CAPÍTULO I: Musas

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Un buen doctor debía tener su atención fija en sus pacientes, hacer todo lo posible por sanarlo y acabar con sus dolencias, pero el tener a Ilaria Dordain en su rango de visión le hacía complicado el cumplir su labor

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Un buen doctor debía tener su atención fija en sus pacientes, hacer todo lo posible por sanarlo y acabar con sus dolencias, pero el tener a Ilaria Dordain en su rango de visión le hacía complicado el cumplir su labor.

—Doctor Morgan —llaman desde una de las camillas de la enfermería de la sede de la FEMF en Francia.

El aludido, a regañadientes, aparta su vista de la castaña para voltearse a ver a la enfermera.

—Aumente la dosis de epinefrina. Si no hay resultados, llámeme o contacte a la Bioquímica Dordain.

—Sí, Señor.

Se voltea a ver nuevamente a la fémina tras el vidrio que separaba el laboratorio de la enfermería.

Ella se encontraba concentrada observando algo con su microscopio y tomando notas a su lado. Era la más destacada en el área de investigaciones, al igual que gran parte de su familia.

Junto a su hermana gemela Josette habían encabezado una investigación para la NASA junto a Luciana Mitchells, una mujer que no era exactamente del agrado de Ilaria, pero su inteligencia había rebasado con creces la de la ojiazul.

Actualmente había aceptado un puesto de la FEMF en el país natal de su padre, Sebastien Dordain, uno Científico nuclear altamente reconocido.

El hecho de aprender técnicas militares no le había agradado mucho a Ilaria, menos por el hecho de sudar y arruinar su ropa, cosa que le desagradaba por su leve TOC.

Pero le era sumamente gratificante el hecho de ir a la enfermería tras "accidentarse" y ser atendida por Reece Morgan. Y viceversa.

Dos toques a la puerta del laboratorio la sobresaltan y desvía sus ojos dorados del lente del microscopio, mirando de lleno al atractivo Doctor Reece Morgan en la puerta.

—¿Te cuento algo? Me gustaría ser lo que sea que estás estudiando con ese microscopio.

—¿Una droga? —pregunta la castaña con diversion— ¿Por qué?

—Para que me mires solo a mí y a nadie más, soleil.

Como era inevitable para Ilaria, se sonroja. El escuchar a Reece hablando en francés era su debilidad.

—Bueno —se para de su asiento quitándose sus guantes y lanzandolos sobre la mesa, acercándose al ojigris a paso largo— tú y esa puta droga a la que le tienes celos tienen algo en común.

—¿Me comparas con una droga? Eso duele, Señorita Dordain. —finge ofenderse.

—Ambos son jodidamente adictivos.

Sin más, apenas Ilaria está lo suficientemente cerca de él la agarra por la cintura y la besa con fervor, pasando repetidamente sus manos hacia la altura de su trasero, a lo que la castaña toma impulso y enrolla sus piernas a la altura de las caderas de Reece.

INOLVIDABLE [El Legado De Reece Morgan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora