Capítulo 1

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Irina es una mujer inflexible, genuinamente austera. Acusada de asesinar a sus primeros dos maridos, hombres que murieron en circunstancias misteriosas, es conocida por practicar rituales lunares con sus dos hijas: Morana y Clarissa.

Su esposo es un hombre amable y rendido ante el carácter de Irina, que ama a la poderosa hechicera y no le arrebata ningún tipo de protagonismo, sabiendo que nunca tuvo la oportunidad de ser el patriarca familiar. Su amada cónyuge es la encargada de poner las reglas en la casa, pero también en el reino, ya que su título de duquesa le otorgó el puesto de mano derecha de la reina.

En el reino rojo, más conocido cómo Karmir, se conoce a las hijas de la duquesa respectivamente cómo 'Lady Morana' y 'Lady Clarissa'. Quiénes, al contrario de sus padres, decidieron vivir junto a los aldeanos, en un pequeño edificio de piedra habitado por jóvenes brujas rojas.

Las chicas son extrañamente cercanas, y se rumorea sobre rituales de sangre con el objetivo de unir sus almas. La habladuría no es completamente falsa pero aún sabiendo esto, las cinco hechiceras nunca quisieron desmentir todo esto porque aparte de ser parcialmente verdadero, también les resulta hilarante ser percibidas de esta forma.

El secuestro de Clarissa las llevó a trazar un plan de acción con rapidez, y a tomar medidas preventivas para la protección de su amiga.

Después de proteger el cuerpo de la chica con la bendición de los dragones y con el auxilio de hierbas protectoras, llamaron a sus ancestros para pedirles ayuda con el resguardo del alma de la víctima del rapto.

Law sonríe para después dejar salir una pequeña carcajada maquiavélica, cosa que llamó la atención de las otras cuatro chicas, quiénes la miraron cómo si fuera tonta.

—No te pongas psicopática chica. Sabes que das un poquito de miedo L.— murmura Eris, mirándola mientras la juzga con sus ojos rojos.

Los habitantes de Karmir son reconocidos con facilidad, ya que comparten un par de rasgos físicos: ojos rojizos, piel marrón y cabello rojo carmín.

Son diferenciados de los provenientes de Chrysa, el reino dorado, en míseros instantes.

Esto se debe no sólo a la evidente desemejanza entre sus facciones físicas, sino también a su carácter tan radicalmente diferente.

Los dorados tienen ojos amarillentos, piel pálida y cabello áureo. Con sonrisas constantes y una supuestamente dócil idiosincrasia, viven para servir a un Dios que les permite practicar únicamente magia blanca, y que aprueba a un tipo muy específico de personas: pálidos, sumisos, bondadosos y deliberadamente misóginos.

La gente de Chrysa comparte un oscuro pasado con los rojos. Los esclavizaron durante doscientos años y las víctimas de esta atrocidad lograron escapar de las garras de los dorados al aprender a practicar magia negra y a defenderse con la misma.

—¿Qué se te ocurrió?— le pregunta Morana, mirándola con los ojos entrecerrados.

Law es una hechicera de cuestionable ética y por esto, suele cometer algunos crímenes en el nombre de un bien mayor. Desde cortarle un mechón de cabello a la reina adormecida hasta cortarle los testículos a un desconocido que eventualmente se desangró, puede llegar a ser esporádicamente sociopática, desactivando su empatía por un par de horas.

—La reina es conocida por ser una cambiaformas, esto es un hecho reconocido por todos nosotros. Lo que no se sabe, es que con su sangre se puede hacer una poción que le otorga sus poderes temporalmente al que la tome. —explica con una sonrisa diabólica, cruzando sus brazos dramáticamente.

—Una de nosotras podría ir a Chrysa y colarse en el palacio real para rescatar a los rojos abducidos. —concluye Astrid, verbalizando lo que todas ya sabíamos por algún motivo.

Necesitamos la sangre de la reina.

Las muchachas se miran sabiendo qué les espera y, cómo si no estuvieran por hacer algo que podría arrebatarles la vida, alternan sus miradas dentro del pequeño círculo en el qué se encuentran y sin decir nada, saben qué para lograr su cometido, necesitan la ayuda de la duquesa.

Irina tiene una conexión de completa confianza y absoluta cercanía con la monarca y nunca se le ocurriría traicionarla de ninguna forma, y por eso tendrá que hallar otra manera de obtener su sangre.

Mater, instanter egent auxilio

Morana llama a su madre con un pequeño mantra improvisado, uno que le facilita la transmisión de energía a una distancia tan larga.

Las mujeres Galanis tienen la capacidad de comunicarse sin palabras que alteren el estado de sus cuerdas vocales. Telepáticamente, pueden hablar sobre lo qué sea y usan este medio de correspondencia cuándo no tienen la oportunidad de dialogar personal y físicamente.

—¿Qué hicieron ahora?— pregunta Irina, entrando por la ventana abierta del techo de la habitación y su tono de regaño no pasó desapercibido.

Las jóvenes la miran confundidas, sin entender cómo logró ingresar a través de una claraboya ubicada en el tercer piso de un edificio.

—Me trajo Timet.— explica, señalando al pequeño dragón que nos mira a través del techo.

Timet es el hijo más jóven de Vocatus, pero al contrario de su intimidante padre, es una criatura asustadiza y frecuentemente dominada por su ansiedad. La realidad es que unas semanas después de su nacimiento, se cayó de su nido. Y después de este acontecimiento, la idea de volar le resulta aterrorizante pero lamentablemente necesaria.

—Los dorados tienen a Clarissa, siguen esclavizandonos. Para salvarla necesitamos la sangre de Rhiannon.— explica Morana, sin el tipo de tacto que se requiere para dar una noticia tan trágica.

Irina asiente, e inmutada llama a Timet, quién la recoge en el suelo de la habitación.

Sabe qué necesita hacer para salvar a su hija, pero no sabe cómo afectará todo esto a la persona más importante de su vida.

Jamine Tookes cómo Irina

Orden y DesgobiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora