Lo vi con su bastón mirando a los chavales de la plaza. Miraba el balón deslizarse entre sus piernas y conquistar porterías que inspiraban sueños mucho más grandes.
Su periódico iba bajo el brazo izquierdo, y el bastón, a decir verdad, no tocaba nunca el suelo. Se sentó en una cafetería. Le preguntaron si quería lo de siempre y él sonrió afable por el hecho de que lo recordaran, como si ir cada mañana no alimentara dicho interrogante.
Nieves llegó antes que nadie, al menos al punto de encuentro. Cubrió sus ojos cansados por su espalda y él jugó con ella a adivinar quién era, como si no hubiera sentido el tacto de sus manos evolucionar a lo largo de los años por medio de caricias.
Mis sobrinos escalaron por el regazo de su abuelo, que se armaba de valor y relegaba el café al frío de una primavera que parecía retrasarse más de la cuenta.
El bastón se quedó apalancado en la silla. Nieves sacó a Olivia del carrito y empezó a gritar de júbilo. Quería jugar con sus hermanos y patear el balón con su abuelo.
Inspiré profundamente y miré el cielo. Supuse que Victoria habría salido sin paraguas de casa como siempre y tendría que pasar a recogerla al trabajo. Por mi parte, las horas extras que había ido acumulando podía emplearlas en aquella mañana, en esa reunión familiar en la que Micaela contaría chistes terribles, Rafael sacaría los trapos sucios de cada uno y Nieves trataría de mediar, sin dejar pasar la oportunidad de soltarnos más de una pulla a cualquiera de nosotros.
—¿Se te ha roto el reloj? —preguntó mi hermano mayor tras darme una colleja.
—Micaela aún no ha llegado—dije con un hilo de voz.
—Micaela siempre llega tarde, le gusta crear expectación.
Me deshice de la chaqueta del traje y me quedé con el chaleco abierto jugando con los más pequeños. Como ya preveíamos, Micaela llegó más de media hora de retraso y ocupó una de las sillas que rodeaba la mesa en la que estábamos. Para sorpresa de todos, no iba sola. Dirigí la mirada a mi padre y él me la devolvió suplicante. Una tregua ahora que nos reencontrábamos. El recuerdo de tener la familia al completo.
—¿Cómo te va todo, cariño? —preguntó mi madre sentándose a mi lado y acariciando mi mano. Eran muy similares a las de Nieves y no tenían nada que ver con las de Micaela, que se parecían algo más a las de nuestra familia paterna.
—Bien—dije con cierta reticencia.
—¿No piensas decir nada? —inquirió Nieves mirando a Rafael y poniéndose en pie con Bruno y Gael tirando de su camiseta. —Un momento, niños...
—¿Pero está confirmado? —ella asintió sonriente y él se frotó las manos alzando una cerveza chorreante. — Nieves ha conseguido un acuerdo con la madre de Diego y va a pasar conmigo un par de semanas este verano.
—De hecho, está dispuesta a que, si Diego quisiera, alarguéis su visita hasta que se reincorporé al próximo curso.
—¿Cómo? —preguntó emocionado.
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INMARCESIBLE
RomanceEl amor no tiene que poderlo todo. A Hugo y a Victoria dejó de serles suficiente tiempo atrás, aunque siguieran remando contracorriente. Se ampararon en algo idílico y pretendieron construir desde ahí. Pero, ¿qué pasa cuándo el amor no es como te lo...