Prólogo

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 La luna, con los ojos cerrados, se niega a iluminar el reino rojo y sus habitantes adormecidos son incapaces de escuchar los lejanos gritos de su gente. La única aldeana que despierta, lo hace por un punzante dolor en sus tobillos y por algún motivo, no puede evitar ser aturdida por un ruido de pesadas cadenas que ahora la atormentan.

Con los ojos entrecerrados, Morana Galanis se levanta de su incómoda cama y con la intención de llamar a su dragón, recita un mantra tres veces.

Ignis draco, ad me

Ignis draco, ad me

Ignis draco, ad me

Y en míseros segundos, siente la presencia de Vocatus en su techo. La jóven hechicera, siguiendo sus instintos más necios, se dirige hacia su ventana y desplegando las rojas cortinas, se da la vuelta para después dejarse ir. Se deshace del previo control sobre sus músculos para después desvanecerse en la brisa de la fría noche. El dragón rojo, completamente en sintonía con su impulsiva amiga, le permite aterrizar en su lomo.

—Llévame a los gritos del bosque.—demanda la chica, y un nerviosismo que intenta esconder se hace presente en su voz.

La enorme criatura de caos y fuego deja salir un gruñido gutural pero extrañamente calmante. En la mente de Morana, ese sonido se asemeja a un adorable ronroneo infernal.

La travesía a su destino no es particularmente veloz, ya que Vocatus es un dragón anciano con un par de problemas en su columna, lo cuál dificulta la eficacia de los vuelos. Está presente en la familia Galanis desde el primer brujo que cargó este apellido y su fidelidad, aún siendo condicional del trato que recibe, es infinita cuándo recibe el respeto que exige.

El bosque se encuentra a diez minutos del reino pero Morana llega después de media hora, cosa que es de esperarse teniendo en cuenta la velocidad con la cuál el dragón vuela.

La chica se baja del lomo de Vocatus y después de darle un abrazo de agradecimiento a la criatura, le permite descansar con la promesa de que lo llamaría si se encuentra con un peligro cuya gravedad excede la magnitud de sus poderes.

La realidad es que es una de las practicantes más fuertes del reino, pero cuándo siente miedo, todas sus habilidades desaparecen completamente por un par de minutos, creando una desventaja en batallas físicas. Y por este motivo, suele tener la ayuda de los dragones del reino cuando se ve envuelta en un combate con los soldados dorados, quiénes cruzan la frontera de los reinos para cometer atrocidades semanalmente.

Un grito desgarrador la obliga a salir del trance en el cuál se encuentra durante la comunicación con Vocatus. Necesita escucharlo con claridad y su mente debe estar limpia para lograr ese cometido.

—Espérame aquí. —susurra antes de salir corriendo hacia el corazón verde del bosque mágico. Sus pies no habían recorrido una distancia razonable cuándo se encuentra con un cadáver que le rompe el corazón, ya que fue capaz de reconocerlo cómo el hijo del panadero del reino.

Lamentablemente, ya no le resulta tan desgarrador ver a uno de los suyos en un cuerpo inerte, con los ojos negros y muertos. Está acostumbrada a la violencia que conllevan las guerras eternas, batallas que existen desde antes de su primer respiración y que no acabarán después de que exhale una última vez.

Se puede ver una diferencia clara entre la sensibilidad de la chica la primera vez que vio un difunto y ahora, que presenció la sangre fría de su amigo de infancia y no dejó salir ni una lágrima rebelde. Ya no tiene tiempo para eso, lo perdió después de la primera vez que usó su espada para asesinar a un enemigo.

—¡Auxilio!— gritaron a una corta distancia y la pelinegra lo escuchó a la perfección.

Aleja la mirada de su amigo fallecido y corriendo, se dirige hacia el origen del grito. Pero lo que no se espera, algo que nunca creyó verse obligada a presenciar y que la atormentará durante el resto de su vida: su hermana sujetada por incontables cadenas siendo golpeada por un guardia real dorado, quién se refiere a la pobre chica cómo una nueva esclava para el reino.

Morana no logra moverse, no puede emitir ningún sonido: está asustada. Después de cinco años sin sentir nada, la jóven se limita a sentir miedo, en su estado más puro y amenazante.

Y sabiendo que no logrará salvar a su hermana, le pide respuestas a través de su conexión mental, energética y genética.

—Siguen esclavizandonos, nunca dejaron de hacerlo. La diferencia es que ahora secuestran a cuatro rojos por mes, permitiéndonos creer que después de tantos años, somos libres.— susurra Clarissa, y únicamente Morana fue capaz de escuchar una frase que no salió de sus labios, y sí de su mente.

Con una mirada cargada de veneno, la jóven hechicera roja le promete, sin palabras, que rescatará a los campesinos arrebatados de sus hogares.

Y liberándose del trance mágico en el que se quedó atrapada durante esos tres infinitos minutos, puede llamar a Vocatus, quién le responde con un corto sonido de afirmación.

Cuándo Morana sale de trances causados por un pánico que es incapaz de controlar, pierde cualquier capacidad de concentrarse para ejecutar una órden mágica y por ese motivo, no puede defenderse sola.

El dragón es capaz de llegar al paradero de Morana después de cinco minutos, pero trágicamente, ya es demasiado tarde. Se llevaron a Clarissa.

Orden y DesgobiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora