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«Es un nuevo comienzo, un viaje sin fin»

Escapist por Nightwish

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3.

Caminó hasta el sitio indicado, donde sabía que ellos estaban.

Entre el tumulto de personas que había esa mañana en las enormes calles, consiguió abrirse paso, pasando desapercibida a pesar de las formas de mujer en su cuerpo que dejaba entrever el kimono rosado que llevaba. Quizá era el bebé que cargaba sobre su espalda o el otro niño que llevaba tomado de la mano que impedía a los hombres mirarla con la lascivia propia del deseo. Sea como fuese, lo agradecía. No le gustaba cuando las personas fijaban su vista en ella como si la desvistieran con la mirada.

Siguió hasta el final de la avenida, donde acababa Yoshiwara por uno de sus lados, y donde, además, se elevaba una modesta arquitectura. El santuario Jokan-ji no era un lugar muy grande, pero sí muy triste. Allí iban a parar los cuerpos de las prostitutas de baja categoría que no tenían para pagar un entierro digno. Sus cuerpos reposaban en las fosas.

Ciertamente, no era un sitio para una muchacha como ella que a pesar de que su padre había muerto, aún seguía con su familia y luchaban día a día por mantenerse a flote. Tampoco los niños deberían ver eso, pero supuso que allí estarían sus amigos y no equivocó en su suposición.

La entrada, sostenida por dos paneles de madera oscura y cubierta por un techo de tejas negras que dejaba caer el agua cuando llovía, era simple y modesta. Allí los vio, un poco alejados de la entrada principal, a Zenitsu que trataba de hacer una plegaria mientras era molestado por Inosuke. Parecían discutir algo sobre el respeto a los muertos.

Nezuko Kamado sonrió y volvió a emprender la marcha hasta ellos.

El sonido de sus sandalias de maderas al impactar contra suelo consiguió alertar a los muchachos, quienes ladearon la cabeza hasta ella en medio de su lucha infantil. De pronto, el rostro enfadado de Zenitsu cambió a una radiante sonrisa al verla. Empujó a Inosuke y se acercó a ella corriendo.

—¡Nezuko! —su voz delataba la felicidad que le provocaba su presencia y no dudó en ayudarla con el bebé.

—¿Mi hermano no ha llegado?

—Gonpachiro dijo que nos encontraría allá.

Observó que Zenitsu usaba la peluca oscura para ocultar su llamativo cabello al igual que una yukata simple para camuflar su apariencia. De ese modo, nadie lo identificaría como una oiran. Inosuke por su parte, iba con el cabello suelto y una curiosa mascara de jabalí descansaba sobre su frente. La usaba la mayor parte del tiempo, pero pocos podrían reconocerlo como el actor kabuki que era. Su fama todavía no presidía más allá de las puertas del teatro, pero no dudaba que pronto correría por todo el mundo como la tinta sobre una hoja blanca.

Tras terminar de alzar una silenciosa plegaria, decidieron irse de allí. Está vez pretendían ir hasta el estanque Hanazono, que se ubicaba muy cerca del santuario de la diosa Benzaiten. Era un lugar sencillo, silencioso y nadie se enfadaría con ellos si decidían descansar bajo la templada sombra de los arboles en un cuidadoso silencio a compartir un poco de comida. Después de todo, solo eran niños y ya se acercaba la hora del almuerzo.

Por eso, ella se había levantado temprano para preparar los alimentos que compartirían durante ese día. Sabía que Zenitsu casi nunca tenía tiempo libre y el estar allí podría acarrearle más de un problema.

Su semblante se apagó un poco al pensar que muchas de las cortesanas del distrito tenían prohibido salir. No podría imaginarse una vida donde estar encerrado era su prioridad, cuidándose la piel del sol y esperando que llegara la noche para atender a los clientes. Si le repudiaba que la miraran con ese deseo morboso en la calle siendo ella libre, no imaginaba como sería la vida de esas mujeres en donde el deseo era lo único que podía aspirar de los hombres. Pensó en Zenitsu y se entristeció aún más.

Un sitio para los demonios [Uzuzen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora