? ¿Quién en su sano juicio sacrificaría a su hija? ¡Encima son parientes, primos lejanos! —Hikaku comenzó a contar con detalle todo sobre el matrimonio arreglado que se daría entre Tobirama Senju y Toka Senju.El inmundo sabor a bilis abordó la boca del príncipe Madara.
La última vez que sintió algo como eso fue cuando Izuna le dijo de quien estaba enamorado. Fue repulsivo.Madara dejó de escuchar cada palabra que vociferaba su primo mientras cerraba cuidadosamente los ojos.
Sentado en su trono, poco a poco cayó inmerso en el primer hecho fatídico de su vida. En lo que todos llaman Destino Inevitable.—¡Hermano! —gritó Izuna con horror mientras iba retrocediendo hasta que su espalda chocó contra la pared de ladrillos.
El ramo de rosas rojas que traía la mano diestra del Uchiha menor cayó pesadamente al suelo.
La respiración de Izuna se hizo irregular mientras miraba con horror a su atacante.
La habitación se cubrió de un desgarrador grito de dolor mientras los parpados del menor eran brutalmente cortados.—¡Duele! ¡Aniki, duele! —repitió el joven príncipe mientras tocaba con desesperación sus parpados, buscando abrirlos, pero sin éxito alguno—. ¡No puedo ver, aniue! ¡Por favor, ayúdame! —rogó el menor mientras buscaba correr de su atacante, pero inmediatamente se tropezó con una mesa de la habitación, provocando que cayera al suelo.
El diestro atacante se subió encima del menor, alzó la pequeña hoz de jardinería y sin piedad alguna lanzó un profundo corte al cuello del joven.
—El destino es inevitable, Izuna. —dijo con una voz profunda mientras observaba sin culpa alguna como el menor jadeaba en desespero mientras la sangre brotaba a cántaros de su garganta.
—¿Me escuchaste, Madara? —interrogó Hikaku con un poco de molestia tras ver que su primo mayor parecía dormirse.
—Perfectamente. Solo... Recordaba algo del pasado. Un suceso que debería de olvidar.
—¿Acaso es sobre Izuna? Deberías dejar de atormentarte. Tú únicamente pudiste encontrar el cuerpo sin vida de tu hermano luego de la junta. —dijo Hikaku con preocupación.Madara aguardó silencio por varios segundos hasta que finalmente habló:
—Aun así, el remordimiento me carcome por completo. No es fácil abrir la puerta y ver a tu querido hermano menor muerto luego de la muerte de mis padres. —Lentamente, Madara se levantó de su trono y se apartó de Hikaku sin observarlo en ningún momento.
El menor llamó repetidas veces al mayor, pero en un momento decidió desistir al ver la enorme tristeza que portaba Madara. Para él era entendible que su primo estuviera cubierto de luto por perder todo lo que amaba. Perdió a sus padres, a su último hermano menor, a su mejor amigo y no podía estar con quien amaba porque ese era un ser maldito.
—Primo... Que Dios se apiade de ti y te otorgue la calma que tanto anhelas junto a una próspera felicidad. —deseó el menor antes de seguir con su trabajo de consejero.
—¿Crees que permitiría que nuestro hijo se casara con un Uchiha? Primero muerta? —La repulsiva voz de la fémina de cabellos blancos se escuchó a la perfección, mientras que de fondo se podía percibir la risa de su marido.
Esa maldita mujer era tan cruel como lo presentaba su maldita apariencia; pálida, de ojos rojos como la sangre y cabellos salvajes color nieve... Tobirama heredó todo de ella.
Por otro lado, el marido de esta era un hombre de tez bronceada, de cabellos lacios marrones y unos ojos avellanas... Hashirama heredó todo de ese sujeto.—No... —susurró Madara tratando de volver a la realidad.
Con un caminar parsimonioso llegó a su propio jardín, donde allí tomó entre los dedos de su mano diestra un lirio naranja. Una flor que podía representar solo cuatro cosas: "Ardo de amor por ti", odio, desdén y orgullo.
—Toka Senju... Me pregunto si así como llegaste, así te irás. —De manera lenta, Madara sujetó en su mano siniestra la pequeña hoz de jardinería y de manera veloz cortó el tallo del lirio naranja, permitiendo que la hermosa flor cayera al suelo.
Observó por varios segundos con un semblante serio esa flor hasta que sin previo aviso la pisoteo.
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Aiyoku no Prisioner
FanfictionUn bello joven posee una horrible maldición: todo aquel que ama románticamente terminará en la tumba. Un príncipe de la nobleza también posee una maldición por algo que siempre ha querido, ¿se podrán consolar entre ellos o la maldición perdurará pa...