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Bill se encontró tendido sobre una fría mesa totalmente desnudo pero ya curado relativamente.

Todo le dolía y con la poca iluminación pudo ver los moretones y lo que parecían mordidas por todo su cuerpo.

Mordidas humanas.

Se estremeció, sintiendo que los pocos  vellos de su piel se erizaban.

Instintivamente trató de levantarse, pero unas barras y cadenas lo sujetaron.

Una figura entró en la pequeña habitación en la que se encontraba y, a pesar de la lucha de Bill, logró colocarle una máscara de oxígeno.

Empezó a quedarse dormido.

Intentó hablar pero las palabras salían lenta e inutilmente.

Lo último que recordaba era un ruido blanco que venía detrás de sus oreja y luego se acabó.

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Bill parpadeó rápidamente.

Sus ojos estaban tratando de adaptarse a su nuevo entorno.

No tenía idea de dónde estaba hasta que reconoció la mazmorra.

Trató de moverse, sus extremidades se sentían rígidas.

Bill se incorporó, miró a su alrededor, tratando de mantenerse alerta, pero aún sintiéndose un poco somnoliento.

Estaba sorprendido de poder moverse libremente, pero totalmente desnudo, y se sentía totalmente débil.

Incluso sentarse fue un tormento.

Estaba drogado.

De eso no había duda.

Apretó las manos contra el suelo frío y duro, tratando de obligarse a ponerse de pie, pero todavía estaba luchando.

- Hola, Billsy.

La voz de Sukha resonó por toda la habitación.

Bill miró a su alrededor aterrado en busca de la ominosa figura oscura de Sukha, pero no encontró a nadie.

Bill se puso en posición defensiva aún sabiendo que era inútil.

- Vamos, Billsy, eres tan débil como un gatito. No puedes esperar que luche contigo de esta manera, sería muy injusto para ti”

- Deja de... llamarme así.

Y allí estaba.

Sukha.

Apareció de entre las sombras.

Aunque Bill no podía ver su rostro, podía decir que estaba sonriendo debajo de esa capa con capucha.

Bill intento correr a la puerta pero Sukha iba a tratarlo como a un niño tonto y con un par de movimientos rápidos, tenía a Bill inmovilizado en el suelo, su rodilla presionando su espalda y lastimando sus alas.

- No quiero pelear contigo Bill, pero haré lo que debo si no te comportas como un buen chico.

Sukha dejó a Bin paralizado con ayuda de la magia y se puso de pie.

Bill solo yacía inmóvil, tratando de respirar.

- No soy más que un hombre razonable, Cipher, te daré a elegir hoy.  ¿Quieres gritar por mí de placer o de dolor?

Bill permaneció en silencio totalmente petrificado.

El hombre recogió cada instrumento de tortura con tranquilidad, dejando que Bill escuchara el sonido distintivo de ellos raspando tortuosamente la mesa.

¿Me enamoré del demonio? - StanBillFordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora