Capítulo 7

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Me sentía... destrozado. Dejé de golpear la puerta después de que mis manos me dolieron tanto que ese dolor físico me impidió seguir sintiendo el de mi corazón. Mi cuerpo cayó al suelo y terminé apoyado contra la pared del frente de la habitación de _______. Escuché absolutamente todo, sabiendo que me merecćia ese castigo por lo estúpido que había sido.

Amaba a _______, lo amaba con cada fibra de mi ser y si bien nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, mi tonta creencia de poder superar el vacío me dejó terminar mi relación con simples mujeres que nunca llenarán mi corazón. Terminó apartándome de quien realmente amaba.

En este caso, muchas personas podrían creerse Dios para poder juzgarme por la infinidad de errores que había cometido y seguro lo merecía, pudrirme en el infierno, ser castigado por romper lo único que me mantenía firme y feliz.

Pasé mis manos por mi cabello repetidas veces, sintiendo como las lágrimas volvían a deslizarse por mis mejillas. Creí que en algún momento dejarían de caer, pero no pasó. Cada que se detenían, solo debía agudizar mi oído lo suficiente para escuchar a _______ siendo follado por alguien más y todo mi mundo se desmoronaba de nuevo. De hecho, llegué a pensar que morir sería menos doloroso que todo eso que me taladraba el espacio donde imaginé debía estar mi corazón hecho pedazos.

Supuse que una persona normal lo que debería hacer era aceptar su derrota, marcharse e iniciar una vida desde cero. Pero no, no lo hice, me quedé exactamente en ese lugar hasta que la puerta de la habitación de _______ se abrió y de dentro salió un hombre alto, delgado y con un rostro tan desagradable que sentí náuseas sólo de mirarlo de reojo.

—Oh —dijo, mostrándome la sonrisa más torcida posible, causándome más náuseas de las que ya tenía de sólo imaginarlo con _______, en la cama que algunas vez compartimos él y yo—. ¿Así que éste es el chico? —apreté mi mandíbula lo más que pude, escuchando los pasos de _______ detrás de los suyos—. ¿El que golpeaba la puerta y nos molestaba?

Escuché también la fría risa de mi mariquita y de nuevo mis ojos se llenaron de lágrimas. Alcé la mirada otra vez, observando como el asqueroso chico se giraba para verlo. Él tenía el cabello desordenado, la ropa apenas bien colocadas y el tipo no se estaba en mejores condiciones que él.

—Mientes —rió de nuevo—. ¿Qué no dijiste que nos detuvimos porque te cansaste?

—Cierto —dijo el sujeto—. ¿No te diste cuenta? Tener a alguien escuchando me excita mucho.

Y eso fue todo. Junté fuerzas de no sabía dónde para levantarme y empujar mi cuerpo contra el suyo, mándandole un puñetazo directamente al rostro. Lo sorprendí, pero él se movió más rápido y mi puño impactó contra la pared, causándome un dolor tan agudo que un gesto contraído de dolor no tardó en aparecer en mi rostro. Una corriente de puro ardor fue suficiente para que me distraiga y él tomara mis dos ante brazos, manteniéndome quieto antes de darme un rodillazo de lleno contra el estómago.

Solté una maldición y un quejido, cayendo arrodillado al suelo, apretando mi estómago con fuerza, tratando de disminuir el potente dolor y las potentes arcadas que no tardaron en llegar.

Ni siquiera me importaba mi estómago o mi orgullo destruido para ese punto, todo dolor que sintiera era nada a comparación con el vacío en mi corazón, pero lo que más me afectó fue que _______ no hizo ni el más mínimo movimiento para ayudarme. De hecho, cuando escuchó lo nudillos del sujeto sonar simplemente se cruzó de brazos, acercándose a mí, observándome desde arriba con la mirada tan fría y dura que llegué a pensar que había perdido completamente cualquier sentimiento de amor o de amistad que pudiera él tener hacia mí.

—Mierda —mascullé, sintiendo otro profundo retortijón en mi vientre.

Eso no estaba bien, normalmente era tan bueno peleando y ahora... ahora daba vergüenza y tanta pena. ¿Cómo podría luchar por él? ¿cómo creí poder defenderlo alguna vez si dejaba que me ganaran con facilidad? Aunque de igual forma, ya no debía protegerlo más, ya no era mi deber, ni aunque deseara con cada fibra de mi ser volver a los días en que todo era color de rosa.

Good Friends | Eric Sohn X Male! ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora