Día 6: Royal AU

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Summary: El Rey Jean necesita un guardaespaldas. 

Jean no confiaba en nadie.

Desde que se coronó como Rey de Eldia ganó muchos enemigos y necesitaba protección. Al inicio creía que con su fuerza sería suficiente, pero no era así... necesitaba otros ojos, unos que siempre observen lo que el no podía mirar.

Una sombra.

Otros brazos, otra espada.

Marco, su general, presentó a muchos soldados a prueba. Llevó a los más experimentados guerreros de la localidad para que se enfrentaran entre sí.

A Jean no le gustaba la violencia, pero vio necesario hacerlo, así que organizó las pruebas pertinentes para que se llevara a cabo la elección de su guardaespaldas. Así que todas las tardes, desde su torre, observaba a los participantes enfrentarse entre sí.

Había un soldado en específico que le llamó la atención.

Era ágil.

Se movía con facilidad y esquivaba los golpes rápidamente.

No tenía gran musculatura como los demás, ni llevaba una gran espada. Su cuerpo y su daga eran los protagonistas de la danza de su lucha.

Le recordaba a las geishas de oriente que danzaban por trabajo, aunque aquel soldado danzaba por su vida.

Siempre le resultaba emocionante observarlo con su armadura dorada y verde esmeralda; en ocasiones parecía que se burlaba de aquellos guerreros de gran tamaño y experiencia, de sus métodos antiguos de esquivar a un enemigo.

Aquel soldado era delicado, elegante, rápido y mordaz.

Era lo que Jean necesitaba.

Estaba en su salón principal cuando lo mandó a llamar. Quería decirle que le impresionaba sus movimientos, que, de cierta manera, estaba interesado en su experiencia.

Cuando llegó al salón seguía vestido con su armadura de pies a cabeza, jamás se lo quitaba.

—Soldado — dijo Jean en voz alta — he notado tu desenvolvimiento y requiero de tus servicios.

El soldado hizo una venía.

—Pero, necesito mirar tu rostro. Estoy confiando mi vida a ti, necesito conocerte.

El soldado titubeó unos segundos, pero obedeció al rey y se quitó el casto dorado.

Jean no creía lo que veía, así que cerró los ojos nuevamente.

Pero no vio mal. Era una chica.

—No quiero decepcionarlo, mi Rey.

El Rey negó, no estaba decepcionado, estaba impresionado.

No pensaba igual que los ancianos que cuchicheaban a sus espaldas. No le importaba que una mujer se encargara de las armas. Era algo distinto, claro que sí, pero ¿acaso ella no era la mujer de todo el Reino?

Se enfrentó a una veintena de hombres y salió victoriosa de toda batalla. Merecía una oportunidad.

Así que el Rey se la dio. Aunque, en el fondo no sabía si se la dio porque necesitaba protección o porque la joven lo intrigaba lo suficiente como para desear su cercanía. 

Jeankasa Week 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora