¿Eres tú Tío Stan de Gravity Falls?

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Lesley Moore

Llegué a cada esquina de la Universidad. Me topé con unos cuantos estudiantes que corrían de un lado a otros, mostrando esos rostros estresados y afligidos. Pobres personas. Rondé por muchos lugares, hasta estar adentro y caminar esperando que la hora pasara. Me detuve en una sala que, según la nota que estaba pegada en la puerta, era una sala de música inhabilitada. Como cualquier persona curiosa entré. No me juzguen, ¿quién no lo haría? El sitio parecía triste. Todo parecía triste aquí. Las paredes blancas, al igual que el piso de mármol le daban ese aire de soledad. Habían solo dos ventanas pequeñas, pero era suficiente para que la luz del sol, iluminara. En una esquina, había una alfombra café que sostenía una batería impecable. Por en medio, había una guitarra acústica negra, junto a una electrónica de ese mismo color con partes blancas. Las demás esquinas aguardaban otros tipos de instrumentos que, con razón se veían tan inhabilitados.

Siempre había sentido una atracción por la música, que con el tiempo, la literatura eliminó. Estaba en esa edad donde comencé a copiar los gustos de los demás, y bueno, al final, me di cuenta que al pasar los años ya no sentía lo mismo por ello. Recuerdo haber amado la guitarra, aunque nunca aprendí a tocarla, antes solía ser un verdadero sueño poder hacerlo.

¿Por qué no probar ahora que tenía una enfrente mío?

Se lo debía a mi niña de once años.

Mis dedos cosquillearon, y accedí a tomarla. Me senté en el suelo, y puse la guitarra sobre mis piernas. Pasé mi mano, y comencé a tocar. Poco a poco, noté lo mala que era en aquello, sin embargo, también lo bonito que era hacerlo por primera vez.

La primera vez siempre era algo especial.

Después de algunos toques bruscos y sin melodías, reí por lo torpe que era haciéndolo. Sin duda, habían talentos que no eran para todos. A muchos les gustaba hacer música, y eran buenos en eso. Otros escribían y se inspiraban en ellos mismos, en algunas tragedias, malos momentos, o en sueños que no podían cumplir por sí mismos, pero que sus personajes de ficción sí. Habían personas que dibujaban, y que sin problemas, podrían hacer un atardecer en la playa, o un amanecer a las orillas de un bosque. Todo el mundo tenía un talento, un don, que sin duda era un regalo que calmaba las adversidades y las convertía en fuentes de inspiración y melancolía.

Terminé de matarme los oídos, cuando escuché un sonido en la puerta. Supuse que era algún inspector, así que salí de la sala. Después de unos segundos, calculé la hora, y pude dirigirme a la nueva clase.

Al llegar noté que habían menos personas que la mañana o el mediodía.

Pero bueno. A mí tampoco me hubiese gustado estar en una sala cerrada que holía a transpiración.

Era mejor si habíamos menos.

Saqué mi cuaderno, mi lapicera y mis audífonos morados. Los puse en la mesa, y arreglé todo en su lugar. Abrí el cuaderno, añadí la fecha, y el título de la clase. Me relajé al ver que el profesor Thompson no llegaba y habían pasado doce minutos ya. Pinché el ícono de la música en el celular y cerré mis ojos.

No solía escuchar muchas canciones. Tenía la costumbre de escuchar las mismas de siempre, solo porque eran las que me sabía de memoria. Y una de ellas era Hold N Cold de la hermosísima Katy Perry que alegraba mi cansancio en segundos.

Tarareé el coro con ánimo únicamente a pequeños susurros. Acompañándolo con el ritmo de mis dedos al tocar mi pierna.

Cause you're hot then you're cold
You're yes then you're no
You're in then you're out
You're up then you're down

Pasó un buen rato y caí dormida sobre la mesa. No sé qué tanto dormí. Pero creo que fue lo suficiente para enojar al profesor Thompson.

Cuando desperté por el susto que sentí al escuchar un golpe por ahí, el profesor Thompson me miraba frunciendo el ceño.

¿Y si nuestras heridas no sanan? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora