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Había tenido que correr para coger el maldito bus y llegar rápidamente a mi caja de zapatos para después tener que lavarme el pelo en la pila donde había algunos platos sucios de la semana pasada.
Por alguna casualidad retorcida del destino me había dejado el grifo goteando y se había gastado el agua caliente.
El pelo me olía a lavavajillas y había tenido que frotarme la harina de la piel con un paño húmedo con el que anteriormente había lavado los platos acumulados por semanas para hacer un hueco y meter la cabeza.
Me había vestido a toda prisa con el horrible uniforme de la cafetería y había cogido el bus hasta la cafetería.
Shelly una de las que trabajaban conmigo estaba atendiendo en la barra mientras yo no estaba.
Le invitaría a una copa si tuviera dinero de sobra pero como no era así solamente le di las gracias y le sustituí, como tendría que haber hecho hace media hora de no haber tenido problemas.

Y por problemas me refiero a William Clark.

La jornada no había sido muy interesante por lo que estuve continuamente pensando en William y su supuesta propuesta.
El flujo de los clientes empezó a aumentar tanto en la noche que tuvimos que llamar a Shelly para que volviera.
Agradecía estar ocupada porque me daba una excusa para abandonar mis pensamientos sobre William.

Pero en el descanso no me pude librar de mis propios pensamientos.
Él era una de las personas más raras que había conocido jamás.

Era un huraño, excéntrico millonario en un momento y al día siguiente era encantador además de tranquilo.

Las personas así no me gustaban para nada, sólo traían problemas.

Y dolores de cabeza

Y William era la definición de problemas envuelto en un práctico y comestible envoltorio.

¿En serio me había planteado tener una cita con él?

Y hablando de ello.

¿Era aquello una cita o no?

Amé la forma en la que se reía y me encantó la extraña manera en la que se preocupó por mi.

Por no decir el hecho de que ese espécimen tan increíble me había coqueteado.

Pero eso no hacía una relación y eso no lo hacía tan atractivo.

Bueno ¿A quién quiero mentir?

Si ese hombre corriera con un sombrero enorme por toda la gran manzana seguiría siendo atractivo...

Y yo seguiría babeando por él.

Lo cual no era para nada justo.

Nadie tenía derecho a verse tan malditamente bien.

Me hacía sentir insignificante.

Me aparté un mechón de pelo de la cara y observé como la marea de gente iba disminuyendo hasta casi desaparecer.

- ¡Oye Amelie! Tierra llamando a gente de pelo Azul.- Sentí como un papelito me caía en el regazo y me giré para ver a Wes.- Estás totalmente ida, ósea quiero decir que normalmente estas rara pero hoy además de rara estas perdida.

- Muy gracioso Wes, pero...¿sabes qué?...

Me acerqué a la barra, apoyé la mayoría de mi torso y codos en ella hasta quedar a un centímetro de él.

Él tragó saliva sonoramente.

Se que está mal aprovecharse de alguien que a muchas luces parece pillado por ti, pero ¡Vamos! Wes se lo merece.

No digo que sea mala persona pero por supuesto el pobre quinceañero es todo un macarra.

Me acerqué a su oído y cuando le vi tragar sonoramente otra vez, vi mi oportunidad...

- ¡ES LAVANDA, NO AZUL!.- Le grité en el oído.

Se llevo una mano a la oreja y me fulminó con la mirada mientras yo me reía hasta las lágrimas.

- No es gracioso, eres una cría.- Me mostró la lengua lo que le hizo verse aún más pequeño.- Madura de una vez.

- Soy una cría pero yo al menos no tengo examen mañana.- Le guiñé un ojo sabiéndome ganadora.- Pardillo.

Le oí refunfuñar mientras me iba a servir café a los pocos clientes que quedaban a estas horas.

Oí la campanilla de la puerta y me di la vuelta con la mejor de mis sonrisas.

Que fue cruelmente borrada cuando descubrí quien estaba en la puerta.

William Sexy Clark estaba enfundado en un traje que parecía salido de los desfiles de alta costura que veía por la televisión.

Miró todo el lugar con brevedad hasta que posó su vista en mi y sonrió.

Era esa sonrisa mojabragas que seguramente tenía patentada...

Se acercó a mi hasta que casi se me salió el aliento, me robó de las manos el menú y se sentó en una de mis mesas.

El bastardo.

Me recompuse como pude y me di la vuelta hasta la barra donde ya se encontraban todas las Féminas y Wes comentado acerca del apuesto hombre sentado en una de las mesas.

Genial.

No sólo se portaba como un capullo si no que ahora también me acosaba en mi puesto de trabajo.

Supongo que era su venganza por lo de esta mañana.

Me acerqué a la barra para coger una taza y la jarra de café...

Unas ganas inmensas de escupir en ella me sobrecogieron pero resistí la tentación.

- ¿Quién ese pedazo de filete? .- Shirley era una de las camareras que más propina recibía y que más escote tenía también. Se relamió los labios como una maniática sexual.- Ojalá tuviera que atender esa mesa, sin embargo me toca atender a un gordo sobón.

- Ese hombre de ahí no merece la pena .- Mentira, me gritó mi cabeza.

Las chicas me miraron fijamente mientras que Wes seguía fulminándolo con la mirada.

- Entonces supongo que no te importara que yo sirva.- Shirley me miró fijamente a los ojos con expresión inocente...

Pero a mi ella no me engañaba, esa mirada era de ... Pruébalo.

No me hubiera preocupado de no haber oído la connotación que traía ese "Sirva" que había soltado antes.

Entonces sentí la miraba de William en la nuca y sin pensarlo mucho le tendí al jarra y la taza a Shirley mientras tomaba asiento detrás de la barra como el resto de aspirantes a Shirley.

Shirley soltó un chillido que casi me deja sorda y se encaminó hasta la mesa de William.

A pesar de todo, tenía curiosidad de como iba a reaccionar, así que mientras Shirley se abría más el escote si cabe yo me propuse observar.

Cuando Shirley le sirvió el café y se agachó "innecesariamente" para hacerlo mostrándole el escote, sentí la mirada de William en mi.

Pronunció algo entre dientes a Shirley y después me miró fijamente, mientras vocalizaba un "Con que así son las cosas ¿Eh?"

Lo que no me esperé para nada fue la cara de Shirley cuando volvió con la taza de café.

Parecía totalmente descolocada.

Las demás se acercaron a ella para saber que había pasado y no pude evitar poner el oído mientras miraba fijamente a William, que a su vez me miraba a mi del mismo modo.

- ¿Y bueno, qué ha pasado? .- Preguntó una de sus secuaces.- ¿tienes su número? ¿Te vas a acostar con él?

- Dice que prefiere el Té y a la otra camarera.- Sentí la mirada de Shirley fulminándome.- Dijo que camareras con escote hay muchas pero que camareras de pelo color lavanda hay pocas.

Entonces no pude evitar reírme a carcajadas.

Y por la que vi él tampoco pudo evitar que una sonrisa se le escapara.

Vaya, no es como me lo esperaba.


The Last Sad Song ( 1.5# Arcane Chronicles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora