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Capítulo 8

Axel

21 de junio de 2019

Conduje en silencio hasta la casa de Audrey, donde tenía lugar la fiesta que Ciara había organizado. Zoe, que iba sentada a mi lado, apenas habló durante el trayecto. Su actitud me desconcertaba un poco; en general, parecía una persona despreocupada que no dudaba a la hora de soltar lo primero que le venía a la cabeza, pero al mismo tiempo se mostraba ausente y reservada. Era prácticamente imposible saber qué pasaba por su cabeza o en qué estado de ánimo se encontraba.

Aparqué en el único hueco libre que pude encontrar y, tras asegurarme de que Zoe me seguía, atravesé el jardín de la casa.

La verdad es que no me apetecía nada venir. Aunque hubo un tiempo en el que me sentía a gusto en las fiestas —cuando la ingesta de alcohol acababa en conversaciones profundas, dudas existenciales y en Ciara formulando frases sin sentido y enviando audios de los que más tarde se arrepentía—, no eran lo mío. Sobre todo estas, que incluían a un montón de gente que ni conocía ni quería conocer.

No, no quería estar allí. De hecho, me hubiera quedado en casa de no ser por la chica pelinegra que me acompañaba. La misma que ahora contemplaba los alrededores con curiosidad, como un animalillo que llega a un sitio por primera vez y tiene que investigar el lugar para para saber si es seguro antes de ponerse cómodo. No podía dejarla sola allí, donde apenas conocía a nadie.

Ciara nos abrazó a los dos —muy a mi pesar— tras abrir la puerta. Llevaba el pelo suelto y un vestido granate y estrecho que se adaptaba a las curvas prominentes de su cuerpo.

—Vaya. —Miró a Zoe con admiración—. Las trenzas te quedan genial.

Ella alzó la mano y se acarició una de las trenzas, visiblemente incómoda.

Eran esos pequeños gestos los que me desconcertaba. Aunque era introvertida, no me daba la impresión de que fuera una persona tímida o insegura. Y, sin embargo, se cohibía ante la más mínima muestra de afecto, ya fuera un cumplido o un abrazo.

Al verla jugar con su pelo sin saber bien dónde mirar, me vino a la mente una palabra que hasta entonces jamás le habría asignado a una persona: adorable.

—Gracias. —Apenas se la escuchó con el ruido proveniente de dentro—. Son obra de Lydia.

Me hice paso hacia el interior de la casa. Estaba tan familiarizado con ella que podría haber llegado a la cocina con los ojos vendados y de no ser por la cantidad de gente que había apiñada en el salón. Gente que, probablemente, no había sido invitada por Audrey, sino por Ciara.

Yo la habría matado si llega a organizar una fiesta así en mi casa. Y después mi padre me habría matado a mí.

Zoe se apresuró para alcanzarme y se pegó a mí tanto como pudo sin llegar a agarrarme. Estábamos tan juntos que podía notar el calor que emanaba su brazo al hacer contacto con el mío. Nuestras manos se rozaron y yo sentí un cosquilleo en los dedos que me impulsaba a hacer una de dos cosas: apartarme o entrelazar mis dedos con los suyos. Un poco tenso, me decanté por lo primero.

Audrey fue la primera en saludarme. Ya iba borracha; lo supe porque su forma de darme la bienvenida fue estampar sus labios contra los míos, y aunque el beso fue corto, me supo a cerveza.

En cuanto se apartó, miré a Zoe. Lo hice de manera automática, sin saber bien por qué, pero al ver su cara de sorpresa y confusión, entendí que no me sentía cómodo fingiendo ser lo que Audrey esperaba de mí frente a ella. Mi novia se dio cuenta. Notó que me tensaba y mantenía una lucha interna para no apartarla, así que se apartó ella.

Zoe & Axel ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora