5.- Unión

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- Bienvenida a la tierra de los vivos

Diana soltó un quejido, sin reconocer la voz del que había hablado; llevó sus manos a la cabeza, sintiendo como su cuerpo parecía haber perdido toda su energía y sus sentidos estaban aturdidos, pero podía sentir que ya no estaba en el suelo, sino en una cama bastante suave; trató de abrir los ojos y enfocarse en las cosas a su alrededor; la habitación estaba iluminada con una agradable luz tenue que no lastimaba sus ojos y que le permitía a su nublada vista notar lo bonita y acogedora que era, sin embargo, la cabeza le punzaba con fuerza y el mareo parecía no querer irse, por lo que prefirió cerrar nuevamente los ojos y dejar que los detalles se le escaparan; jamás pensó que podría sentir en carne propia eso a lo que llamaban migraña.

Era horrible.

Despertar estaba siendo complicado y doloroso.

Pero extrañamente se sentía en paz.

- Sí, eso pasa cuando tienes una sobredosis. Yo que tú, me volvería a dormir.

La frase fue acompañada de una ligera risa, y el sonido de algo crujiente siendo mordido; la incertidumbre de quién estaba ahí la hacía sentir algo intranquila, no cualquiera le hablaba con esa familiaridad sin conocerla.

- ¿Quién eres? – preguntó, buscando abrir correctamente sus ojos y enfocar a la persona que le hablaba. Encontrándose con un sonriente y castaño omega de pronunciado vientre sentado cerca de donde estaba acostada.

Ella ya lo había visto antes... Pero no recordaba su nombre y la escasa iluminación no le ayudaba a detallar sus facciones.

- Su enfermero. – contestó divertido, acomodándose mejor en su sillón y dando una nueva mordida a lo que ahora veía eran papas fritas de una bolsa – Si te vuelves a dormir, prometo que no avisaré que ya despertaste. Créeme, te conviene.

Entrecerró los ojos tratando de ordenar su mente y recordar de dónde conocía al hombre, pero su mente no terminaba de recibir información. Llevó una mano a su frente y respiró profundo, fue entonces que el aroma de su Steve llenó sus pulmones, haciéndola voltear súbitamente al extremo contrario, encontrando a su rubio Omega al otro lado de la amplia cama, aparentemente dormido.

Su corazón se aceleró, y el dolor y el aturdimiento pasaron a segundo plano.

La amazona se sentó con prisas y se acercó a él con movimientos un tanto torpes, acariciando su rostro con cuidado, apreciando de cerca la respiración profunda y suave del durmiente; relajado y ajeno a su observación.

- Creo que ya perdí la apuesta.- susurró el castaño apretando el botón junto a él, al mismo tiempo que Bruce y Clark entraban por la puerta provocándole una nueva risa – eso sí es  servicio rápido.

- ¡Diana! – llamó el criptoniano volando hacia ella con una charola con agua y comida en sus manos, intercambiando sonrisas de disculpa sin atreverse a decir nada, mientras dejaba la bandeja sobre la mesa de noche, manteniendo una distancia prudente.

- Te tardaste en avisar. Clark la escuchó primero. – reprochó Wayne acercándose también a la amazona pero a un paso más lento, mirando al castaño con el ceño fruncido - ¿Eso es comida chatarra?

- Tú aún me debes una sala, Wayne, y mi Steve también tiene buen oído, no seas presumido. – comentó con desdén, ignorando la pregunta y el gruñido de Bruce, para dejar de lado la bolsa en sus manos y tratando de levantarse, consiguiendo que el criptoniano se acercara rápidamente para ayudarlo. – gracias, los consideraré mi relevo. Me voy, Steve ya no debe tardar en regresar con mi helado.

Un lazo rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora