Capítulo 3

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—Genial, ya tenemos el ingrediente principal para la poción. Ahora necesitamos los otros dos.— explica Law, dejando a Astrid perpleja y a Morana estresada. Eris se limita a asentir con indiferencia, cómo quién no entiende lo que realmente está ocurriendo.

Esta última hechicera es una chica divertida, con una energía leve y dinámica. No tiene una gran facilidad para concentrarse o para entender qué está ocurriendo una enorme porción del tiempo. Suele prestar atención cuándo hay situaciones en las cuáles reinan el caos y la discordia, divirtiéndose en ambientes disfuncionales.

—¿Qué más necesitamos? Nunca aclaraste que necesitábamos algo más.— pregunta Astrid con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Su carácter puede llegar a ser completamente colérico, es una bruja dominada por el fuego.

—Orquídeas de sangre y algas doradas. De Vriko y Kani, respectivamente.— expone Law, con una tranquilidad que no le llegó a las demás chicas, quiénes sienten cómo sus pieles se convierten en un aterrorizante iceberg.

—Reino de los vampiros y de las sirenas. Lo que me faltaba.— espeta Morana soltando un sonoro suspiro. —Que no se les ocurra acompañarme, este es mi problema a partir de este instante. Me voy con Pyrka en el amanecer.— agrega finalmente, sin dar lugar a reclamos.

—Perfecto, vete sola. ¿Pero no te parece imprudente ir con la dragona más peligrosa del reino?— pregunta Eris, la preocupación dominando su voz.

—Para nada, lo último que querría es controlar una energía libre. Pyrka es una criatura poderosa y protectora, su caos es el mío cuando estamos juntas— sostiene Morana, repitiendo un argumento que ya ha expuesto mil veces.

Los dragones no son cabras que puedan ser diagnosticadas. Su energía es caos, es lo primitivo y lo que nunca se podría cambiar.

Estas majestuosas criaturas son víctimas de hechiceros que intentan dominarlas a diario, pero le tienen un aprecio eterno a los que respetan su individualidad cómo seres mágicos e infinitamente poderosos.

Morana no siente la necesidad de guardar mucho en su bolsa de cuero marrón; una navaja, cristales de protección y de invisibilidad bendecidos por Vocatus parecen ser suficientes.

La idea de llevar demasiado le resulta no sólo abrumante, sino también estúpida. Una pequeña parte de sus viajes serán hechos con sus pies cómo vehículo principal, ya que por necesitar buscar ingredientes específicos, tiene también la obligación de rastrear objetos con cierta cercanía a los mismos. Investigar su disponibilidad desde el lomo de un dragón sería aparte de ineficaz, ridículo.

La realidad es que hace un par de horas, le mintió a sus amigas. No pretende emprender viaje cuando salga el sol, dijo esto para no ser seguida por las hechiceras, quiénes por ganas de ayudarla, son capaces de arriesgar su vida.

—Pyrka, ¿cómo te encuentras?— le pregunta a la enorme dragona negra que le devuelve la mirada con cariño.

Su respuesta es un gruñido, uno que la invita a tocar su frente para lograr comunicarse con la criatura.

Siento tu miedo. Dime quién es el culpable.

—Los dorados tienen a Clarissa. Para hacer la poción necesaria para el rescate, necesitamos ir al reino de los vampiros y al reino de las sirenas.— explica Morana, suspirando mientras se recuesta en una de las patas de Pyrka.

Súbete pequeña criatura.

Con una pequeña sonrisa de agradecimiento, Morana le pide ayuda para subirse a su lomo, ya que sola, no puede subirse a un ser de cuatro metros de alto sin contar su cuello.

Pyrka abre su enorme boca, invitando a la hechicera a sentarse en la misma. Y después de lograr su cometido, la deposita en su lomo con delicadeza.

—El reino de los vampiros es reconocible por su olor a sangre y sus montañas negras, está a ochocientos kilómetros al noroeste del reino.— aclara Morana, pero la respuesta de la dragona es un gruñido en forma de reclamo.

Entendiendo la frustración del enorme animal, Morana decide proponer una solución que tenga la capacidad de permitirle descansar durante el viaje a Pyrka.

—No te preocupes, podemos parar en el reino de las hadas y pasar una noche ahí. Está a cuatrocientos kilómetros, por lo tanto llegaríamos dentro de cuatro horas, en el amanecer.— ofrece la chica con amabilidad, acariciando el gigantesco cuello negro de la dragona.

Lo que quieres es ver a tu ex la ninfa, a mí no me engañas.

Morana deja salir una pequeña carcajada cargada de la vergüenza que le provoca el ser descubierta por Pyrka.

El reino de las hadas, más conocido cómo Pradicta, es un lugar pacífico, teniendo un buen vínculo con los rojos y con los dorados.

Cuándo la jóven hechicera roja tenía dieciséis años, viajó con su padre a este fantástico reino y en el mismo, conoció a una mágica ninfa que la dejó embelesada durante todo ese verano.

Compartió sus primeras experiencias románticas e íntimas con la extraordinaria chica. Pero cuándo terminaron sus vacaciones veraniegas, se despidió de la ninfa con una promesa que no cumplió: que la volvería a ver el verano siguiente.

Faltan dos horas para llegar a Pradicta, deja de pensar en el pasado.

La voz de Pyrka retumba en la mente de la jóven roja y sacándola de un trance motivado por felices recuerdos que actualmente le resultan trágicos, la obliga a pensar en el presente.

En su hermana, quién corre peligro en este mismísimo instante y en los incontables rojos esclavizados por una especie de hechiceros que creen ser la raza pura de brujos únicamente por su color de piel y por una hipócrita moralidad. No practican magia negra, pero con su magia blanca, incineran a los dorados que no siguen unas anticuadas y segregadoras reglas. 

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⏰ Última actualización: Feb 21, 2022 ⏰

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