Rose dress #MLB #Adrienette +18

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Cualquier otra persona hubiera elegido comer en la torre Eiffel o un pasear en el jardín de las Tullerías para una primera cita. Incluso, los helados de André eran aún muy populares para los de su edad y cualquiera los hubiera preferido. 

De haber elegido Disneyland, cualquier otro chico de su edad hubiera escogido Port Aventura o Frontierland, donde las atracciones eran más emocionantes y adrenalínicas. Pero Adrien Agreste escogió Fantasyland; la zona con el castillo de la bella durmiente, los restaurantes cursis y el pabellón de las princesas.

El mismo chico que la había besado apasionadamente la noche anterior, la había llevado al carrusel de Lancelot esta mañana. 

El mismo que peleó con las capas y capas de su vestido, el que la había tocado con deseo contenido, el mismo que ahora posaba para una fotografía con las botargas de los Aristogatos, mostrando todos los dientes y abrazando a los gatitos como todo un fanático.

El mismo chico que había peleado junto a ella durante años, al que le había confiado su vida más de una vez, ahora caminaba dando saltitos a su lado apuntando hacia todas partes, pareciendo que le importaba poco medir casi un metro noventa y que su paso llamara mucho la atención.

Marinette tenía problemas para descifrar a Adrien. ¿Cómo podía pasar de ser un chico-gato salvaje y apasionado a un muchacho dulce e infantil en menos de doce horas? ¿Y dónde había quedado el modelo serio, responsable y tranquilo que nunca perdía el control? Debía ser que uno de ellos era una careta, un personaje. Pero ¿Cual?

Había un chico entre el modelo perfecto y el superhéroe rebelde que se estaba mostrando de a poco frente a ella. La idea era tan atrayente como espeluznante, por mucho que pareciera una exageración. 

Espeluznante, porque ante todo Marinette sabía que no podía perder la cabeza cuando se trataba de Adrien. Ya no podía bajar la guardia a su alrededor, por mucho que lo quisiera.

El chico llamó su atención, jalándola de sus manos para llevarla a uno de los juegos tal y como lo haría un niño pequeño. Y ella trataba de seguirlo, pero su cabeza revuelta y el hecho de que Adrien parecía una maquinita hiperactiva no le estaba ayudando mucho, así que Adrien seguía tirando de ella con impaciencia infantil.

Con el movimiento, la capucha en la cabeza de Adrien se deslizó. Si Marinette ya había estado observándolo con atención toda la mañana, ahora no podía aparatar la vista de él. No cuando Adrien tenía el cabello negro y lacio a los hombros atado a una coleta baja y desprolija, en un corte muy diferente a su habitual rubio dorado, uno que hacía aún mas llamativos sus ojos peridoto y su piel besada por el sol.

Marinette no pudo evitar mostrar su asombro, o el pequeño gritito que salió de ella.

—¿¡Que te hiciste?!

—Oh... ummm —Adrien se alborotó el flequillo oscuro, dejando ver la línea que la unía a su frente —Es una peluca. Te sorprendería lo poco que me reconocen con sólo cambiar el color de mi cabello. Y hoy, definitivamente no quiero ser interrumpido por nadie.

Pero Marinette no dijo nada, no contestó, no parpadeó. Estaba demasiado absorta en la forma en la que Adrien le sonreía, en cómo incluso sus ojos parecían sonreírle, en lo mucho que su imagen le parecía familiar en un raro modo. Ella sólo trataba de frenar ese enorme, enooorme impulso de pasar sus dedos por ese cabello (falso o no), enroscar sus dedos en él mientras lo mira a los ojos, sentir esa adrenalina que viene antes del momento en el que ella tira de él hacia abajo y entonces...

—Creo que te rompí —La voz de Adrien la hizo agitar la cabeza. Se había quedado más tiempo del socialmente correcto viéndolo fijamente, sin moverse de su sitio — ¿Todo bien? —Adrien inclinó la cabeza mirándola de soslayo mientras seguía caminando, un gesto coqueto que Marinette había creído arrebatador en Chat Noir otras muchas veces y que a Adrien le venía perfecto.