Inicio del regreso

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"-Pero dime ¿si dentro de diez años te pido casarte conmigo, lo harías? -le pregunté mirándola a los ojos, desde escasos milímetros.

-Claro que lo haré -me respondió sin dudarlo.

-¿Lo juras?

-Lo juro".

Fue lo último que nos dijimos hace nueve años y once meses. En todo este tiempo no pude olvidarlo, ni un solo día, ni un momento, nunca, era mi primer pensamiento al despertar y el último antes de dormir. Era el café cargado que no me dejaba dormir y al mismo tiempo el cantar de los pájaros que me levantaban feliz. Siempre era mi único deseo que le pedía a Dios. Era mi mantra de vida.

Y ahora solo faltaban diez horas para estar de nuevo junto a ella. Alisté las maletas y me despedí de París. De esta hermosa ciudad que me acogió y me permitió cumplir mi sueño, por el cual vine aquí... por el cual me alejé de ella por tanto tiempo. La ciudad que no me dejó morir aunque mi vida estuviera a miles de kilómetros de distancia.

Tomé un taxi y me relajé, recordé el primer día que vi a Alexa, a su cabellera rubia y brillante, ese día no pude concentrarme en nada más, mi mente no tardaba más de cinco minutos en algo que no fuera ella. Al día siguiente me atreví a hablarle.

«-Hola -le dije sin mirarla a los ojos.

-Hola -me dijo sonriendo.

-Lo siento, debo irme, hasta luego Tony -dijo, dio media vuelta y se marchó.

¿Cómo supo que me llamaba Tony? «Hola. Lo siento, debo irme, hasta luego Tony» fue lo que repetí todo el día y pude seguir haciéndolo el resto de mi vida de no ser por el siguiente día.

Yo estaba solo en una mesa de la cafetería, vi cuando pasó con su desayuno por el lado de las chicas "populares" y estás le hicieron caer su merienda, a Alexa sus ojos se le llenaron de odio, puso sus manos en puño, y apoyó una rodilla en el suelo para recoger el desorden.

-Para que vayas aprendiendo quién manda aquí, primeriza -le dijo Lara, la más creída de las creídas.

Supe que lo hacían solo por hacerla quedar mal, por que, simplemente Alexa era más linda que todas ellas juntas.

Me puse de pie y le ayudé a recoger sin decir nada.

No sé por qué pero la seguí de lejos a la parte trasera del instituto, se sentó en posición fetal apoyando su espalda en una pared y se tapó la cara. No lloraba pero sí estaba dolida.

-¿Estás bien? -le pregunté cuando me acerqué un poco.

-Sí... creo..., siento como si estuviera muerta, como si no sirviera para nada, todo me sale mal, todo -unió su última palabra con un sollozo casi imperceptible.

-Pero yo te veo viva -fue lo único que atiné a decir, que tontería fue esa que dije.

-No es necesario morir para dejar de estar viva. Eso quiero decir, no siento nada vivo dentro de mí, es como si la vida se hubiese ido y no quedara nada.

No pude decir nada más por miedo a estropear todo de nuevo. No quería hacerla sentir peor con mis palabras. Me senté a su lado en silencio y esperé a que hiciera o dijera algo. Al final de todo se levantó y caminó de vuelta al salón.

-Yo no te dejaré morir, prometo darte vida cuando te falte, lo... juro -dije sin darme cuenta, pareció que mis sentimientos tuvieran contacto directo con mi boca, sin pasar primero por mi mente ¿Por qué dije todo eso sin pensarlo?

Ella se detuvo pero no se giró hacia mí como esperaba, momentos después siguió su rumbo ¿me habrá escuchado? Ojalá no... ojalá no le haya hecho daño con lo que dije».


Maldita esperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora