La verdad no nos hace libre, en realidad, nos aprisiona

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Capítulo 6

La verdad no nos hace libre, en realidad, nos aprisiona

Por un momento mi mente se queda en blanco. No existe nada, ni la vida ni la muerte, tampoco el avión que nos transporta ni mucho menos el hecho de que sea mi jefe y yo su empleada, sin mencionar que soy la hermana pequeña de su hermano, el cual ha ignorado toda su vida, porque, por alguna desconocida razón, odia a los Warners.

«Ahora solo existimos él y yo».

Sus labios son suaves y calientes sobre los míos, exactamente como me los había imaginado desde el primer día. Al principio me niego a devolverle el beso, pero mi deseo es más fuerte que mi sentido racional. Nuestro ritmo es hambriento y casi tan desenfrenado y testarudo como nuestras personalidades. Intento sacar mis manos de su agarre, pero me es imposible, me tiene clavada contra la puerta. Su lengua me pide permiso para entrar, a lo que gustosa acepto. Él, por muy sorprendente que parezca, sabe a menta con un toque de alcohol. Mi cuerpo pide más, necesita más, y no puedo evitar apretar mi pecho contra él en busca de más contacto, más fricción. Mis pechos adoloridos lo agradecen y gimo de placer. Él capta mi indirecta y se aprieta más a mí, haciendo que mis pechos se hinchen en respuesta. Suelto una de mis manos de su agarre y la llevo a su pelo enseguida. Había querido hacer esto desde el primer día y no perderé la oportunidad ahora que puedo. Cuando creo que el beso no se puede volver más intenso, libera mi otra mano, con ambas manos libres me toma del culo y me levanta, a lo que acato y enredo mis piernas en su cintura.

En este momentos agradezco, pero también maldigo profundamente, haber venido con traje de pantalón. La fina tela nos crea una barrera, pero esto no evita que sienta cómo su miembro despierto se aprieta justo en el lugar más sensible. Lo quiero justo allí, pero sin las telas. Quiero más que esta dolorosa fricción. Jalo su pelo con ambas manos y enredo mi lengua junto a la suya mientras se aprieta de manera experta contra mí. Se separa un poco, baja su cara y ataca mi cuello con besos y mordidas. Dejo caer mi cabeza contra la puerta mientras gimo despacio. Besa el inicio de mis pechos, sube por mi clavícula hasta mi cuello y termina en mi quijada. Me está volviendo loca, y lo sabe. Jadeo gustosa y él me responde con un gruñido. Estamos a punto de besarnos otra vez, cuando alguien toca la puerta.

Nos congelamos justo como estamos; yo clavada a la pared con ambas piernas alrededor de su cintura como si fuera una koala y él con sus manos en mi culo sujetándome con firmeza. Ambos respiramos como si hubiésemos corrido un maratón. Su pelo, con sus pequeñas ondas, cae al lado de su cara. Así como él se ve, sé que me veo yo. Tocan la puerta otra vez. Me baja al piso con delicadeza y da un paso hacia atrás.

—Un momento —le dice a quien sea que está detrás de la puerta.

Observo cómo se arregla el cuello de la camisa y pasa una mano por su pelo. También hago lo mismo. Dándole la espalda, camino hacia mi portátil, me arreglo la cola de caballo y me cacheteo mentalmente.

«¿Qué carajos acaba de pasar contigo, Ava?».

Maxon abre la puerta.

—Disculpe que lo moleste, señor Knox. —No necesito mirar para saber que es una de las azafatas. Su tono de miedo me causa gracia. Casi puedo imaginarme la cara que debe tener Maxon—. Estamos empezando el descenso. Necesitamos que ambos regresen a la cabina principal y abrochen sus cinturones.

Sin responder, él cierra la puerta y camina hacia mí.

Mi corazón empieza a correr sin control de nuevo. Me apresuro para agarrar mi portátil y me giro.

Su mirada es oscura, el deseo dibujado en sus ojos, aunque no tanto como antes. Me causa una mezcla de excitación y temor. Su erección sigue visible a pesar de sus pantalones. Como una estúpida, me sonrojo con este hecho.

EL Hermano De Mi HermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora