No había sonado el despertador, no me había hecho falta. Llevaba la mayor parte de la noche despierto. Había cambiado de postura veinte mil veces. Nada tenía que ver Victoria en mi imposibilidad para dormir. O tal vez sí, pero no sabía encajar de qué manera.
En cuanto vi la primera línea naranja a través de la ventana decidí levantarme. Salir a correr a primera hora podía surtir dos efectos totalmente impredecibles: activarme o adormecerme.
Fuera cual fuera el resultado, necesitaba que saliera por alguna parte. Necesitaba entender qué me estaba pasando y el motivo por el que se había instalado esa presión desconocida en el pecho.
Tapé a Victoria antes de abandonar la habitación. A ella aún le quedarían unas cuantas horas para desperezarse. Podría pasar a comprar algo dulce e hipercalórico por alguna pastelería artesanal y hacer café a mi regreso. Incluso podría adelantar algo de trabajo para poder volver a una hora prudente durante la siguiente semana laboral.
Vivíamos en Núñez de Balboa. Mi madre no había estado muy de acuerdo con la ubicación, pero estaba a una distancia intermedia entre su casa y mi trabajo.
Nunca se debe elegir una casa con su correspondiente hipoteca en función del trabajo que tengas porque nadie sabe dónde vas a estar el día de mañana.
Victoria se había enamorado de un apartamento acogedor y luminoso en La Latina. Le había dicho que no totalmente condicionado por ese primer empleo en el que podía ejercer mi vocación y con el que me sentía valorado. Recordaba que había supuesto nuestro primer enfrentamiento serio porque ni siquiera había querido ir a verlo.
Pocos meses después tuve que buscar un estudio en Londres. No tenía queja. Vistas al Támesis, garaje propio, bastante luminoso para ser Inglaterra y solo tardaba veinte minutos en coche en llegar a la oficina.
Pocas veces vi la luz entrar por aquellas ventanas. Anochecía tan pronto que cuando llegaba a casa apenas quedaba el calor residual del día. Salía con el sol aún escondido y llegaba a la oficina cuando empezaba a amanecer.
Para una persona que había pasado todos los veranos de su vida en el sur, la vitamina solar era imprescindible. Además, siempre había tenido una tez morena, pero cuando volví la primera vez tanto Victoria como mi familia se asustaron.
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INMARCESIBLE
RomanceEl amor no tiene que poderlo todo. A Hugo y a Victoria dejó de serles suficiente tiempo atrás, aunque siguieran remando contracorriente. Se ampararon en algo idílico y pretendieron construir desde ahí. Pero, ¿qué pasa cuándo el amor no es como te lo...