Capítulo 3

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Se puso cada vez más nerviosa ante su posible destino.¿Tendría que vender droga como había hecho su hermana?¿A dónde la llevaba el chico? ¿Le harían daño? ¿O le obligarían a hacer alguna clase de "favores"? Su cabeza voló entre las posibles respuestas y ninguna le resultó agradable.

Cinthya sintió como le recorría un escalofrío por toda la espalda al ver la dirección que tomaban sus pensamientos, y se giró a mirar a su secuestrador, el callado. Le recordaba a Slenderman, igual de alto, igual de silencioso, y también iba vestido completamente de negro. Los bordes de un tatuaje le sobresalían desde el cuello de la camisa. Aunque no consiguió descifrar de que se trataba.

Slenderman la miró fijamente a través del espejo retrovisor al notar su mirada puesta en él.

-Vamos a La Mansión, mantente callada y no tendrás muchos problemas.-

-¿Ante quien me tengo que mantener callada?-

-El jefe-

Bueno, Slenderman no sería la cumbre de la elocuencia, pero estaba más hablador de lo que había lo sido hasta entonces, así que decidió aprovechar esa oportunidad preguntando las dudas que le estaban destrozando los nervios.

-¿Que se esperan que haga para saldar la deuda? -

-Trabajar- Al notar el tono tajante en su voz, Cinthya decidió no tentar más su suerte y se mantuvo en silencio.

Llegaron a lo que parecía un pequeño palacio. Había una verja que rodeaba toda la zona, unos pilares que sostenían la fachada de la casa, construida por mármol. Con un inmenso jardín bordeando la entrada por la que pasó el coche de su secuestrador. Advirtió que la persona que había decidido el nombre de ese lugar tenía una gran imaginación.

Slenderman abrió la puerta y sorprendentemente gentil la ayudó a bajar del coche. Pero toda señal de sutileza se desvaneció en cuanto entraron en la casa. Se cuadró de hombros y sus ojos se volvieron como el hielo. Tenso; la agarró del brazo firmemente, pero sin hacerle daño.

Entraron en una estancia amplia  a través de unos gigantescos portones.
En esa casa todo parecía funcionar a gran escala. Incluso Slenderman seguía esa pauta. Lo único pequeño en esa casa eran ella y sus posibilidades de salir bien parada de esa situación.

Contuvo los temblores que trataban de recorrerla ante el miedo que estaba pasando. Pero su hermana iba antes que su miedo, siempre por delante.

Había una mesa largísima en medio de numerosas librerías. Un sueño para cualquiera. Incluso en ese momento le tranquilizó la presencia de aquella biblioteca.

Un hombre canoso estaba sentado a la cabeza de la mesa flanqueado por un hombre delgado vestido de traje y otro el cual daba la impresión de tener la condicional. En la mesa también había un chico rubio joven que la miraba con una sonrisa lasciva y, otro pelirrojo, que la observaba con simpatía y compasión.

-Aquiles llegas tarde-

Aquiles; su secuestrador, alias Slenderman, no dijo nada y simplemente se quedó mirando fijamente al hombre canoso.

El hombre suspiró y dirigió su mirada hacia ella.

-Tú debes ser la chica que nos debe tanto dinero.- la miró con desaprobación- Bien,no me andaré con rodeos; tienes dos opciones: puedes trabajar como criada para mí o puedes ganar el dinero más rápidamente en base a otros servicios...- Esa pausa y la cara que puso el hombre dieron a entender que no le sorprendería para nada que escogiera esa opción, y que le complacería enormemente que así fuera, lo cual la indignó y enfadó a partes iguales.

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