CAPÍTULO 13. ENTRE LA SANGRE Y LA PROMESA

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El aire en la habitación se sentía pesado, cargado de un calor sofocante que no tenía nada que ver con la fiebre que lo había consumido los últimos días. El sudor pegajoso en su piel y el olor rancio de la ropa que llevaba puesta le resultaban insoportables. Con un gruñido bajo, Cárter se obligó a ponerse en pie. Sus músculos protestaron por el esfuerzo, pero ignoró el dolor mientras se dirigía al armario en busca de algo limpio.

Abrió las puertas con manos aún débiles y, al instante, la vio.

La camiseta a cuadros de color marrón.

El tiempo la había dejado arrugada, pero la mancha de sangre seca seguía allí, como una cicatriz imborrable en la tela. Un gran círculo oscuro teñía el reverso, justo donde la bala había impactado. El pecho se le oprimió, como si algo invisible le estrujara los pulmones. Tragó saliva y alargó la mano, tomándola con una delicadeza que no se esperaba de sí mismo.

La apretó contra su pecho, cerrando los ojos con fuerza, buscando un rastro de su olor. Un indicio, una prueba de que aún quedaba algo de él en este mundo. Pero no olía a nada. Solo a tela vieja y recuerdos que lo desgarraban por dentro.

Un sollozo escapó de sus labios antes de que pudiera reprimirlo.

Matt.

Más que un amigo. Un hermano.

El único que siempre había estado ahí. El que se interpuso entre él y los Sfongs cada vez que lo atacaban, el que le cubría la espalda cuando los Cavenen los acechaban. Fue el primero que conoció del grupo y, desde entonces, aprendieron a sobrevivir en aquel infierno. Y ahora... ahora solo quedaba su ausencia, un vacío imposible de llenar.

Cárter respiró hondo y dejó que su mente lo arrastrara al pasado, a aquel día.

Aquel maldito día.

Matt estaba frente a él, su rostro endurecido por la batalla, su voz cargada de determinación.

"Protégelos, hermano... llévalos a casa."

Luego, un disparo.

El sonido cortó el aire como una cuchilla. Matt se quedó inmóvil un segundo, su mirada buscando a Cárter con sorpresa... y luego cayó.

Todo sucedió demasiado rápido. Un pestañeo, un instante, y Matt estaba en el suelo, la sangre brotando de su boca, y la camiseta empapada del disparo.

Cárter gritó, pero ni siquiera él supo si fue de rabia o desesperación. Esquivó las balas, le arrebató el arma al enemigo y, con un solo movimiento certero de su machete, le abrió el cuello. Luego se dejó caer al suelo, sujetando a Matt en sus brazos, sacudiéndolo como si pudiera devolverlo a la vida.

Pero no pudo.

Y lo peor de todo es que Matt había confiado en ese Cavenen. Lo habían creído uno de los suyos. Qué ingenuos. Qué estúpidos.

El peso del recuerdo lo aplastó.

La habitación parecía más fría de repente. Las sombras que proyectaba la tenue luz de la lámpara parpadeaban en las paredes, como si la oscuridad quisiera engullirlo. El viento silbaba débilmente a través de la ventana entreabierta, arrastrando el murmullo lejano de la ciudad en ruinas.

Cárter cerró los ojos con fuerza y dejó escapar un suspiro tembloroso.

Entonces, un golpe en la puerta lo sacó de su ensimismamiento.

Parpadeó un par de veces, volviendo al presente. Con manos torpes, guardó la camiseta en el armario y se dirigió a abrir.

—¿Cómo sigues? —preguntó Drew desde el umbral de la puerta.

—Mejor. Aunque necesito un baño urgentemente —Cárter se olfateó el sobaco y frunció el ceño—. Huelo como un maldito animal.

Drew soltó una risa corta, pero su expresión se tornó seria al instante.

—No te ilusiones. Queda poca agua embotellada y el generador está en las últimas. No sé cuánto más aguantará.

Cárter suspiró, pasándose una mano por el rostro.

—Entonces no podemos quedarnos más tiempo en esta ciudad. Nos vamos.

—Lo sé. Pondré a punto la caravana y los dos coches. Saldremos mañana al alba.

—Hazlo. Díselo a los demás.

—Sí.

Drew hizo un amago de girarse para marcharse, pero dudó. Cárter lo notó al instante.

—¿Quieres decirme algo más? —preguntó, fijando su mirada en él.

Drew se frotó la nuca antes de hablar:

—Es sobre el entrenamiento de Sally.

Cárter ladeó la cabeza, curioso.

—¿Cómo ha ido? ¿Tiene buena puntería?

—No. Pero es lista. Muy estratégica.

—Ajá... ¿y?

Drew tomó aire antes de soltarlo:

—Pensaba ofrecerle el puesto de líder del grupo.

El ambiente se congeló.

La expresión de Cárter cambió en un instante, su mirada se volvió dura como el acero. Dio un paso al frente, acortando la distancia entre ellos hasta encararlo.

—¿Acaso eres idiota, o solo piensas con la polla? —espetó con una ironía cortante.

Drew apretó la mandíbula.

—No.

—Entonces escucha bien —Cárter inclinó la cabeza levemente, su voz un gruñido contenido—. El puesto de líder es mío.

Drew tensó los hombros, pero Cárter no había terminado.

—Además, si lo has olvidado, casi la echan en la votación por ser de la realeza.

Cárter dejó que sus palabras calaran antes de continuar.

—Así que te sugiero, Andrew, que si te pica la polla, te hagas una paja. Sally ya tiene suficiente con intentar encajar entre gente que la detesta. No le pongas las cosas más difíciles proponiéndola como líder. Porque un líder no se mide solo por su inteligencia y estrategia.

Drew lo miró con furia contenida.

—En un campo de batalla, tus soldados deben admirarte y respetarte.

—¿Somos soldados para ti? —preguntó Drew con un filo peligroso en la voz.

Cárter lo sostuvo con la mirada, su postura firme e imponente.

—No. Vosotros sois mi familia.

El peso de esas palabras flotó en el aire un instante antes de que Cárter lo atrajera hacia un abrazo firme y rápido.

Drew no lo esperaba, pero tampoco se apartó.

Cuando salió de la habitación, el pasillo estaba en penumbra. Sus pensamientos aún daban vueltas en su cabeza cuando, de repente, las luces parpadearon.

Un crujido eléctrico recorrió el edificio.

Y de golpe, todo quedó en completa oscuridad.

Drew se quedó quieto, el sonido de su propia respiración resonando en la negrura.

Un segundo después, la puerta de Cárter se abrió de golpe.

—Cambio de planes —ordenó Cárter con voz firme—. Nos vamos ahora.

El generador había llegado a su límite.

No podían esperar al amanecer.

Tenían que irse ya. 

LA NUEVA ERA   #PGP2025Donde viven las historias. Descúbrelo ahora