CAPÍTULO 3
Por la puerta de la enfermería se asoma una mujer de mediana edad, vestida con una pulcra bata de color blanco.
Rebecca se despierta con la respiración acelerada, sus ojos verdosos miran hacia todas partes, con desenfreno, buscando una explicación, tratando de reconocer donde se encuentra.
Su mirada se desliza por cada rincón del cuarto, hasta que se topa con la mía.
Cuando sus ojos encuentran los míos, su rostro se suaviza en alivio, sus ojos dejan de desplazarse de un lado a otro, centrándose en un solo objetivo, los míos.
A través de su mirada vi los espantosos eventos, que para nosotras, habían sucedido hacía segundos. Pude ver que ella experimentó lo mismo que yo, el mismo espanto, horror y desesperación.
Ambas vimos lo mismo, ambas lo sentimos, ambas lo vivimos. No estaba loca.
Su respiración remonta su curso de manera tranquila y rítmica, su pecho como un sube y baja constante.
Siempre tuvimos ese efecto entre nosotras, teníamos la capacidad de encontrar tranquilidad hasta en nuestros peores momentos, con tan solo sentir la presencia la una de la otra.
Éramos complementos, que al separarse, se volvían un desastre.
-¿Te encuentras bien? –pregunta Rebecca tras incorporarse hasta quedar sentada sombre la camilla. Su cuerpo rotado hacia su izquierda, apuntando hacia mí.
Asiento con la cabeza a su pregunta, pero me arrepiento al instante al sentir una puntada en el cerebro, un chasquido, como el pinchazo de una fina aguja, pero más fuerte.
Rebecca al parecer sintió lo mismo al moverse, así que ambas nos quedamos muy quietas.
La mujer habla por primera vez.
-Es normal ese dolor de cabeza, ese pinchazo en la sien, luego del shock que acaban de transitar –su voz se escucha calma, de esas que te llena de alivio como una bebida fresca en pleno verano, así con sus hielitos agregados.
Mi hilo de pensamientos viaja hacia lo sucedido, miro alrededor, pero ni rastro de la persona herida que encontramos.
-¿La profesora Spend se encuentra bien? –pregunto con evidente preocupación, recibiendo como respuesta, una mirada extrañada.
-Claro, durante su especie de ataque de pánico, ella se encontraba en su aula a la espera de sus estudiantes para el inicio de su clase –contesta la señora de la cual aún no sabemos siquiera el nombre y que suponemos que es personal médico tan solo por su uniforme– ¿Por qué lo pregunta? –agrega al final con singular interés.
-¿Ataque de pánico? –acota por primera vez Rebecca desde el comienzo de la conversación. Desviando levemente su curso y la respuesta de la última pregunta, ignorándola por completo.
Saca a relucir una de mis dudas, pues no se me había pasado por la cabeza, ni en el más mínimo caso, que lo que sea que nos sucedió sea solo a causa de un ataque de pánico.
¿Acaso los ataques de pánico incluían alucinaciones?
Y, si así fuera, ¿Cuánta era la probabilidad de que ambas hayamos percibido las mismas imágenes, oído los mismos sonidos, tocado las mismas superficies u olido siquiera los mismos olores, que supuestamente, son estímulos inexistentes que crea nuestra mente y que percibe como reales durante este tipo de situaciones?
Evidentemente es ínfima la posibilidad de que esto suceda, por no decir nula.
De todas formas, sigo el hilo de la situación que la señora quiere tejer ante nosotras y espero su respuesta, que llega en breve.
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4:44 am, Y las razones por las que no deberías seguirle
FantasyMe congelé, mi cuerpo entero se paralizó. Sentí la presencia, la presión de algo que me estaba mirando. Alguien estaba aquí, en la misma habitación que yo. Con miedo, giré la cabeza lentamente hacia lo que sea que me estaba observando. Y ahí los vi...