Día 1: Encubiertos en Marley

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Summary: Ubicado en el capítulo 123 del manga.

Bajo los efectos del alcohol Mikasa busca consuelo en Jean. 

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¿Qué estaba haciendo?

No podía pensar con claridad, era como si una bruma golpeara su cabeza y le permitiera actuar con sus más primitivos instintos, con aquellos que en otras circunstancias jamás dejaría salir.

Él no era así, estaba seguro de aquello. ¿O tal vez sí? Ahora no lo sabía. Se suponía que Jean Kirstein odiaba a los seres egoístas, a aquellos que solo pensaban en su bienestar y beneficio, por esa razón es que solía ansiar a su adolescencia, cuando nada le importaba porque no se arrepentiría de lo que estaba a punto de hacer.

Pero ya no era un adolescente.

Tal vez el egoísmo no era tan malo como lo pintaban, pensó. Tal vez era cierto que ninguna persona era completamente altruista, así que dejarse guiar por aquellos deseos no era tan malo después de todo...

No recordaba cómo llegó a esa situación.

Solo recordaba que ella llegó con lágrimas a su habitación y el no pudo resistirse a consolarla una vez más, las veces que fueran necesarias para aplacar su dolor, para recordarle que siempre había otra salida, otra persona.

El la amaba. Maldición. La amaba tanto que dolía.

Jamás pensó que el amor podía doler, pero lo hacía. Sentía una presión en su pecho que no le permitía respirar con facilidad, que el oxigeno tardaba en llegar y que sería mejor morir que verla llorar de nuevo.

El siempre estaría para ella. Lo dejó claro muchas veces. Pero no pensó que fuese ahora, con el alcohol recorriendo sus venas, con su raciocinio fugándose de su cuerpo, dejándose llevar en la fría habitación designada a cada eldiano que se encontraba encubierto en Marley, como moscas escapando de una red de la cual no podrían salir de la misma manera en la que entraban.

—Debería regresar — murmuró.

—Deberías — dijo Jean, aunque en el fondo quería que se quedara, que — al menos por una noche — fuese suya y no de otro.

Pero ninguno de los dos se movió. Ella sostuvo entre sus dedos los mechones marrones de su cabello y hundió en él sus brumosas pupilas.

En secreto Jean amaba su vulnerabilidad, aquellos momentos en los que se permitía ser ella misma, en los que dejaba de fingir que era la soldado más fuerte del mundo. Lo era, claro que si, en fuerza no había nadie más que ella, pero amaba ver como la rudeza de sus ojos se desvanecía cuando estaba con él.

Probando su suerte — y gracias al alcohol que le permitía ser más osado — la atrajo hacia su pecho, pero fue Mikasa quien buscó su boca, ¿y quién era él para no permitirle algo así?

Su primer beso le supo a una mezcla entre alcohol y lágrimas.

Fue cálido y breve, aunque en Jean tuvo el efecto de la sacudida de una ola en todos sus sentidos.

Ambos se permitieron sentir la piel del otro como nunca antes. Recorriendo su cuerpo con sus manos, provocando escalofríos en el otro por frío de aquella madrugada, dejando su recuerdo en su piel como si se tratara de una quemadura que jamás se quitaría.

Cuando Jean abrió los ojos, Mikasa mantenía los suyos cerrados. Una lágrima recorría su mejilla y el corazón de Jean se encogió nuevamente, así que la limpió con la manga de su camisa y se separó de la joven.

Jeankasa Week 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora