De como Sophia Peletier es de Daryl Dixon

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Habían pasado años desde la última vez que escuchaba su nombre... Eternidades de suspiros contenidos ante el vago pero persistente recuerdo de la niña... Su niña.

Los gritos aterrados y sollozos inundaron el silencio sereno, él no iba a subir, tomaría con fuerza su remordimiento y preocupación, mordería sus uñas y cerraría los ojos con desespero... Pero no subiría... No hasta que escuchó su nombre. Palabras repletas de agonía y miedo, llamando a gritos a su tesoro perdido.

Corrió hacia ella, intentado volver a ser su salvador y librarla de sus temores, no importaban sus desacuerdos, sus más que heridos sentimientos, nada importaba más que el bienestar de ella. Interrumpió en su cuarto mientras miraba su silueta agitarse ante el vivido sueño, sus gritos perforaban sus oídos, su llanto le helaba la sangre, caminó con rapidez hacia su cama, la tomo de los hombros mientras acariciaba su rostro arrugado y sudoroso, una mujer tan fuerte atormentada por los demonios de su pasado.

-¡Carol!- la sacudió con fuerza para arrastrarla de nuevo a la realidad, sus ojos se abrieron de par en par, su respiración errática y los movimientos bruscos casi lo empujan hacia el suelo. Estaba desorientada y aterrada, totalmente confundida ante su entorno pero con los ojos puestos en su ancla de este mundo.

-¿Daryl? ¿Y Sophia?

Y ahí estaba... Estaba de nuevo su nombre escurriéndose ante sus rotos labios. La miró con pesar, con la cara contorsionada por el dolor que le provocaba su culpa y el fracaso... Él no había podido devolvérsela a salvo. La herida cerrada pero con una cicatriz horrenda salió a relucir en lo profundo de su corazón, no quería decirle, no quería tener que ver su alma rompiéndose por el recuerdo de los tiempos oscuros en la granja, no quería pensar en el granero, en el arroyo y en la marca que cargaba en su costado el día que había encontrado su muñeca... Respiró con fuerza, armándose de valor e intentando alejar los recuerdos de gruñidos y sus manos sosteniendo a esta misma mujer, deteniéndola de ir a su inminente muerte.

-Sophia... Ella, la encontramos ¿Recuerdas?

Entonces pudo ver el momento exacto en el que encontraba la lucidez, como la claridad caía como un manto gigante y aplastaba todas sus esperanzas, igual que aquel día.

Ella no tendría que haber vivido esa experiencia, nunca, con ninguno de su niños. No con su niña.

Observo con desolación a su amiga, su compañera de alma volver a sufrir por un fragmento roto de su espíritu. La atrajo hacia él, la acurrucó entre sus brazos mientras ella lloraba dejando salir años de dolor ocultos en lo profundo de su ser. Su cabeza punzaba, todo su cuerpo hormigueaba por la culpa, su peor pecado había sido no ir tras su hija.

-Perdóname, perdón por no traer a nuestra niña- Él le rogó mil veces que lo perdonará, que disculpara la decepción tan grande que había causado.

Ellos nunca habían tocado el tema, no después de esa noche donde le había gritado tan fuerte que estaba sola mientras se encogía ante su insinuación de agredirla... Cómo se arrepentía de sus palabras.
Esa noche fría sería otro pesar que cargaría, uno donde se cuestionaba el dolor que le causaba haber perdido una niña que apenas conocía... Una pequeña rubia que se escabullía alrededor de su madre.

Y poco después él lo entendió... Entendió porque su perdida había causado tanta agonía; porque a pesar de lo silenciosa que era, a pesar de no convivir lo suficiente, a pesar de haber sido prácticamente una desconocida... Ella había sido su hija. Había sido más su niña de lo que alguna vez fue de aquel idiota...

Le costó aceptarlo, se negó a admitir lo mucho que había clavado en su corazón a Sophia, lo mucho que extrañaba verla jugar con Carl antes de que el mundo se volviera más mierda. Siguió pidiendo perdón, incluso a las flores cherokee que encontraba en su camino, guardando siempre una en su bolsillo.

Tal vez Sophia nunca pudo saber lo mucho que la adoraba y su desesperación por buscarla... Tal vez siempre fue el hombre salvaje y aterrador del grupo, pero para él; ella se volvió su fruto.

Carol se removió entre su abrazo, se apartó ligeramente de él para buscar sus ojos, buscando el consuelo que necesitaba.

-Lamento no haberla protegido Pookie.

-Y yo lamento no haberla traído a nosotros.

Tal vez Sophia no había sido su semilla, pero ella siempre sería su hija. Esa noche durmió abrazado al lado de su otra alma, consolándose uno al otro... Tal vez los problemas podrían esperar, a otro día.

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⏰ Última actualización: Mar 06, 2022 ⏰

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