𝐨𝐧𝐞𝐬𝐡𝐨𝐭 𝟏

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— Cuando te dije de usar tu boca, no lo dije verbalmente, así que cállate y ven aquí. Ahora.—

Tu mirada se dirigió instintivamente hacia tu jefe tan pronto dejaste la frase que estabas diciendo a medias, casi boquiabierta. Medio de tu cuerpo se giró de hacia la pizarra donde también estabas escribiendo algunos datos hacia él.
Meliodas.
Tu gran y poderoso jefe que de vez en cuando le encantaba meterse entre tus piernas.

— . . .¿Perdón?— Salió sin pensarlo mucho de entre tus labios, sabiendo al segundo que no era algo que debiste haber dejado salir.

Uno de los verdosos ojos de Meliodas se cubrió de una oscura capa casi negra mientras se estiraba en la preciosa silla de su oficina, su blanca camisa estirándose con sus músculos y una pequeña parte de su bronceada piel de su pecho y sus marcadas clavículas a la vista. Sus rubias cejas se fruncieron levemente mientras su mandíbula se marcaba algo más ante la respuesta. Sus manos reposaron en los reposabrazos de la silla.

— Me escuchaste perfectamente.– Su voz resonó en toda la oficina por encima de las nubes, grave pero suave, con un leve toque a oscuridad, como un buen café amargo. Algo tenia que era tan adictiva como ese café... y cuando de vez en cuando se le escapaba algún gemido... mejor no pensar en eso.— No me hagas repetírtelo y ven aquí.—

Sentías su mirada en cada centímetro de tu piel visible, lo que venía siendo tus piernas, y mientras caminabas en su dirección, sabías perfectamente que estaba mirando el rozar de tus muslos con cada paso. Y eso no hacía más que ponerte caliente.
A unos simples pasos de que ambas piernas se rozaran, una de las grandes manos de Meliodas recogió la tuya con suavidad, llevándola a su boca, dejando un suave beso húmedo sobre esta. Tragaste saliva ante la vista de sus labios contra tu piel. Luego, cuando levantaste la vista de tu propia mano, lo viste observándote directamente con esos preciosos orbes verdes que tenía.

Parecía un santo, pero de eso no tenía nada.

— ¿Crees que. . .— Su aliento chocó contra la descubierta piel de tu muñeca cuando esta fue girada, rozando sus labios con cada palabra. Tragaste saliva. Sus ojos bien fijos en cualquier simple reacción que tuvieras.—. . . No me he dado cuenta de tan apretada y jodidamente corta falda que decidiste traer hoy?—

Ups... bueno no, realmente no lo sentías. Esa mañana decidiste que era buen día para llevar falda, pero la única que te quedaba era una de hace algunos años atrás cuando recién empezabas a trabajar, y pues bueno, al parecer tú culo había crecido bastante desde ese entonces.

No respondiste. A lo que una pequeña sonrisa que no presentaba nada bueno estiro la comisura de los labios de tu rubio jefe.

Tan pronto como llegó, su contacto con tu piel se corto, en cambio, la sorpresa llegó a ti cuando una de sus manos tiró del borde de la falda hasta que fue levantada casi por encima de tu cadera. Instintivamente tus manos se dirigieron a tapar tu ropa interior y cerrar las piernas, la rojez comenzando a comer tus orejas ante el pensamiento de algún intruso entrando ahora a la oficina.

Pero, algo bruto y con fuerza, la otra mano de Meliodas se enredó en tus muñecas, tomando ambas fácilmente en gran agarre, apartándolas de su vista. Tiro de ti por ellas, lo suficiente para que tus piernas quedaran entre las suyas y tu cabeza a un lado de la suya.

— Hmm, ¿No vas a responderme?— Su voz ronroneo en tu oído, las yemas de su mano libre comenzando a recorrer tus muslos, bajando lenta y tortuosamente las medias negras de medio muslo que traías hasta por debajo de tus rodillas.— ¿Así que voy a pensar que también pensaste en mi cuando decidiste ponerte este ligero esta mañana? ¿No es así, encanto?— Ahí ya no mentía tanto, la lencería que te pusiste esta mañana era por que te sentías lo suficiente confiada con tu preciosa falda para llevarlo por debajo, a pesar de que no conectaste las medias a las ligas de la lencería, pensando que no se notarían tanto así. . . Aunque sabiendo lo mucho que le gustaba a Meliodas este tipo de lencería.— Estoy seguro de que pensaste como de duro me pondría al notarlas, ¿no es así?— Ronroneo en tu oído, un pequeña risa grave mando escalofríos a todo tu cuerpo.— De como de duro te follaria con ellas puestas encima de mi escritorio mientras me suplicas que no pare. . .— Parecía que la humedad había escapado de tu boca y acabado en otra parte cuando tus piernas por inercia se cerraron, rozando tus muslos y apretándolos ante el deleite de Meliodas. Su mano libre siguió acariciando por medio de ambos muslos, acercándose peligrosamente a un lugar que en específico lloraba por él ahora mismo.— Deseando que ponga mis manos sobre tu cuello y te diga que eres una zorra y que me perteneces, ¿o no es así?—

𝕯𝖊𝖘𝖎𝖗𝖊𝖘  || 𝗠𝗲𝗹𝗶𝗼𝗱𝗮𝘀 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora