Capítulo 1

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Lys

A ver... ¿Por dónde empiezo?

Estaba en mi cama durmiendo, como hacen todas las personas por la noche y amaneció en un precioso día, hasta que me di cuenta que empezaban las clases, me estaba costando bastante despertarme y mi madre, como es muy entusiasta con los primeros días de cualquier cosa, estaba tocando mi puerta como una loca para que me despertase. Y con menos ganas de las que tenía para vivir, me tuve que levantar antes de que se convirtiese en un tanque y echase la puerta abajo.

-¡LYS! -me llamo desesperada- ¡Levanta que vas a llegar tarde!

-¡YA VOY, que no se va a acabar el mundo mujer! –le respondí yo en mi tono sarcástico de siempre.

Me dirigí hacia mi armario con la intención de poner algo oscuro, como unos pantalones y una chaqueta negra. Cuando los encontré, 10 minutos más tarde, me puse mis vans negras y salí. Desde que mi madre me escucho bajando los escalones del segundo piso me dijo:

-Por fin, pensaba que te engulleron las sabanas –dijo ella, en un intento pésimo de hablar en mi idioma favorito, el sarcasmo- ¿vas a ir así a clase? –dijo después mirando de arriba abajo.

-Sí –respondí yo- ¿no te gusta? –le dije con una sonrisa genuina en mi semblante.

-A ver – empezó ella- diga lo que diga vas a hacer lo que quieras, así que, si me gusta –dijo ella, haciendo que me replantease si lo del tono sarcástico era hereditario.

-Tus palabras me han llegado mamá –dije yo fingiendo que me secaba una lágrima.

Me miró con su típica cara de asco, que algunas veces me ponía y yo me moría de la risa, mientras terminaba de preparar el desayuno, que para el cual hizo tortitas con chocolate.

Cundo me las acabé, me levante con intención de lavarme los dientes, pero sonó el timbre. Mi madre me miró y dijo:

-¿Esperabas a alguien? –Yo negué con la cabeza y se levanto como la mama leona que era con intención de proteger a su cría- No te muevas. Y si vienes, que es lo más probable porque nunca me haces caso, vete detrás de mí.

Como yo soy muy graciosa le hice el gesto que hacen los soldados cuando van a acatar órdenes y ella negó con la cabeza, lo que hizo que la situación pasase de ser punzante a ser algo cómica gracias a la carcajada que solté y después la soltó ella. Llegamos a la puerta y ella miró por la mirilla y me miro con cara de insuficiencia lo que seguido a ese gesto abrió la puerta y era mi prima a la que tanto adoraba y con la que me iba ya que mi madre tenía que llevar a mi hermana ,la cual estaba felizmente durmiendo, al colegio, ya que el instituto y el colegio empezaba el mismo día.

-¡HOLA FAMILIA! – dijo mi prima, Olena, con su gran alegría de la que algunas veces nos quejábamos- ¿Estás lista o tengo que esperar una hora? –sí, confirmo que lo del sarcasmo era hereditario.

-Lo que tu digas Einstein, -le tenía ese mote porque siempre sacaba sobresalientes en todas las asignaturas- dame cinco minutos y estoy –Olena puso los ojos en blanco.

Y efectivamente cinco minutos más tarde baje lista para irme a mi cárcel que duraba nueve meses de cada año de mi vida. Mientras íbamos caminando por la calle hasta llegar al instituto, miramos las clases y descubrimos que este año nos había tocado juntas, por sorprendente que suene, nunca nos había tocado en la misma clase juntas. En la entrada del instituto miraban todos expectantes hacia un punto que se cruzaba con nosotras yo no hice nada. Ya que di por hecho que habría otra persona detrás de mí y sería sorprendentemente nueva, porque todos nos conocíamos en ese pueblo, y estarían admirándola como si fuese un famoso de Hollywood.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora