Leía tranquila una novela romántica. Muy cliché. Muy empalagosa. Y muy de mi gusto.
Los protagonistas comenzaban a acercar sus mandíbulas mientras sus cuerpos vagaban en la misma burbuja, empapados por la lluvia, sus labios se conectan y...
¡Ugh! Que me mojo yo.
Al empezar a notar que la leve llovizna de hace dos segundos empieza a ser más y más fuerte, agarró mí café de Starbucks, mi libro, post it, marcadores y los aprieto con una mano contra mi pecho comenzado a correr tratando de cubrirme con mi Jersey.
Suspiros salen de entre mis labios saliendo acompañados de un vapor por el frío.
La gente me miraba raro. Digo, pleno invierno, en una remera de tirantes finos y con el Jersey colgado de mi mano tratando de cubrirme aunque lo que menos parece que quiero hacerles cubrirme ya que este vuela contra brisa pareciendo bandera.
Raro.
Las gotas gruesas comienzan a mojar mi cara desprevenida.
¡Pii!
Ignoré el tremendo bocinazo que me habían echado al cruzar la calle en pleno semáforo rojo.
La llegar al mínimo techo suspiré y traté de colocarme bajo este pero una silueta más alta que yo me lo impidió.
Levanté mi mirada confusa y muerta de frío.
Un chico, castaño, ojos entre verdes y grises me mira burlón.
Fruncí mi ceño. Yo llegué primero.
- Uhm, permiso - pedí al ver que no había espacio y yo había llegado primero.
Qué se busque otro techo.
Fruncí mi ceño con cierto enojo al ver que él me miraba con una sonrisa burlona y estaba quieto en el lugar.
Me estaba empapando.
- ¿Este es tu lugar? - me preguntó.
- Sí. Yo lo ví primero - contesté.
- Pues... Aquí no hay ningún nombre de algún propietario. Así que si quieres dejar de mojarte, podría hacerte un espacio - lo miré molesta. Y él como todo un capullo.
Se le nota a leguas que lo es.
- Yo vengo corriendo tres cuadras en busca de un techito. «Yo» lo ví primero - aclaré firme. Jugamos guerra de miradas unos segundos. Él no sacaba esa sonrisa burlona y yo podría jurar que de mis orejas salen humos.
Él era mucho más alto que yo y se vé que mucho más cabeza hueca que yo.
Así no se trata a una dama.
A este punto mis hombros estaban empapados ya que lo único que podía refugiar era mi cabeza.
La lluvia no cesaba, cada vez era más fuerte.
Me congelo viva si es por este.
- ¡Vamos Cielo! Te vas a enfermar, deja de besar a ese chico - escuché, a mi madre. Seguido de un bocinazo. Cerré mis ojos apretandolos al ver como la sonrisa idiota del chico se agrandaba -.
- ¡Ya tendrán más tiempo de sus cochinadas! - escuché a mi hermana.
Abrí mis ojos viendo al chico más molesta por haberme dejado empapar, le saqué la lengua y corrí hacia el auto de mis padres.
El cual manejaba mi madre, mi hermana en los asientos de atrás y el de copiloto esperando a mi bello trasero.
Gustosa y friolenta abrí la puerta y me senté en el asiento. El auto estaba calentito por la calefacción.
- Que frío - mencioné en forma de saludo.
- Y tú besuqueandote con un chico - contraatacó mi hermanita. Qué lindas se verían mis manos al rededor de su cuello en ese momento.
- No tenía esta faseta de ti, corazón - sonrió, mi mamá. Yo bajé mi mirada avergonzada. Y yo que estaba luchando contra ese capullo por el techito.
Al llegar a casa mi hermana se estuvo burlado casi cinco horas a reloj de mi "beso" con el capullo. Yo lo llamaría guerra de techitos.
Me encerré en mi habitación. Leer, escuchar música y acompañada de la lluvia que no cesaba. Era buen plan.
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Tu efecto en mí
FanfictionLo miré tratando de ser seria y él me "imitó". Constó de cinco segundos a reloj para que yo me echara a reír a carcajadas que se podrían escuchar hasta en Italia. Y sí, este era su efecto en mí. Tan involuntario. Tan dulce. Tan adictivo. Tan casual...