En el mundo hay tres géneros, alfas, betas y omegas.
Volkov es omega y odia a los alfas.
Volkov es omega, pero trata de sobrevivir por el bien de su hijo.
Los alfas son motivo de sus desgracias pero también de su dicha.
Los alfas le dieron la espalda, se lo arrebataron todo dejándolo a la deriva, solo con un niño que no sabía cómo criar.
Los alfas le quitaron sus alas pero él se armó unas de papel con las cuales poder elevar el vuelo.
Varios años habían pasado desde ese día en el que todos, incluso la persona que le jurase amor eterno, le dieron la espalda.
Varios años en los que aprendió que no hay que esperar nada de nadie, mucho menos de los alfas, pues estos simplemente buscan satisfacer sus necesidades, olvidándote luego sin ningún remordimiento.
Aprendió a avanzar, por él y por su hijo, porque el niño no tenía la culpa de los infortunios de su padre, porque al verlo, tan pequeño, se dio cuenta que este más que un castigo era una bendición que lo ayudaría a seguir.
Los meses de embarazo, las noches que se había torturado, donde su llanto llenaba el silencio, quedaron atrás, el dulce rostro de su hijo, sus manitas que apretaban su dedo, los ojos que lo miraban fijamente, fueron motivo suficiente para ponerse de pie.
Después de muchas luchas, por fin comenzaba su nueva vida en una ciudad completamente desconocida, alejado de todos los que alguna vez lo dañaron.
- Papi ¿esta es nuestra casa? - la vista de Volkov se desvió de aquella casa hacia su pequeño, quien se sostenía de su mano.
Alec tenía poco de sus rasgos, quizás lo único que compartían eran sus ojos grises, pero donde su cabello era de un tono grisáceo el de su hijo era negro azabache, donde su piel era pálida la de él era más bien oliva pero sin llegar a ser morena, donde su personalidad era apática la de él era totalmente risueña. Su hijo era una contraposición a su persona.
- Lo es cariño - afirmó agachándose para besar su frente, el niño era lo único que tenía, el motor de su vida - ven entremos.
Ambos se embarcaron en esa nueva aventura, ingresaron a su casa, el pequeño comenzó a corretear por el lugar con curiosidad mientras que Volkov abría las cajas que las personas de la mudanza habían dejado en la mañana. A medida que sacaba los diferentes objetos y los colocaba en su lugar, sintió que por fin podía respirar, desde ese momento todo iría mejor.
Los días pasaban con rapidez, gracias a su aspecto, Viktor podía pasar fácilmente por un alfa, y aunque odiaba admitirlo, fingir ser uno era la mejor forma de conseguir trabajo. Nadie quería contratar a un omega, para la sociedad estos eran completamente incompetentes, incapaces de realizar una tarea que no tuviese que ver ofrecer su cuerpo o cuidar niños, por lo tanto, no le quedaba otra alternativa.
Un hombre de dos metros, con complexión delgada y algo de musculatura, de buena apariencia pues sus ojos grises y cabello de la misma tonalidad le daban un aire exótico, podría decir que era alfa y todos le creerían fácilmente. Lo único que quizás le preocupaba era Alec, los niños por lo general se quedan con el omega, así que debía inventarse una historia lo bastante creíble para justificar que fuera él quien lo criaba, quizás inventar que su pareja había fallecido así nadie preguntaría.
- Papi ¿debo quedarme aquí? - la pequeña mano de Alec se aferró a la de su padre mientras sus grises ojos observaban la verja de aquel inmenso edificio - no quiero - murmuró formando un puchero - quiero ir contigo.
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Ωmega
FanficViktor Volkov es un omega con un hijo al cual criar, no tiene tiempo para los alfas, sobre todo, por que su odio a ellos es mayor que cualquier atracción. ¿Qué pasará cuando se encuentre con un insistente y particular vecino alfa?