Capítulo 2

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Cuando Cinthya se despertó Claudia ya no estaba en el sofá.
Probablemente ya iba de camino a casa de sus padres. Eran las doce y media de la mañana así que decidió preparar directamente la comida en vez de desayunar.

Se fijó en que había una nota encima de la mesa con la letra de su hermana; probablemente no habría querido despertarla al irse. Debido a que Cinthya no tenía, precisamente, un buen despertar.
Ya habían tenido lo que ella llamaba unas "pequeñas" discusiones respecto a su horario de sueño. Desde entonces pocas veces su hermana se atrevía a despertarla cuando estaba durmiendo.

Abrió la nevera y vio que su hermana había vuelto a arrasar con la nevera a medianoche. Suspiró mientras se dirigía a cambiarse para ir a hacer la compra.

Ya vestida con unos vaqueros y una sudadera verde se hizo una coleta alta y agarró dinero, el móvil y las llaves, que se encontraban en un recipiente pequeño sobre la mesa de la entrada.

Al bajar sintió un pequeño escalofrío y se fijó en que había un coche negro, con aspecto de ser bastante lujoso, aparcado a un lado de la acera. Apoyado sobre el capó había un chico de espaldas a ella.

Al ver que nadie la estaba vigilando se tranquilizó un poco regañándose a si misma por ser tan paranoica.

El chico llevaba unos jeans y una camiseta de manga corta negra y el pelo marrón oscuro corto por la nuca y más largo en la parte superior. Desde esa distancia únicamente podía distinguir un tatuaje de una serpiente en el brazo derecho.  Era de espaldas y hombros anchos y parecía ser bastante alto a pesar de estar inclinado sobre el capó del coche.

Ella decidió dirigirse hacía el supermercado después de echar un vistazo, aún con sospecha.

Al llegar saludó a la cajera y compró todo lo necesario para abastecerse la nevera por un buen tiempo sin que los asaltos nocturnos de su hermana mermasen demasiado sus reservas de comida.

Llegó a casa y vio que el coche había desaparecido junto con el chico. Cinthya no le dió más importancia y subió hasta su apartamento. Ya en la puerta veintitrés sacó las llaves y abrió la puerta.

Dejó las bolsas en el suelo y trató de cerrar pero un pie en la abertura se lo impidió. Sorprendida se giró hasta el hueco que había quedado entre la puerta y el marco, y observó asustada como un brazo tatuado abría más la puerta para poder pasar.

La puerta dió paso al que reconoció como el chico que había estado apoyado en el coche negro. Pero, se dió cuenta entonces, que desde cerca impresionaba todavía más. Era tan alto que tenía que agacharse para no golpearse la cabeza con el marco.

Tenía unos ojos grises impresionantes, como metal fundido, una mandíbula prominente, nariz recta y una ligera barba de tres días.
Sus facciones eran las típicas de modelo pero de una manera más dura. Su cara era, de algún modo, más ruda.
A pesar de tener una mirada de acero, desprendía frialdad.

Ante esa frialdad ella despertó de su ensueño dándose bofetadas mentales por no reaccionar ante lo que era, evidentemente, un asalto.
Probablemente esperaba a que alguien se metiese en su casa para poder robarla. Justo como había hecho ella.

Y una mujer viviendo sola en un apartamento era un caramelito para los ladrones.

Agarró lo primero que vio, que resultó ser un paragüero que tenía al lado, y lo amenazó con él.
En la mirada del desconocido vio lo que parecía un destello de diversión, pero su cara no mostró nada. Y al instante sus ojos volvieron a ser puro hielo.

-Señorita Di Angelo- Cinthya se erizó al escuchar su apellido pronunciado por esa voz ronca y grave.

Ella únicamente asintió con la cabeza sin perder de vista al intruso.

-Va a tener que acompañarme.- Fue entonces cuando se dió cuenta de que no estaba allí para robarle. O por lo menos no para robarle dinero.

-No voy a ir contigo a ninguna parte.-

-Usted tiene una deuda que saldar.- Cinthya se tensó al comenzar a entender lo que estaba ocurriendo.- Tiene la opción de venir pacíficamente o la otra opción; que no le gustará tanto-
Había venido por la droga que le habían robado ayer a su hermana un grupo de chicos o en su defecto, a por el dinero.

Un dinero el cual, probablemente, no tenía. Todo el que conseguía ahorrar y no era necesario para su subsistencia lo invertía en otras cosas. Y de sus padres mejor ni hablar, eso sin tener en cuenta el hecho de que Cinthya nunca le pediría, bajo ningún concepto, nada a sus padres.

Cinthya, en ese preciso instante, se dio cuenta de que la habían confundido con su hermana y ,que si la descubrían, se llevarían a Claudia .

Así que asintió con la cabeza y, como había  hecho un millar de veces antes, Cinthya se encargó de el problema que había causado su hermana.

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Cinthya bajó el paragüero lentamente y, cuando el desconocido relajó levemente la tensión de sus hombros y metió las manos en los bolsillos para sacar algo, le dió con él en la cabeza.

Ella había aceptado que la llevasen, pero no iría tranquilamente, sin pelear. A ella se la llevarían pero el desconocido se llevaría también algún moretón consigo.

Aprovechó el aturdimiento del golpe y atravesó la puerta corriendo. Pero no llegó muy lejos ya que de repente sintió como todo su mundo se volvía del revés y alguien la elevaba del suelo colocándola sobre un hombro fornido.

Intentó revolverse pero el amarre sobre sus piernas parecía de hierro y aún así, no dejó de resistirse.

En el fondo, a pesar de estar aterrada, le importaba más que no encontrasen a su hermana, así que comprobó que no hubiese vuelto mirando a su alrededor.

Se relajó levemente al no encontrar a nadie a cerca pero mantuvo su forcejeo sin querer ponerlo fácil.

Finalmente su captor logró llegar a su coche negro y la dejó delicadamente sobre el asiento, lo que la dejó levemente desconcertada.

-¿Dónde me llevas?-

Recibió el silencio como única respuesta, así que analizó lo que le rodeaba con la esperanza de poder escapar.
Los asientos eran cómodos, forrados de cuero y las ventanas estaban tintadas con el seguro puesto en todas las puertas.

La guantera estaba entreabierta con lo que parecía una foto de su hermana, suponía que podía parecer que era ella; sin embargo la chica de la foto salía con un Jersey que era de su hermana. Así que no podía ser ella.

Además, a lo anterior se le sumaba el hecho de que en la foto salía Víctor; lo que le dió una imagen muy clara de quien le había dado su dirección al secuestrador. Imaginó como se encargaría de esa sanguijuela con la boca demasiado grande, sería una muerte lenta. No podía dejar que volviese a tocar a su hermana.

Se planteó alguna manera de pulsar el botón para abrir el seguro y escapar.

Sin embargo, Cinthya se detuvo por un instante en su escrutinio. Si ella escapaba era muy probable que fueran en busca de su hermana. Y ella no podría defenderse. Tenía que averiguar la manera de acabar con la deuda que había adquirido Claudia.

Otra vez tenía que limpiar el desastre de su hermana. Y otra vez estaba sola para hacerlo.

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