Maxon me observa con el calor de mil soles. Doy un paso hacia atrás en un intento de crear una brecha entre nosotros, pero, en cambio, choco contra la cama y caigo sentada sobre ella. Él se acerca como una pantera a su presa. Me echo hacia atrás en la cama como un cangrejo y él empieza a gatear hacia mí. Siento mi corazón pulsando en todo mi cuerpo al verlo acercándose de esta forma peligrosa y dominante. Me arrincona contra la cabecera de la cama, toma mis piernas y con un simple jalón me tiene acostada con las piernas abiertas para él. Las mantiene sujetas sin esfuerzo. La verdad es que yo tampoco hago resistencia porque mi cuerpo anhelante puede más que mi cabeza. Da otro paso más arriba y se cierne sobre mí.
La excitación de tocarlo, de tenerlo tan cerca y estar a solas con él me golpea. Cuando sus labios tocan los míos, no puedo reprimir el temblor que viene con ello. Su boca arrasa sobre la mía y toma mis labios como quiere, duro y salvaje. Recorre mi labio inferior con su lengua y lo succiona entre sus dientes. Su lengua le pide permiso a la mía y estas empiezan a bailar juntas. Mientras tanto, sus manos toman mis brazos fuera de su cuello y los levanta por encima de mi cabeza. Su pelvis se posiciona mejor entre mis piernas. Gimoteo un poco cuando me doy cuenta de que aún está muy lejos de mí. Estoy totalmente indefensa a sus encantos. Puede hacer conmigo lo que quiera en este momento, pero mi poco sentido lógico aún sigue de pie, diciéndome que tome el control de la situación aunque no quiera.
Maxon empieza a besarme la mejilla y la quijada. Baja hasta mi cuello, donde deja un centenar de besos húmedos. Luego muerde por debajo de mi clavícula y al inicio de mis pechos. Jadeo. Estoy mojada, con las pantis empapadas por él. Todo el odio que le tenía hace un segundo evolucionó a este gran deseo de poseerlo. Aun así, recuerdo bien lo que dijo hace cinco minutos.
—Pensé que no me tocarías si no tienes mi aprobación —digo entre jadeos.
—No creí que besarnos estuviera fuera de la ecuación, pero ¿deseas que pare? —Lame un punto muy sensible debajo de mi oreja.
No quiero que pare, y si lo digo, tampoco me creerá porque será mentira.
—Nos estamos saltando miles de pasos para ser amigos, Maxon.
Sé que jugamos con fuego y que no faltaría mucho para que un simple beso se convierta en otra cosa.
—Jamás dije que quería ser tu amigo. En realidad, siempre dejé muy en claro que quería todo lo contrario. —Su mano me clava las manos sobre mi cabeza una vez más y su otra mano me acaricia desde el cuello hasta mis pechos.
Mis pezones se erizan adoloridos y se quejan, pidiendo ser liberados de mi sujetador.
—Mi enemigo, lo recuerdo —musito.
—El único enemigo que quieras tener tan cerca para tocarte así, Ava. —Una de sus manos entra por la abertura de mi falda y toca sobre el encaje de mi ropa interior. Mi respiración se corta en jadeos y por inercia mis piernas se aprietan hacia él—. ¿Quieres que pare ahora?
Se me olvida cómo hablar e incluso mi nombre. Su mano rozando mi Venus nubla mi cabeza.
Ahora estoy más que segura de que mi fuerza de voluntad se ha lanzado por la borda y se ha ido nadando hasta Manhattan.
—No es justo —me quejo. Sabe que tiene todo el poder en el minuto que pone sus manos sobre mí, mejor dicho, siempre.
Una risa grave sale de su garganta.
—¿Sabes qué no es justo, Ava? No es justo que me sienta fuera de mí cada vez que te veo, incluso he empezado a soñar contigo. Sigo persiguiéndote una y otra vez, pero para ti la única manera en la que puedo bajarte la guardia conmigo es tenerte así. ¿No crees que es justo que al menos yo tenga el poder de afectarte en esta ocasión? —termina de decir exasperado, pero su suave roce sobre mi V no ha parado en ningún momento.
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EL Hermano De Mi Hermano
DragosteAva Warner no le tiene miedo al éxito. Es una mujer decidida que haría todo para llegar a donde quiere, incluyendo mentir en su currículum y aplicar a otra empresa con el apellido de su madre. ¿Por qué miente en su currículum? Porque el CEO de la c...