El Verano Y Sus Huellas En La Arena

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Lesley Moore

Era una mañana cálida de sábado, amaba el verano, o bueno, el término de uno. Esos días donde el sol calentaba cada parte de la maravillosa creación haciendo que la vida pareciera más mágica y menos cruel. Desperté a las siete en punto y ya el sol venia danzando por el horizonte del frente avisando que ya era hora de levantarse y afrontar el día de la mejor manera. Siempre positivos, mi lema. Abrí la ventana dejando entrar esa tierna y delicada brisa veraniega, esa que recorre cada diámetro de tu cuerpo, no causando escalofríos ni calor, más bien, un punto medio. Era exquisito sentirlo. Los recuerdos abrazaron mi alma, y recordé lo lindo que había sido que la vida me permitiera tener la infancia llena de hermosos momentos con papá y mamá en especial en los veranos de playa, donde nuestros pies se unían en la arena, lo amaba. Se sentía tan extraño ahora. De un día a otro mi vida cambió bruscamente, ¿Papeles de divorcio? Sí hace dos años antes estábamos todos completos y felices por pertenecernos, ¿Qué había pasado con mi familia?

Lo que pasa con todas, supongo.

De la noche a la mañana mamá tuvo demasiado trabajo y descuidó su matrimonio. Papá, pues… Él era el mismo cada día, un tanto torpe e ignorante con la nueva vida laboral, no lo culpaba, para nada, solo no era lo suyo. Papá se dedicaba a la música, a vender composiciones y cantar en la calle. Mama decía que siempre lo confundían con un indigente, y aunque ella lo apoyó por mucho tiempo, se casó con alguien que nunca había conocido por completo. Papá dejó la universidad para dedicarse a la música, mamá con su carácter autoritario esperaba que él se hiciera famoso o es lo que pienso yo. Era confuso. Eran personas de polos completamente opuestos. Mientras que la prestigiosa Cirujana cardiotorácica, Joan Mirror, era invitada a campañas de empresarios interesados en la medicina avanzada, mi padre, Richard Moore, pues él solo estaba sentado en el sillón escuchando el álbum The Black Album de Metallica mientras tomaba una cerveza y disfrutaba de esa paz mental que mamá decía que nunca pudo tener con él. Aunque fue duro para mí, ya habían pasado tres años y aún creía que mamá gustaba de mi padre, se notaba. Ella siempre se ponía más hermosa de lo habitual cuando se trataba de verlo a él, todos estábamos al tanto de lo bella que era esa mujer y lo bueno que era Richard con los cumplidos exóticos hacia mamá. Le daba halagos de pies a cabeza, eso era lo único que le gustaba a mi madre, un hombre interesado en ella, en conclusión, la atención. Desdichadamente, todo eso se fue a la punta del cerro cuando mamá fue nombrada jefe de su área, cuando ya la televisión hablaba de sus “milagros”. Época en que su sueño de ser reconocida como Cirujana se hizo realidad, y ya no tuvo más amor que dar más que a su trabajo. En ese entonces, todo estaba mal. A papá ya no se le ocurrían cumplidos decentes para halagar a mamá, lo olvidó. Mamá prefería estar mas en su trabajo que acompañarnos a una cena de navidad, o incluso, tal fue el punto de olvidar dos de mi cumpleaños, ya no éramos tres, ahora éramos dos, padre e hija. Mamá se enamoró tanto de la medicina que un viernes por la tarde le pidió los papeles de divorció a Richard y él se negó hasta hoy. Mamá sentía vergüenza por él, aunque no lo hiciera saber, yo lo sabía. Era repugnante para ella manchar su reputación al tener un esposo que no terminó la universidad y que se inclinaba a algo que no daba dinero ni estabilidad. Y no lo lograba entender, ¿Qué había de malo en eso?

Joan Mirror era alérgica a gente sin profesión y trabajo estable. Deah.  

Eso quiso decir ese día. Un viernes.

—¡¿Por qué destruir lo que tanto nos costó crear?!—gritó él con un deje adolorido. — ¡Tenemos una niña! ¡Por favor, Joan! ¡No me hagas esto! —Exclamó—¡No le hagas esto a ella!

—No te preocupes por Lesley. Su futuro ya lo tengo escrito y tendrá una buena vida. —comentó desinteresada. —Ya no es una niña, Richard.

—¡¡Por Dios, Joan!! ¡¡Es mi niña!! —gritó—¡Eres una mala madre si crees que tu hija no merece tu atención!

¿Y si nuestras heridas no sanan? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora