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g e o r g i n a;

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g e o r g i n a;

Al día siguiente, me desperté en la casa de Franco. Ayer a la tardecita, escuché todo lo que Gala dijo sobre mi. Y me quedé paralizada, no pude responder nada ni defenderme. Toda la valentía que sentía antes de comenzar las clases, se fue a la mierda.

No sé porque no actúe. Podía ser por el efecto de las drogas; porque no quería discutir; porque me sentía una mierda, tal y como Gala dijo, además de mi profesor. Porque así me hicieron sentir, como una mierda. La confianza que tenía, se esfumó gracias a eso. Me sentí muy triste. Es como si hubiera retrocedido, y hubiera vuelto a los años anteriores, dónde todos se burlaban y reían de mí.

Y lo peor ni siquiera es eso. Lo peor es que ahora Mateo y Gala saben que me drogo, o lo sospechan. Ni siquiera hay diferencia, porque van a difundirlo como si fuera una verdad absoluta. Y yo no tengo pruebas para negarlo, y defenderme. Y aunque ellos tampoco la tengan, es obvio a quien van a creerle. No es que me afecte que ellos o mis compañeros lo sepan, pero no es algo lindo. Va a ser una nueva razón para burlarse de mí y humillarme. Además de que me da miedo que alguien con más poder, se enteré.

Quizás estoy haciéndome mucho la cabeza. Es algo que no puedo evitar. Soy muy paranoica y perseguida, siento que todos están siempre contra mi. Y, aunque la mayoría si lo están, debería relajarme un poco. Pero son las drogas, las que estimulan esto en mí.

A la mañana tuve que ir a limpiar una casa. Solo estuve dos horas, así que cuando termine volví a mi casa para bañarme y cambiarme. Por suerte, mi papá dormía y ni siquiera se enteró que estuve allí. Sino, hubiéramos discutido como siempre.

Mientras esperaba en la casa de Franco que sea la hora de ir al colegio, comimos pizza fría que sobró de anoche. Después, saque la pequeña bolsa de cocaína que me vendió el día anterior y separé una línea. Con ayuda de un billete, la aspire con mi nariz.

— ¿Querés? — pregunté, mirandolo

Él negó con su cabeza; — ¿Vas a ir drogada a la escuela?

— Y si, sino no podría aguantar — respondí, con obviedad

— Me tenés preocupado — admitió, haciéndome confundir un poco —. No quiero que te mates, Georgina

— No me voy a matar, Franco — dije, en su mismo tono —. Vos sabés bien...

— Si, yo sé que extrañas a tu mamá, que tu papá es una basura y que tus compañeros son unos forros — interrumpió —. Pero igual, hay otras maneras más sanas de convivir con eso

— Para mi no — negué, parandome del sillón y agarrando mi mochila

— No te enojes, Gio — hablo, y me detuve frente a la puerta —. Me importas, y no quiero que te pase nada malo

drugs - truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora