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Connor.

Era de mañana, un día aparentemente normal. Su reloj sonó a la hora programada, como hacían un par de semanas que no lo hacía, y como extrañaba esos días que apenas iban acabando.
Sus vacaciones podían describirse como placenteras, bastante normales, pero él las había disfrutado. Básicamente había pasado la mitad de sus días con su mejor amiga haciendo cualquier actividad que pareciera mínimamente entretenida y la otra mitad encargándose de sus quehaceres y responsabilidades, o bueno, los quehaceres y responsabilidades que un joven adulto en etapa universitaria tiene en sus vacaciones.

 
Pero esos días habían acabado y volvió a la rutina de su vida universitaria.
Iba a empezar su tercer año en administración en la universidad de Bleston. La carrera que escogió fue una que pensó que sería la adecuada, aunque no estaba muy seguro quiso intentarlo, le gustaba lo que sabía de la carrera y no se equivocó, le iba bastante bien y le gustaba lo que estudiaba, aún si no le gustara tanto despertar temprano.

Ya despierto y fuera de la cama procedió a seguir con su rutina: se bañó, se vistió con los jeans que encontró limpios, una camisa blanca y su amada chaqueta roja. Las chaquetas eran la parte infaltable de su atuendo, ya eran parte de su personalidad básicamente, y eso le encantaba.
Al terminar de alistarse bajó, saludó a su compañero Jessie y salió decidiendo que mejor desayunaba con Aslyn.

Llegó a la universidad con veinte minutos de sobra y buscó la cabellera miel de su mejor amiga en la esquina habitual en la que se encontraban: en la mesa al lado de las jardineras, ya que Aslyn amaba las flores y decidió que ese era su lugar.
Siguió buscando sin éxito hasta que sintió una mano que tomaba su brazo y le daba la vuelta.

–Connor, adivina qué.–Aslyn estaba frente a él con un bonito vestido lleno de flores moradas y una sonrisa divertida.– Antes de salir estaba en casa pensando "vaya, debería llevar mi desayuno a la universidad, es probable que el holgazán de Connor no desayune en casa con la excusa de comer conmigo cuando simplemente no quiere cocinar, así que llevaré los dos muffins que preparé ayer y así comemos juntos" así que empaqué los muffins, fui a buscar mis cuadernos y mi jugo de pera y salí. Cuando llegué aquí noté que olvidé los muffins, así que es tu culpa que no desayunara. Me debes un muffin.

–¿Como es mi culpa que no desayunaras?

–Porque no desayuné en casa pensando en traerte tu muffin.

–¿Y como sabes que no desayuné en casa?- refutó Connor, empezando a caminar junto a ella.

–¿Lo hiciste?

–No. Vamos a comprar los muffins.
Aslyn sonrió divertida, lo conocía demasiado bien.

Aslyn Prarson era su mejor amiga desde que tenían 10 años, estaban en cuarto grado y ella le prestó un lápiz para hacer un examen. En agradecimiento le dijo que sería su mejor amigo para siempre. Aslyn río y aceptó, todo era broma, pero diez años después seguían juntos en cualquier circunstancia.

Connor pensaba en eso mientras la miraba, era una increíble y leal amiga.

–¿Qué me miras?– le dijo Aslyn mientras mordía su muffin de arándanos.

–En que tienes un moco, quítalo.– le dijo Connor mientras reía al ver su cara de espanto, a lo que ella lo miró con mala cara.

–Hola hola, ¿Qué pasa amigos? ¿Como los trata los primeros treinta minutos del primer día de clases?– preguntó Jessie mientras se sentaba entre Connor y Aslyn, quitándole el muffin al primero y dándole una mordida.

Jessie era su amigo y compañero de casa, estudiaba administración con él. Iban juntos en cada curso y se llevaban bastante bien, se hicieron amigos desde el principio de la carrera e integraron un grupo junto a Aslyn, aunque no estudiaban lo mismo que ella.

La ilusión de una venganza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora