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21 de junio de 2019

La casa de Audrey estaba situada en un barrio alejado del centro. Era una casa en toda regla, no un edificio como en el que vivíamos Kate o yo. La verdad es que por fuera no parecía que la fiesta fuese demasiado escandalosa. No había gente borracha tirada por el jardín, al menos. Solo un grupo de personas charlando.

Axel caminó hacia la puerta y toco al timbre. Llevaba puesta una camiseta negra de manga corta no demasiado ajustada y unos vaqueros azules y simples. Iba tal y como había dicho que iría. Ni siquiera parecía haberse peinado después de la ducha. Su cabello, que normalmente tenía un tono entre rubio y castaño claro, ahora parecía bastante más oscuro. Lo llevaba ondulado y revuelto.

Fue Ciara quien abrió la puerta. Saludó a Axel con un abrazo energético y después vino hacia mí. También me abrazó, con cuidado de no tirarme el vaso de bebida que llevaba en la mano.

Me fijé en lo muy maquillada que estaba. Aunque no entendía mucho de maquillaje, noté que sus pestañas eran mucho más prominentes y tupidas que el día que la conocí en la cafetería.

—Vaya —dijo arrastrando las vocales —. Las trenzas te quedan genial.

—Gracias. Son obra de Lydia.

—Debería pedirle que me enseñe a hacerlas —sonrió —. Pasa.

Axel ya se había metido dentro cuando dirigí mi vista hacia la puerta otra vez. Me apresuré para llegar hasta él. Quería estar lo más pegada posible de los rostros conocidos.

El ambiente era tal y como me esperaba. Había gente apiñada en el salón, el sofá estaba lleno de personas apretujadas entre ellas y algunas estaban sentadas en el suelo. La gran mayoría llevaba un vaso en la mano y estaba charlando o riendo.

La música estaba alta y yo no supe reconocer la canción que sonaba. Era animada, eso sí.

Muy pegada a Ciara y a Axel, caminé con ellos hasta llegar a la cocina. Ahí sí pude reconocer a los amigos de Axel.

El de pelo cobrizo se encontraba apoyado a la pared, observando como sus dos amigos sacaban botellas del congelador y la nevera, y las dejaban todas sobre la mesa. Habían otras botellas vacías tiradas por todos lados. La papelera estaba llena, así que muchas se habían caído al rededor y habían rodado por la cocina hasta desperdigarse.

El chico apoyado en la pared me saludó con la cabeza y yo le devolví el gesto. La chica pequeña se levantó y dejó dos botellas más sobre la mesa antes de darse cuenta de nuestra presencia. Sonrió tímidamente al ver a Axel. Se acercó a él y lo besó en los labios. Fue un beso muy fugaz y casi tierno. Después se dirigió hacia mí.

—Hola, Zoe, me alegro de que te hayas animado a venir.

—Yo también me alegro —mentí. En realidad ya me estaba arrepintiendo.

Ella estaba siendo súper amable y yo ni siquiera me acordaba de su nombre. Además, ¿acababa de besar a Axel? Si estaban saliendo, yo debería haberme dado cuenta aquel día en la cafetería, ¿no? Aunque claro, mi percepción de ese tipo de cosas dejaba bastante que desear... De todas formas, y en mi defensa, diré que Axel no era alguien fácil de leer. Incluso con los brazos rodeando la cintura de aquella chica, su expresión era completamente inexpresiva. No es que se mostrase incómodo o molesto. Simplemente parecía impasible.

—¿Necesitáis ayuda en algo? —pregunté. De haber estado Kate aquí, mi pregunta le habría sorprendido enormemente.

—No, no te preocupes. Solo vamos a llevar las botellas al salón.

Asentí con la cabeza y me quedé allí parada sin saber bien qué hacer. Noté la mirada de Axel sobre mí. Ni siquiera se molestó en disimularlo cuando me giré para verle a él. Se separó de su novia suavemente y avanzó hasta la puerta de la cocina.

Zoe & Axel ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora