IV

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Mientras iba en el taxi veía pasar las personas, las madres con sus hijos, estos últimos saltando. Yo no sabía qué hace con mis manos, jugueteaba con ellas, me acomodaba el cabello y miraba mi reloj contando los minutos para el momento que esperaba.

El auto se detuvo, me apeé como pude, saqué las maletas y accioné el timbre por un par de segundos, observé la casa, era verde claro con líneas horizontales en verde oscuro, tres plantas. Escuché pasos, cada vez más fuertes, el corazón se me aceleró como nunca, mis manos inquietas y mi rostro sudoroso. Cuando se abrió la puerta quedé congelado.

—Hola —dijo aquella chica, con el mismo rostro que había soñado todos estos años, los mismos labios que juré probar, era mi chica.

—Hola... Alexa —dije como pude.

—Sí, ¿en qué le puedo ayudar? —preguntó.

Sentí cómo algo se rompía dentro de mí, cómo la luz se apaciguaba.

—¿No me recuerdas? —cuestioné mientras luchaba por contener mis lágrimas.

—No, ¿cómo te llamas?

—Soy... con quien juraste... —fui interrumpido por otra voz proveniente del interior de la casa.

—¿Quién es, amor? —logré escuchar.

—Un chico, dice que yo debería recordarlo, pero no tengo la más mínima idea.

El chico se le acercó, la rodeó con un brazo y le dio un beso en los labios, en ese momento me sentí tan como nunca me había sentido.

—Lo siento, ahora sí ¿cómo te llamas? —dijo ella.

—Soy Tony —los labios me temblaban y no logré contener las lágrimas, sentí todo caerme encima. No recuerdo el por qué, pero instantes después me hallaba corriendo a toda velocidad, no pude haber sido más cobarde.

Me detuve bastante lejos, cuando mis piernas ya no respondían y no lograba respirar, me senté en el borde de una cerca a un parque, metí mi cabeza entre las rodillas y lloré como nunca.

¿Cómo podía haberme hecho eso? ¡Ni siquiera me recordaba! De verdad la odiaba. Recordé de nuevo el momento del juramento, quise tomarlo con mis manos y apretarlo hasta convertirlo en una bola de papel. Toda esa espera había sido en vano, traté de no pensar en eso, momentos después escuché a alguien acercase, se detuvo frente a mí pero yo seguía mirando al suelo, pude ver unas sandalias de mujer, en la uñas tenía pintadas unas mariquitas. Levanté la mirada poco a poco y me encontré mirando a una mujer de ojos cafés y labios rojos posando una amplia sonrisa, traía puesto un vestido azul con flores blancas y en su mano derecha sostenía un vaso.

—Toma —dijo extendiéndome la mano que sostenía el vaso.

Dudé un momento pero luego lo tomé, mis dedos rosaron los de ella, su piel era suave y blanca.

—Gracias —dije tratando de sonreír pero lo único que logré fue dar una sonrisa a medias.

Ella se sentó a mi lado en la acera y puso sus manos sobre las rodillas, miró al cielo y sonrió, se veía feliz, sentí que yo aún podía ser feliz pero lo que acababa de suceder no era algo que me alegrara, bajé la mirada y acerqué el vaso, sentí el frío en mis labios al contacto con el líquido.

—Es agua, tranquilo, bebe despacio —me aconsejó.

Su tranquilidad hizo que confiara en ella. Me bebí el agua mientras ella cantaba una canción que se me hacía conocida, traté de reconocerla y supe que era Wings de Birdy, cuando terminé le di el vaso y ella lo tomó sonriendo.

—¿Estás mejor? —me preguntó.

—Eso creo —respondí y dirigí la mirada al suelo.

Hubo un breve silencio y luego se levantó. Pero antes de irse se giró hacia mí.

—Nada, ni nadie valen lo que valen esas lágrimas —dijo mientras señalaba mis ojos y se fue.


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⏰ Última actualización: Jun 08, 2015 ⏰

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