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Pánico.

Es pánico absoluto lo que ahora se apodera de Rindou Haitani, a una velocidad increíble.
Siente que su cuerpo no reacciona, la sangre helada sumada a la falta de aire.

–Entonces definitivamente...si eres Ran.– alcanza a decir antes de notar que la sonrisa del chico que le ha estado acompañando ya no luce infantil ni adorable, sino maliciosa.

–Rindou, no te pongas así. ¿Tienes miedo?– El menor se acerca con cautela pero Rindou retrocede, ¿Es acaso una ilusión? ¿Por qué Ran está así ahora? ¿Por qué es un niño?
Tantas preguntas en su cabeza y ni una sola respuesta, en todo el tiempo desde que despertó no ha obtenido una respuesta de nada.

–¿Quieres un beso? Eso siempre te hace sentir mejor ¿o no, Rin?– esa propuesta le saca un poco de su estado de pánico, pero le mira con desaprobación y niega con la cabeza.

–Solo quiero que me digas que mierda está pasando...– suplica arrodillándose para quedar a la altura del pequeño Ran y le toma de los hombros rogando por que alguna de sus incógnitas sea resuelta.
Pero recibe una risita burlona y luego, es Ran quien sin hacer caso a sus palabras le roba un beso.
Rindou aparta la cara, no es eso lo que necesita y por supuesto no está de humor para ello, está tan confundido que ha empezado a creer que quizás es que todavía está soñando o algo así.
Quizás es una especie de bucle de sueño del que no ha podido salir.

Ran, no...no me beses, lo digo enserio.– dice con una voz temblorosa mientras aparta al chico y éste responde con un puchero molesto, queriendo insistir.

No hagas esto...solo quiero entender...– Rindou repite mientras se aparta y comienza a caminar a un ritmo acelerado.

La calle, todo al rededor se siente tan vacío, como si fuera falso.
No hay personas, no hay un solo ruido.

–No hay nada.– 

Como si sus pensamientos acabaran de ser leídos por lo que es supuestamente su hermano, Ran habla y camina hasta él, haciendo que Rindou note que ni siquiera hay sonido en sus pasos.
Pisadas vacías y que además, son de pies descalzos.

–Has estado descalzo todo este tiempo...–responde el Haitani de mechones azulados, notando esa particularidad entre todas las muchas cosas extrañas del ambiente.
Su mirada apunta al cielo gris, totalmente uniforme del mismo tono, sin una mísera variación ni una nube de lo más tenue.
Solo gris neutral.

Siente que su mente va a colapsar, al grado de que se siente enfermo.

Por un momento se sintió como si todo en su mente diera vueltas, como un carrusel.

Lento y suave, no lo suficientemente acelerado para marearlo.

Y Ran estaba ahí, con esas bonitas trenzas rubias, jugando como si nada fuera más importante que eso.

Rindou, ¿Estás bien? Vamos.–

Le pregunta con esa voz de niño que ya no recordaba, le toma la mano y tira de él con una sonrisa, invitándolo a caminar.
Rindou no sabe que responder, por qué es confuso tener de vuelta a la versión joven de su hermano mayor con él, pero es todavía más confuso el camino a dónde lo invita.

Estamos cerca, Rindou. Quieres verme, ¿No? Es lo que has querido todo este tiempo.–

Y es entonces que todo empieza a cobrar un poco de sentido. El lugar, el callejón...
El asalto.

Es aquí...eso sucedió aquí.– Rindou dice en voz baja y aprieta la pequeña mano de su hermano, notando en la acera de enfrente luces, rojo y azul.
El primer indicio de algo, de que es el mundo real, de que eso es de verdad.

Estoy aquí.– Ran aprieta su mano también, sigue sonriendo como si nada de eso fuera extraño.

La vista de Rindou se situa en la escena que se presenta frente a ellos.
Una patrulla de policía dando vuelta a la esquina, al fondo de un callejon se contempla lo que podría decirse que fue una "disputa entre pandillas" que terminó en un muerto y un herido de gravedad.

Por supuesto es Rindou quien está ahí, junto a su hermano.

Creo que es lo que llaman "muerte instantánea", hermano.– El Ran pequeño habla con toda la calma del mundo –Ese si que fue un golpe duro en la cabeza, ¿No?– continúa, pero Rindou ya no responde nada, solo observa a los dos cuerpos que yacen frente a él.
Es raro verse a si mismo, ver su propio cuerpo en la calle, la sangre esparcida que brota de su cabeza y...ver a Ran también.

–Estamos muertos...¿No es así?– siente que las lágrimas se acumulan en sus ojos violetas, ve a la silueta pequeña de su hermano, luego al Ran actual que está tendido en el suelo, en un charco de su propia sangre.

Tú lo estás.– Ran pequeño responde y lo mira casi con lástima.

Poco después ya no está ahí.

Rindou, quien todavía observa la escena de su propia muerte, nota que su hermano a pesar de haber recibido dos puñaladas, aún respira...

Supongo que te veré después...–

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-Fin-

ℂ𝔸ℝ𝕆𝕌𝕊𝔼𝕃 [Haitanicest AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora