Capítulo 8 (Final).

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  —Cabía la posibilidad de que al encontrarte y descargar mi furia contra ti pudiera sentirme mejor. Cosa que ha sido positivo, pero al saber la verdad de tu boca, entiendo muchas cosas. No debiste pasar por ello.

  —Te entiendo. Una niña de 12 años no sabe juzgar. Tú solamente te encerraste en la idea de lo que habías visto, sin saber motivos ni las verdaderas razones.

  —Aún quiero matarte Elena. La muerte de mi madre fue gracias a tus acciones. Ella no pudo soportar la muerte de su hombre y terminó quitándose la vida.

  —¿Qué sucedió después de que te quedaras sola?

  —Me pasé 6 años en un orfanato. Aguantando la soledad. En ese lugar mi odio hacia ti, aumentó considerablemente. No podía dejar de pensarte, eras mi esquema favorito, mi pasatiempo más entretenido. He sabido alimentar todo el rencor hacia ti con ansias de querer más. Después que salí, gracias a los contactos del hogar y los buenos resultados académicos, pude ingresar en la universidad sin ningún problema. De una forma u otra, la vida empezaba a darme señales de claridad y continuidad. Empezó a mostrar todo lo que un día me arrebataste.

  —Yo, después de los incidentes me tuvieron que internar en un psiquiátrico por unos meses, hasta que nacieron las niñas. Gracias a ellas pude despertar y enfrentar el dolor, hacerlo parte de mi vida y luchar con todas las garras por ellas. Espero que el saber por lo que tuve que pasar, te haga sentir mejor. No solo tu vida se volvió un infierno Verónica.

  Sus palabras me hacen razonar unos segundos, estos fueron formando irrecuperables minutos. Nuestros ojos se encontraron por un corto plazo de tiempo y dejé que viera, que, aunque dijera miles de verdades que contrarrestaran mis vividas mentiras, mi deseo por querer desaparecerla de este mundo no había menguado una décima.

  —La muerte de mi madre cae sobre tus hombros Elena. Puedes ir formando párrafos justificándote, que nada sobrepasa tu culpabilidad. El poder que tienes no podrá contra todo lo que te voy a poner encima. Pagarás, aunque en ello tenga que implicar tus innombrables hijas. 

  La sonrisa en sus labios me exaspera. Esta mujer no padece un gramo de emociones y eso me irrita a niveles incontrolables.

  —Llevas más de 14 años planeando hundirme. Me tienes frente a ti, cosa que no logra cualquiera. Te he dado la posibilidad de que acabes conmigo, de que no frenes tus ansias excitantes de lastimarme. He puesto a tu alcance lo más sagrado que tengo, mis hijas. Verónica —su mirada me taladra—, lo único que has hecho es hablar. Dudas de tu capacidad para dar un paso ante las verdades que estas descubriendo y eso que aún no te sentencio con la más dura, la que más te puede lastimar.

  —¿De qué hablas?

  —Podrás golpearme, humillarme —ignora mi pregunta—. Hacer de mi vida tu rin de boxeo, tu campo de entrenamiento, me da igual lo que hagas con ella.

  —No te burles Elena —digo al ver su sonrisa chantajista—. La próxima vez que te golpee no mediré fuerzas y no tendré contemplaciones. Podría cometer una desgracia.

  —La muerte de tu madre fue un alivio Verónica. El fin para mi desgracia. ¿Te gusta la verdad? Esta es la mía.

  —Con mi madre no Elena, te lo pido por favor.

  —Tu madre siempre siguió de cerca mis pasos. Se fue involucrando en mi vida muy sabiamente. Obvio, una niña de 16 años no podría hacer nada contra la inteligencia de una mujer de 44 años. Majestuosamente se acercó a mi familia. Los vecinos recién llegados, entre ellos una víctima más para sus actos de perversidad. Creí en sus palabras, en su sinceridad hipócrita, en sus hechos bondadosos. Mi madre también se dejó involucrar sutilmente, vio en ella una amiga con la cual salir a comprar, a dialogar. Tú —clava sus pupilas en mí con fuerza—, aunque estabas ausente, siempre te mostrabas, a escondidas, como buscando un acercamiento que te impedían, de eso me di cuenta meses después. Un día que te invite a mi casa, me respondiste que tenías prohibido acercarte a mí, no me dolió, pero si me decepcionó, yo necesitaba una hermana, una amiga y la única opción había sido clausurada. Después de ese día, las cosas empezaron a cambiar. Tu madre me mimaba y yo carente de afectos paternos me dejé guiar por ese cariño merecido, pero fingido.

Descifrando tus huellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora